Sobre las cooperativas de producción agroecológica
“…las últimas causas de todos los cambios sociales y de todas las revoluciones políticas no deben buscarse en las cabezas de los hombres [y mujeres] ni en la idea que ellos se forjen de la verdad eterna ni de la eterna justicia, sino en las transformaciones operadas en el modo de producción y de cambio; han de buscarse no en la filosofía, sino en la economía de la época de que se trata.”
—Friedrich Engels
A lo largo de la historia, las sociedades humanas han buscado distintas maneras de organizar la producción de lo que necesitan para subsistir. Alrededor del qué se produce, cómo se produce y cómo se distribuye lo que se produce, se desarrollan relaciones e instituciones sociales que determinan profundamente la forma en que vivimos. Si bien la cultura, la política y la ideología tienen un papel relevante, es el modo de producción y de distribución de la riqueza lo que en última instancia determina las demás formas de organización social. Marx y Engels fueron los primeros en desentrañar esta verdad, no como un mero ejercicio intelectual para entender la sociedad e interpretar la historia, sino como una guía práctica para transformar el mundo.
Desde esa perspectiva, si queremos construir una sociedad justa, equitativa y sustentable, no basta con predicar principios éticos ni proponer modelos ideales de convivencia: hay que transformar radicalmente las formas en que producimos y distribuimos lo necesario para vivir. En el contexto actual de crisis ecológica, desigualdad social y subordinación colonial como el que atraviesa Puerto Rico, esta transformación debe pasar necesariamente por una reorganización del sistema agroalimentario, y más específicamente, por la organización de la producción agroecológica en forma colectiva. Una organización económica que socialice y democratice todos los aspectos posibles del proceso productivo sentando así las bases para una transformación social y política del trabajo, de la comunidad y de la alimentación.
En los escritos anteriores (Tierra, lucha de clases y soberanía alimentaria en Puerto Rico y De San Juan a Lares: La recampesinización como estrategia agroecológica y socialista para Puerto Rico) se ha planteado la necesidad de organizar un movimiento de trabajadorxs que luche por obtener la tierra y los recursos para la creación de proyectos y comunidades agroecológicas desde donde producir alimentos, fomentar la soberanía alimentaria y construir una vida digna. Pero ¿cómo se organiza la producción, procesamiento y distribución para que no se reproduzcan las dinámicas de explotación y opresión capitalista, y contribuyamos verdaderamente a un cambio radical en nuestra sociedad? Es ahí donde entran las Cooperativas de Producción Agroecológica (CPA). Para no convertir esto en un ejercicio fútil, en este escrito trataré de plantear solo los aspectos más generales del tipo de cooperativa a proponer; las particularidades y especificidades de la estructura, y el funcionamiento de las mismas, se tendrán que definir por los núcleos de trabajo que las compongan.
La agricultura capitalista en Puerto Rico, guiada por el lucro, basada en la explotación del humano y la naturaleza, y en la dependencia de insumos importados, ha demostrado ser insostenible en términos ecológicos, sociales y económicos. Es parte de un modelo político y económico que no prioriza la soberanía alimentaria a través de la producción agrícola local, sino que promueve la mercantilización del alimento y la dependencia de nuestro país a la economía imperial gringa. Al mismo tiempo, tierras fértiles permanecen abandonadas y en las garras de la especulación inmobiliaria, mientras aumentan las importaciones de alimentos y los niveles de desempleo y pobreza nacional. Frente a esto, la agroecología ofrece una alternativa: un modo de producción agrícola que prioriza la salud de los ecosistemas, el bienestar y autonomía de lxs productorxs, la justicia social y la soberanía alimentaria.
Sin embargo, la agroecología no puede realizar plenamente su potencial dentro de modelos individuales o atomizados de producción. Aunque existen experiencias valiosas de pequeñxs agricultorxs que practican agroecología de forma individual, familiar o en pequeños colectivos, la escala y profundidad de la transformación que requiere el país necesita una organización colectiva, democrática y eficiente de la producción a mediana y gran escala. Es aquí donde las CPA juegan un papel clave. A diferencia de las empresas capitalistas, donde unos pocos propietarios concentran el poder de decisión y se apropian de las ganancias, en las CPA se practica la democracia directa, la equidad y la socialización de la riqueza.
