Capitalismo, destrucción ecológica y alternativas necesarias
Uno de los principales problemas que enfrenta la especie humana es su relación catastrófica con el ecosistema. El sistema capitalista es el factor crucial en el desastre ambiental que sufrimos globalmente. Frente a la fantasía destructiva del crecimiento ilimitado en el capitalismo, es necesario un ecosocialismo que defienda el decrecimiento económico hacia la equidad.
Para dilucidar lo básico del vínculo entre capitalismo y ecología, este artículo comienza definiendo ambos términos. Luego explica la relación que establece dicho sistema socioeconómico con el medio ambiente y cómo esta se presenta en el Puerto Rico (PR) contemporáneo. Al final presenta alternativas de cambio social para establecer una relación no destructiva con el ecosistema.
La conflictiva relación capitalismo-ecología
Etimológicamente, el término ecología proviene del griego: logos significa razón y oikós hogar. Por lo tanto, esta disciplina consiste en el estudio de la casa, de las relaciones que los organismos sostienen entre sí y con su medio ambiente. Es importante notar que todo organismo necesita del ecosistema para vivir y que transforma ese medio para proveerse lo que necesita.
En los humanos, la relación con el ecosistema está mediada por el trabajo, por la transformación consciente de la naturaleza para producir valores de uso. En los orígenes del Homo sapiens, hace unos 200,000 años, no había clases sociales y las formas de trabajar eran colaborativas y la distribución de los productos era inclusiva y equitativa. Pero hace unos 8,000 años empezaron a surgir las clases sociales y el trabajo se convirtió en el proceso mediante el cual la clase dominante se apropia de la plusproducción creada por la clase dominada. Así sucede en la esclavitud, en el feudalismo y en el capitalismo: se produce explotando a quienes trabajan con el propósito de que la clase dominante acumule.
El capitalismo, surgido con fuerza a partir del siglo 18 y actualmente el modo de producción preponderante a nivel mundial, se fundamenta en lo siguiente:
producir mercancías: dentro del marco de empresas que son propiedad de los capitalistas, los trabajadores asalariados usan los medios tecnológicos disponibles para transformar la naturaleza en mercancías;
desposeídos: el grueso de la población no tiene medios de producción; estos viven de vender su fuerza de trabajo a los dueños de medios de producción a cambio de un salario;
capitalistas: los medios de producción son propiedad privada de una minoría que prioriza la ganancia; la propiedad de las empresas está fragmentada, por lo cual los capitalistas compiten entre sí en el mercado;
la opresión de clase: los capitalistas explotan a los trabajadores asalariados, pues los primeros deciden y ordenan, y los segundos trabajan obedeciendo; además, los capitalistas controlan el valor en el que se convierten las mercancías producidas por los trabajadores y se apropian de la ganancia, que es la diferencia entre el valor en el que se convierten las mercancías al venderse y los costos de producir esas mercancías;
cosificación de la naturaleza: los sujetos de este orden de relaciones sociales asumen que están separados de la naturaleza y que esta es una cosa que pueden poseer y explotar.
La competencia entre empresas incentiva a los capitalistas a reducir costos de operación para obtener más ganancias. Para esto invierten en tecnologías que desarrollen la capacidad productiva. Así la competencia y la búsqueda de ganancias intensifican la productividad y el monto total de las mercancías creadas, el cual se asume que puede crecer ilimitadamente. Pero, debido a que a la producción le es inmanente su antítesis, la destrucción, incrementar la producción, es simultáneamente incrementar la destrucción. Entonces, la tendencia al crecimiento es inmediatamente un aumento en el uso y destrucción de los componentes del ecosistema.
Sin embargo, los recursos del ecosistema son finitos. Eso tiene la consecuencia de que el capitalismo tiende a agotar los recursos. Además, la capacidad del ecosistema para manejar contaminantes emitidos por la producción también tiene límite, por lo que el incesante crecimiento capitalista de la producción daña el ecosistema. Los capitalistas interpretan ese daño como un asunto que les es ajeno, como externalidades. Entonces, la operación normal del capitalismo, guiada por la búsqueda de las ganancias, devasta el medio ambiente.
Estamos ante una emergencia climática cuyo principal problema es el calentamiento de la atmósfera por el efecto invernadero. Eso genera mega-huracanes, sequías, inundaciones, amenazas a las ciudades costeras por el aumento en el nivel del mar, incendios forestales, derretimiento del permafrost (lo cual libera más gases de invernadero, intensificando el problema), extinción masiva de especies, posible escasez de alimentos y guerras por agua y comida. A pesar de lo pactado por 197 gobiernos en el Acuerdo de París realizado en 2015, las emisiones de gases que contribuyen al calentamiento global siguen aumentando: según la National Oceanic and Atmospheric Agency, en 2024 superaron las 37 gigatoneladas de bióxido de carbono, un aumento de 8% desde 2015.
La causa de dicho calentamiento atmosférico es el uso de combustibles fósiles como base tecnoenergética, pues su quema emite gases de invernadero. Estos gases se producen cada vez más porque las empresas no hacen el cambio a otras fuentes de energía. A las empresas conectadas a los combustibles fósiles (carbón, petróleo, gas…) y al automóvil no les conviene la transición, pues obtienen grandes ganancias de ese negocio: no acogen los cambios que protegen el ecosistema, pues sus ganancias son su prioridad. Los investigadores de Precedence Research informan que el tamaño del mercado mundial de energía fósil superó los $7,910,000,000,000 en 2024; y estiman que será de unos $13,010,000,000,000 en 2034. Según Manu Chao, las corporaciones más grandes de esta industria (y sus ganancias en 2024) fueron estas: ExxonMobil ($33,400,000,000), Royal Dutch Shell ($23,700,000,000) y Chevron ($18,200,000,000).
Capitalismo y desastre ecológico en PR
El gobierno de Jennifer González decidió eliminar regulaciones ambientales en aras de “flexibilizar” las metas de transformación energética, manteniendo la generación a base de energía fósil: descarta metas difíciles de cumplir y mantiene el uso del carbón hasta 2032. Realiza esto en un contexto en el que corporaciones privadas controlan la generación (GeneraPR) y la distribución (Luma Energy) de la energía y sacan cuantiosas ganancias proveyendo mal servicio a la población. Esta política también favorece a los intereses de las grandes corporaciones petroleras y perpetúa la emisión masiva de gases de efecto invernadero.
El proyecto Esencia en el municipio de Cabo Rojo destruiría terrenos de alto valor ambiental, usaría inmensas cantidades de agua y generaría pocos empleos. Según el Centro de Periodismo Investigativo, las empresas que administrarían los hoteles y residencias de lujo del proyecto son Rosewood Hotel Group, Mandarin Oriental y Aman Group; estas han dejado un rastro de destrucción de áreas naturales, apropiación de recursos arqueológicos y la obstaculización del acceso público de los residentes a la playa en los lugares en los que han tenido operaciones, como México, Hawaii, San Vicente y las Granadinas, y Montenegro. Todo esto para satisfacer los intereses de un puñado de grandes inversionistas, algunos de los cuales son donantes a campañas electorales del PNP, y que han recibido sobre $497 millones de crédito contributivo de la Compañía de Turismo de PR.
El capitalismo colonial dificulta establecer una relación armónica con el medio ambiente porque la colonia es un marco jurídico-político establecido para satisfacer los intereses del capital metropolitano. A partir del estancamiento de la economía nacional, el gobierno tendió a recaudar menos fondos, lo que lo llevó a la quiebra y a la incapacidad de pagar la deuda pública. La Junta de Supervisión Fiscal entró en funciones para asegurar el pago a los acreedores de esa deuda. Impuso políticas de austeridad, que incluyen reducir la protección del medio ambiente, para facilitar la inversión y la operación de las empresas capitalistas. Sin embargo, aunque la descolonización es necesaria para que la población de PR tenga los poderes políticos que permitan establecer una política ambiental sana, debemos notar que la independencia no es una panacea: los casi 200 países existentes son responsables, en diverso grado, del incipiente desastre ecológico mundial debido a que prácticamente todas esas economías son capitalistas. La independencia es necesaria para erradicar el sistema económico que supedita el ambiente a las ganancias de la oligarquía económica; pero no es suficiente, pues requiere establecer un modo de producción que permita una relación armónica con el ecosistema.
Alternativas: reformismo o decrecimiento hacia la equidad
Una alternativa es el reformismo: moderar el daño ecológico mediante legislación, sin hacer grandes cambios a la estructura económica y social imperante. Esto incluiría modificaciones como la reducción y el reciclaje de basura, la sustitución del transporte individual (el automóvil) por formas colectivas (autobuses, trenes, tranvías ) y menos contaminantes (bicicletas), eliminar el uso de jets privados y reducir el transporte aéreo, fomentar la agricultura local para reducir el uso de combustible necesario para su transporte y cambiar la base tecnoenergética fósil por fuentes renovables de energía. Todos esos cambios son importantes.