Las CPA son cooperativas de trabajo asociado, aunque podrían existir otras formas menos radicales que no se van a mencionar aquí. Las mismas se basan en la propiedad colectiva de los medios de producción, la democratización de todos los aspectos posibles del proceso productivo y la centralización del procesamiento y la distribución bajo una misma organización. Se caracterizan por:
La propiedad y toma de decisión colectiva: El medio de producción está en manos de lxs miembros de la CPA. Todxs lxs miembros son trabajadorxs que tienen voz y voto en las decisiones a través de la asamblea, no existen patronos ni empleados subordinados, y la autoridad se construye desde la base hacia los cuerpos directivos, no al revés.
La distribución equitativa de la riqueza: Cada miembro recibe un adelanto regular en dinero, basado en las horas trabajadas que funciona como salario, y al final de la temporada se evalúan los ingresos y se decide colectivamente qué hacer con las ganancias: reinvertir, repartir, ahorrar o destinar a fines sociales.
La eficiencia productiva y organizativa: La producción colectiva permite una mejor planificación, uso compartido de herramientas e insumos, y centralización del procesamiento y distribución de los productos. Esto reduce costos de producción, aumenta la eficiencia, mejora la calidad y permite establecer precios más accesibles para las masas trabajadoras sin afectar el índice de ingresos de lxs productorxs.
Los procesos económicos solidarios y con fin social: Las CPA no solo producirán alimentos, sino que también establecerán unidades de procesamiento, distribución y comercialización con lógicas de economía solidaria. Desarrollarán alianzas con comedores escolares, hospitales, comunidades, y establecerán iniciativas de venta directa (puntos de venta, guagüitas de viandas, canastas semanales, entre otros), eliminando intermediarios y fortaleciendo la soberanía alimentaria al vincular la planificación económica a necesidades sociales reales en vez de al mercado.
La investigación participativa: Un elemento indispensable para la producción agroecológica de cara a los cambios climáticos actuales es la investigación agroecológica. A través de procesos de innovación de conocimientos y tecnologías aplicadas, se desarrollan distintas estrategias como el control biológico de plagas (reproducción de entomófagos y entomopatógenos), mejoramiento genético tradicional de semillas (selección natural o cruces), abonos orgánicos, y otras, que contribuyan a mejorar la sustentabilidad de las producciones. En las CPA ese proceso se dará con la participación activa y la relación estrecha entre productorxs e investigadorxs, entre producción e investigación. Esto deberá ir acompañado de relaciones con las agencias estatales, como las Estaciones Experimentales, que tienen la responsabilidad de desarrollar investigación para satisfacer las necesidades de la producción agrícola nacional.
La organización territorial: Estas cooperativas no estarán limitadas a una sola finca, sino que agruparán varias fincas cercanas en un mismo proyecto organizativo. La planificación de la producción, el procesamiento y la distribución se harán en asamblea general, permitiendo una organización territorial integral y eficiente. Esto permite trascender los límites de la pequeña producción individual.
Este modelo organizativo nos permitirá superar algunos de los problemas que enfrenta la producción agroecológica en la actualidad, como los costos de producción, la baja capacidad productiva y la ineficiencia en los procesos productivos.
Muchas veces los proyectos agroecológicos tienen que vender sus cosechas a precios inaccesibles para las masas trabajadoras por los altos costos de producción, entre ellos la mano de obra, las semillas y la maquinaria. Bajo las CPA estos costos se compartirán entre las distintas unidades productivas, además de que se podrán establecer unidades productivas encargadas de elementos específicos, como por ejemplo, de la producción de semillas, plántulas e injertos para las otras producciones.
El otro problema: la capacidad productiva, se ve reflejado en proyectos donde tienen más tierra de la que pueden poner a producir, y donde la que tienen en producción no la pueden mantener por sí solos. Ante la falta de recursos para pagar la mano de obra necesaria, el movimiento agroecológico ha intentado resolver el asunto promoviendo la práctica de las brigadas de voluntariado. Esto tiene varios inconvenientes, para empezar se está dependiendo de una mano de obra gratuita la cual no recibe los frutos de su trabajo, además de rayar en la explotación. Esto es casi como una respiración artificial que reciben las fincas. Un proceso productivo no puede depender de personas que regalen su fuerza de trabajo ocasionalmente para que funcione. Otro aspecto de esto es que se está limitando el crecimiento de los proyectos y del propio movimiento al no integrar efectivamente a las personas interesadas en adentrarse en la producción agroecológica. Las CPA resolverán esto precisamente integrando a las personas a los procesos productivos, lo que permitirá un aumento de la capacidad productiva de los proyectos a la vez que se suma a estas personas a la toma de decisiones y a la repartición de las riquezas generadas. En vez de aprovecharnos individualmente de la buena fe de estas personas para que nos sostengan los proyectos, las integraremos para ser parte de las producciones y crecer como proyecto y como movimiento.
En cuanto a la ineficiencia en los procesos productivos, en muchos proyectos agroecológicos —por no decir la mayoría—, al ser unidades de producción aisladas, la misma persona tiene que asumir todas las tareas que implica el proceso productivo. Cada productorx o pequeño grupo de productorxs tiene que germinar, sembrar, producir abonos, mantener los cultivos, criar los animales, cosechar, procesar, distribuir y comercializar los productos. Y no está mal la rotación de tareas, que la misma persona pueda realizar diferentes tareas a través del tiempo en vez de una repetitiva, pero ha quedado más que demostrado que la división de tareas, la socialización de los medios de producción, además de la centralización del procesamiento y la distribución entre distintas fincas, permiten aumentar la eficiencia de los procesos productivos y por ende reducir costos de producción. Bajo las CPA cada cual tiene una tarea determinada, que debe rotarse para evitar la monotonía y fomentar el desarrollo de habilidades múltiples. Además, se pueden crear unidades de producción para procesos específicos (como producción de abonos, centros de reproducción de entomófagos y entomopatógenos, producción de semillas, producción de plántulas e injertos, entre otros). El procesamiento y la distribución también se centralizaran, evitando que cada finca tenga que invertir tiempo y esfuerzo en esas tareas, permitiendo que lxs productorxs se concentren en lo que mejor saben hacer: producir alimento.
Estas cooperativas no se limitarán al campo. Esto implica crear nuevas formas de relación entre el campo y la ciudad, entre productorxs y consumidorxs, entre el trabajo y la vida. En los centros urbanos también se puede, y se debe, producir alimentos. Los famosos organopónicos en Cuba son una prueba de la viabilidad de la producción agrícola urbana. Una parte sustancial de las hortalizas se podrá producir en los centros urbanos, a la vez que se podrán establecer centros de compostaje que manejen los desperdicios orgánicos, evitando que vayan a vertederos y transformándolos en composta, una materia prima para la nutrición de los suelos y el fomento de la producción agrícola. Esto creará un ciclo “cerrado” de nutrientes que contribuye a resolver la fractura metabólica entre el humano y la naturaleza, entre la vida urbana y la producción agrícola.
Las CPA son al mismo tiempo una unidad productiva, una comunidad política y una escuela de democracia directa. A través de procesos de educación política y técnica, lxs cooperativistas desarrollarán habilidades no solo agrícolas, sino también de organización y solidaridad. Estas cooperativas podrán articularse en una federación nacional y construir redes de intercambio para así resistir colectivamente las presiones del mercado capitalista. Además, estarán vinculadas al movimiento cooperativo para recibir apoyo solidario en diferentes gestiones, fortaleciendo así su capacidad de prevalecer.
Pero no todo es color de rosas. Es evidente que un modelo productivo como este se va a encontrar una serie de obstáculos para lograr su realización. Algunos de los principales son:
La alta regulación de las cooperativas: La Ley General de Sociedades Cooperativas (Ley Núm. 239 de 2004) y otras disposiciones relacionadas con el Instituto de Cooperativismo, COSSEC y la Comisión de Desarrollo Cooperativo establecen una serie de requisitos, controles, procedimientos y estructuras que en la práctica muchas veces dificultan el surgimiento de cooperativas verdaderamente autónomas, ágiles y participativas. Este marco legal tiende a asumir una lógica empresarial convencional con estructuras rígidas de administración y documentación excesiva. Además, se enfoca más en cooperativas de consumo, y las de ahorro y crédito, relegando las de trabajo asociado. Hay que impulsar un cambio en la legislación que cree un marco regulatorio específico para este modelo cooperativo.
La falta de fuentes de financiamiento: A pesar de la urgencia de fomentar la producción agrícola en el país, son pocos los fondos gubernamentales disponibles para el establecimiento de la producción agroecológica. Otra opción serían los préstamos, pero conseguir líneas de crédito favorables no es tan sencillo sin una fuente de repago segura. Por otro lado, los fondos ONGistas tienden a estar dirigidos a proyectos bien específicos, imponen múltiples condiciones que limitan la autonomía de lxs productorxs y, cuando no, no son sostenibles a largo plazo. Habrá que exigir la creación de un Fondo de Inversión Agroecológica público que vaya dirigido a fomentar la producción agroecológica en general y la creación de las CPA en particular, esto combinado con formas creativas de allegar fondos servirá al menos para iniciar operaciones.
La falta de accesibilidad a tierras: Esta es una de las trabas principales, no solo para la realización de este modelo, sino para la producción agrícola en general. En Puerto Rico existe una cantidad significativa de terrenos ociosos en manos privadas y del Estado que podrían ponerse a disposición de estas cooperativas a través de contratos de usufructo perpetuo. Esto significa que el Estado no cede la propiedad, sino que otorga el derecho al uso permanente y gratuito de la tierra, mientras se utilice con fines agroecológicos y cooperativos. El gobierno tiene las mejores tierras agrícolas disponibles solo en contratos de arrendamiento cuyo precio depende de la actividad agrícola a realizar, y no existe un programa de usufructos perpetuos como el que proponemos fuera del programa de Fincas Familiares; aunque la Ley de Tierras permite que se dé ese proceso. Tenemos que lograr que la Autoridad de Tierras cree un programa para ceder terrenos en usufructos, y la expropiación de tierras ociosas con el mismo fin.
Estos obstáculos, al ser estructurales, son casi imposibles de superar si no se enmarca la creación de este modelo cooperativo en una estrategia de lucha frontal contra el Estado. Si bien se pueden establecer proyectos piloto de CPA actualmente —ya sea de manera informal o bajo los marcos regulatorios existentes (insuficientes pero útiles)— esto puede lograrse mediante recursos propios o préstamos personales a lxs socixs y abriendo líneas de crédito a través de cooperativas de ahorro y crédito o FIDECOOP. También pueden establecerse en fincas privadas de productorxs solidarixs y personas afines que pongan a disposición de la cooperativa. Sin embargo, siguen siendo necesarios cambios en las estructuras legales que permitan la creación, desarrollo y funcionamiento de estas cooperativas como se proponen en este escrito. Al ser este un modelo que va en contra de la lógica capitalista colonial va a tener que ser impulsado, a través de la lucha, por un movimiento de trabajadorxs por la tierra como se ha venido planteando a través de los escritos anteriores. Se debe asumir como la propuesta de organización económica del movimiento.
Esta realidad no debe desalentar la creación de las CPA, sino que debe servir como reafirmación de la convicción de que los cambios significativos que necesita nuestro país no serán cedidos por las estructuras de poder que se benefician de que las cosas estén como están —hay que conquistarlos. Esa es la columna vertebral para la realización de un verdadero desarrollo agroecológico nacional: la lucha organizada.
A pesar de los avances que puedan lograr una vez establecidas, es importante reconocer que, por sí solas, las CPA no transformarán toda la sociedad ni garantizarán plenamente la soberanía alimentaria. El capitalismo, como sistema global, tiene una capacidad enorme de absorber, cooptar o aislar iniciativas que no están enmarcadas en una estrategia política más amplia. Sin independencia y socialismo la soberanía alimentaria no es posible, y sin un proceso revolucionario que ponga el poder político en manos de la clase trabajadora, ninguna de las dos tampoco lo son. No obstante, estas cooperativas sentarán las bases materiales, sociales y organizativas para un futuro socialista. Son espacios donde se comienza a vivir la democracia real, donde el trabajo deja de ser explotación y se convierte en cooperación y actividad creadora consciente, y donde el alimento deja de ser mercancía y se convierte en derecho. Son semillas de un orden nuevo dentro del viejo. Su existencia no debe entenderse como el fin del camino, sino como una plataforma de lucha, resistencia y construcción hacia una transformación socialista y anticolonial más profunda.
Si la transformación social se logra al transformar el modo de producción, entonces la agroecología organizada en Cooperativas de Producción Agroecológica representa una de las principales herramientas para avanzar hacia una sociedad nueva. Una sociedad donde la tierra, el trabajo y el alimento dejen de ser mercancías y se conviertan en bienes comunes gestionados por el pueblo trabajador. Donde el poder no se ejerza desde arriba, sino desde la base. Y donde la justicia, la equidad, la solidaridad y la libertad sean los principios que rijan la vida.
¡Hasta la victoria final!
Nos vemos en la calle y en la tala.