Sin embargo, como esta alternativa no contempla derrocar el capitalismo, cada una de esas transformaciones encontrará en la clase capitalista un oponente poderoso que obstruirá esos intentos de cambio: la reducción de basura reduce las ganancias de las empresas porque exige introducir cambios en la producción; los programas de reciclaje requieren subir los impuestos a los más pudientes para costearlos; transformar la transportación choca con la industria automotriz; reducir el transporte aéreo y los jets privados atenta contra grandes corporaciones y los lujos de la plutocracia; promover la agricultura local reduce el tamaño de grandes empresas agrícolas y de gigantescas empresas de transporte marítimo; y establecer fuentes renovables de energía requiere vencer al gran capital petrolero. En última instancia, aun si se alcanzaran esas reformas, el no eliminar el capitalismo significa la continuidad de la tendencia al incremento de la producción, lo cual agota los recursos. Un capitalismo verde no es posible.
Sustituir el capitalismo por un modo de producción que no priorice la ganancia, que no se base en el mecanismo de la competencia, y que no propenda al crecimiento, es fundamental para desarrollar una relación armónica con el ecosistema. Esto implica aminorar el nivel de producción y consumo. Pero no todos consumen igual.
Hay países con mayor responsabilidad del daño ambiental. Dicho daño se mide mediante el concepto de huella ecológica: cuántos planetas Tierra serían necesarios para que la población tenga el nivel de consumo en el que vive. La huella ecológica de la totalidad de la población mundial es de 1.75 planetas. Pero el nivel de daño ambiental por país varía mucho. Las economías más contaminantes son las de China, EE. UU., la Unión Europea, India, Rusia y Japón. Sin embargo, el hecho de que lo producido en cada país esté destinado a ser consumido en otro obliga a reconocer el carácter mundial de la economía. Pero las economías de todos esos países son capitalistas; y en todos ellos una minoría consume descomunalmente lo que acumula explotando a los trabajadores y a la naturaleza.
Por lo tanto, entender la responsabilidad del daño ecológico exige pensar en términos de clases sociales. El hecho de que el consumo de una minoría opulenta es el principal responsable de la emisión de los gases de invernadero hace imprescindible reducir el nivel de consumo de esa oligarquía. El que la clase capitalista sea la que dirige una producción que explota el ecosistema para acumular ganancias requiere arrebatar el control de los medios de producción para dirigirlos a otros fines. A la vez, debido a que el capitalismo mantiene a millones en la pobreza mediante el desempleo y malas condiciones laborales, la abolición de ese sistema socioeconómico posibilita implantar uno que incluya eliminar esos generadores de pobreza de modo que toda la población humana tenga acceso a un nivel de bienestar material digno. Eso implica un incremento en el consumo y en la utilización de recursos naturales para este segmento de la población.
En la medida en que la magnitud de la reducción en el uso de recursos naturales por parte de los más ricos supere la magnitud del aumento en el uso de recursos naturales por parte de los más pobres, estaremos en un decrecimiento hacia la equidad. Esto plantea reducir el monto total de la producción, a la vez que desarrollarla en contextos en los que es necesario. Muchos estudios estiman que reducir el uso de energía a la mitad es suficiente para producir lo que necesitan los 8,000 millones de habitantes que tiene nuestro planeta. El grueso de los investigadores plantean que la Tierra tiene capacidad para proveer un nivel de vida básico para hasta unos 10,000 millones de personas. Para lo que el ecosistema no tiene capacidad es para el consumo opulento de los burgueses.
Dicho decrecimiento hacia la equidad requiere sustituir la propiedad privada de los medios de producción por la propiedad social o colectiva de dichos medios. Eso permitiría planificar la producción, además de transformar la base tecnoenergética y realizar los demás proyectos de los reformistas. En eso consiste el ecosocialismo, en la síntesis del socialismo (la propiedad social de los medios de producción) y el ecologismo (una relación armónica con el ecosistema). Por supuesto que una economía basada en la propiedad colectiva puede abocarse a producir cada vez más: los socialismos burocráticos del siglo 20, al identificar consumo con bienestar, se dedicaron a incrementar la producción desconsiderando el efecto ambiental de dichos aumentos. Sin embargo, la propiedad social de los medios de producción es condición imprescindible para eliminar la ganancia como meta, la explotación como método y la competencia como mecanismo. También lo es para establecer una economía que tenga como meta el bienestar de todos y una relación sana con el medioambiente.
Recursos adicionales: