Ante el fascismo: la Universidad como vida

Esta ponencia fue leída en el panel titulado “El fascismo antes, ahora y en las universidades”, celebrado el 7 de mayo de 2025 en la Facultad de Ciencias Sociales del Recinto de Río Piedras de la UPR. Esta actividad fue auspiciada por el Capítulo de Río Piedras de la Asociación Puertorriqueña de Profesores Universitarios.

 Gracias a décadas de crecientes tensiones económicas, junto con un incesante y hábil discurso que enfrenta a los trabajadores entre sí, muchas personas, comprensiblemente, sienten que no pueden protegerse del colapso que los rodea […] Pero existen compensaciones emocionales: puedes celebrar el fin de la acción afirmativa y de las políticas de diversidad, equidad e inclusión (DEI), glorificar la deportación masiva, disfrutar la negación del cuidado de afirmación de género a personas trans, demonizar a educadores y trabajadores de la salud que creen saber más que tú, y aplaudir la eliminación de regulaciones económicas y ambientales como una forma de fastidiar a los progresistas. El fascismo del fin del mundo es un fatalismo oscuramente festivo: el refugio final de quienes encuentran más fácil celebrar la destrucción que imaginar una vida sin supremacía.

Naomi Klein,13 de abril 2025, The rise of end times fascism, El auge del fascismo del fin del mundo.

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¿Cuál es la situación?

El 1.º de junio de 1939, en pleno apogeo del fascismo europeo y en lo que sería la antesala de la segunda ola del Terror Rojo en Estados Unidos, Robert Cooper Hutchinson publicó un ensayo en la revista The Atlantic titulado “Fascismo y Educación Superior”. Cooper era un liberal, exmilitar que había estudiado teología. Fue presidente del Washington & Jefferson College en Pensilvania, y se proyectaba como un defensor de los valores democráticos y la educación liberal. Preocupado por el avance del fascismo en Europa, advertía de los peligros de este para la educación y las universidades en Estados Unidos. Como buen liberal, confiaba en que el diseño democrático estadounidense, cuyo pilar, según él, era la educación, protegería a la sociedad de los peligros que enfrentaban en Europa.

Vale a modo de recordatorio esbozar algunos de esos peligros, en particular para el ámbito universitario. Los gobiernos fascistas en sus diversas vertientes implantaron, a veces paulatinamente, acciones contundentes en el ámbito universitario. En ocasiones mediante legislación, como el caso de la adopción de la Ley contra el hacinamiento en escuelas y universidades y la Ley para el Restablecimiento del Servicio Civil Profesional de 1933. Mediante estas leyes, en Alemania se establecieron limitaciones estrictas al número y el perfil de estudiantes y profesores. En otras ocasiones no se necesitó legislación especial, sino que se implantaron medidas gubernamentales, como la centralización del control de las universidades. Así lo hizo Mussolini, que dispuso  del nombramiento de rectores y otros altos cargos directamente desde el gobierno. Las medidas fascistas se fueron instalando mediante justificaciones variadas. Las medidas que el fascismo adoptó respecto a las universidades se pueden resumir en:

  1. Control ideológico: Estricta vigilancia sobre el contenido académico y promoción de  enseñanzas de ideologías fascistas.

  2. Purgas académicas: Expulsión  de profesores y estudiantes que no se alineaban con la ideología del régimen.

  3. Reestructuración administrativa: Centralización  del control de las universidades y eliminación de  la autonomía académica.

  4. Propaganda educativa: Uso de  las universidades como herramientas de propaganda para difundir sus ideales.

Hoy leemos en los periódicos y atisbamos en la cotidianeidad ―universitaria y en general― medidas e intentos como estos. Es necesario mantener los ojos abiertos en la cotidianeidad para identificar lo que se nos puede pasar por alto por estar inmersos en ello. Pero además de identificar los hechos, es importante identificar el terreno fértil que da paso a lo que en el futuro, en retrospectiva, podría parecer obvio. Es decir, es vital preguntarnos ¿cómo es esto posible?, ¿cómo llegamos aquí?, ¿cuáles son las condiciones y la cotidianeidad que creó un terreno en extremo fértil para estas medidas que en un futuro podríamos quizás identificar con el fascismo? Adelanto algunas de las condiciones que en las últimas dos décadas han labrado el terreno y las circunstancias de vulnerabilidad: (1) el desmantelamiento obvio de las condiciones materiales para hacer posible la universidad pública, (2) el híperutilitarismo mercantilista externo e interno;  (3) en el ámbito externo y social más amplio, la demonización, vilificación, y  sembradío de un sentimiento antiintelectual que viene de diferentes ámbitos y no solo del Estado, y (4) la cultivación de un resentimiento populista contra lo que acontece en el ámbito universitario.

Pero la razón por la que hoy destaco este ensayo de Robert Cooper Hutchinson, una respuesta de 1939 a lo que entonces acontecía, es porque estos argumentos ilustran la vulnerabilidad inherente del liberalismo y de su sistema educativo, en especial el estadounidense, ante fenómenos como el fascismo. Una breve mención de los argumentos que esboza Cooper bastará para darnos cuenta de los peligros y la transformadora perversión que atestiguamos a diario en el ámbito universitario.

1. Primero, Cooper planteaba en 1939 que, en Estados Unidos, distinto al resto de Europa, se vislumbró  y  diseñó la educación fuera del control político. Esto era así, según Cooper, porque la integridad del individuo debía ser salvaguardada sin intervenciones que llevaran al despotismo del Estado. Es decir, cada ciudadano debía ser el guardián de lo que constituía una educación liberadora, libre de la interferencia ideológica. La integridad del individuo en este sentido era equivalente a obtener una educación liberal sin cortapisas.

2. En segundo lugar, según Cooper, para los fundadores de la democracia estadounidense, era preferible la “ineficacia de la democracia” a la eficiencia de la dictadura. Tómese nota. Es decir, el elemento de la gobernanza a partir del utilitarismo extremo y de los planteamientos capitalistas de costo-beneficio todavía se percibían  como sospechosos, al menos discursivamente. Había en los sectores liberales de la educación cierto consenso de que esto iba en detrimento de los derechos y de la importancia de una educación emancipadora e integral.

3. Tercero, la educación se concebía como una de las salvaguardas de peso y contrapeso contra el despotismo. Se refería no solo a los pesos y contrapesos de la separación de poderes, sino a la importancia en sí misma de la educación; no tanto como un medio, sino como fin en sí mismo para la condición humana. La educación: vista como una institución de pensamiento, como un equivalente a la libertad, y como un proceso controlado principalmente por la ciudadanía, por padres y madres y nunca por el Estado.

4.  Cuarto, Cooper pensaba que una salvaguarda contra el despotismo, o el fascismo, era el diseño institucional de las Juntas, o “boards”, independientes, entidades autónomas que, ya fueran electas o nombradas por las mismas bases locales, funcionaran  independientes de los controles de los partidos políticos, e incluso con el poder de establecer impuestos. Estas juntas suponían  un muro de contención contra el control ideológico del Estado.

5.  Quinto, la ausencia del control del federalismo en la institución educativa. Es decir, mientras más descentralizado el proceso educativo, menos posibilidades de control ideológico.

6.  Sexto, un sistema de acreditaciones independientes. Las entidades de acreditación, junto a las organizaciones gremiales, garantizarían, según Cooper, que la calidad de la educación no estuviera en peligro.

Como es evidente, cada una de estas supuestas salvaguardas que en  1939 Ralph Cooper Hutchinson señalaba como muros de contención contra el fascismo en la educación están hoy en la absoluta precariedad.  No hace falta idealizar los planteamientos de este liberal para coincidir en que aun esos diseños que el liberalismo concibió como supuestas salvaguardas de la educación liberal han paradójicamente facilitado el terreno para lo que hoy acontece a plena vista. La pregunta sería si nuestra estrategia para resistir esta afrenta se limitará a mantener y defender estos diseños, o si iremos por más: por otras grietas, que, acaso, puedan sacarnos de la trampa de los surcos que se han trazado para llegar aquí. Porque en efecto, a esta altura me parece que independientemente de cómo le llamemos,  fascismo o no, aún cuando no haya acuerdo historiográfico, en nuestro fuero interno sabemos que transitamos en terreno movedizo y estamos, como mínimo, preocupades por los tiempos que acontecen. Acaso eso nos trajo aquí hoy: la pregunta que nos ocupa, por lo tanto, no es tanto historiográfica como política y de sobrevivencia.

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¿Cuál es el panorama?

No voy a repetir aquí la lista de eventos que se han suscitado a partir del segundo término presidencial de Donald Trump en los Estados Unidos respecto a las universidades: ustedes conocen los hechos, pero resumo algunos. Desde la toma de posesión del presidente Donald Trump en los Estados Unidos, hemos visto hacerse realidad una serie de medidas ultra vires con serios visos de autoritarismo y fascismo, y en patente contravención a los entendidos mínimos de protecciones constitucionales y valores democráticos. Los y las profesores, y quienes componemos la comunidad universitaria hace tiempo, hemos sido nombrados enemigos (no solo por el vicepresidente de EE. UU., diría que también en nuestro patio, puesto que la Universidad se ha demonizado y junto con  quienes la componemos, incluso desde adentro). Aunque el ataque al sistema universitario precede al gobierno de Trump, desde enero el impacto burdo en las universidades, para las investigaciones y respecto a la libertad de expresión y académica no se ha hecho esperar. Estamos ante una afrenta peligrosa y de serias repercusiones que incluye el intento del gobierno de abiertamente controlar, pulgar e imponer quienes componen la comunidad universitaria (no de modo exclusivo en las Ivy League, ni tampoco es solo una controversia respecto al antisemitismo); el contenido de las clases y los currículos de enseñanza; los temas y metodologías de investigación, la forma de apalabrar los fenómenos sociales (cambio climático, equidad, violencia de género); el monitoreo de perspectivas, posicionamientos públicos y pronunciamientos de facultad y estudiantes; los procesos de reclutamiento de profesores; las políticas académicas respecto a la equidad, inclusión, diversidad y pertenencia a la comunidad académica; la libertad y el pensamiento crítico, y la diversidad de profesores y estudiantes internacionales. En fin, están en juego los derechos fundamentales, principios democráticos, como la libertad de expresión, la autonomía universitaria, la libertad académica, de pensamiento y de asociación. Nuestra vocación.

Me permito citar a Chris Hedges, quien sigue de cerca estos acontecimientos y ha llamado las cosas por su nombre: para él, estamos ante momentos fascistas y la educación es uno de los enemigos principales para sus gestores. Dice Hedges: “La ley en los estados autoritarios protege la criminalidad de los poderosos. Revoca el debido proceso, las libertades fundamentales y los derechos de ciudadanía. Es un instrumento de represión. Hay un paso muy pequeño entre la privación de derechos de un residente legal con tarjeta de residencia (como un estudiante que protesta en un campus universitario) y la privación de derechos de cualquier ciudadano. Esto es lo que se avecina”. Según él, y otros invitados en su proyecto intelectual independiente, no hay duda de que el fascismo va en dirección de las universidades y su élite oligárquica; lejos de resistir, a la larga se unirá como lo ha hecho en el pasado.

Hay hechos que evidentemente ilustran los tiempos oscuros de los que hablaba Hannah Arendt. Pero, aunque los  hechos que hoy monitoreamos son escalofriantes, me atrevo a decir que el reto no está ahí, sino en los actos más cotidianos, en las premisas inarticuladas que se instalan como lugares comunes y son obedecidas sin cuestionamiento suficiente o apropiadas como sentido común por la gerencia universitaria, e incluso a veces la propia docencia y el estudiantado. Lugares comunes que incluso se escuchan de exalumnos formados en nuestras aulas que identificamos como progresistas; lugares comunes que provienen de adentro y afuera, de mucho resentimiento, que sirven de caldo de cultivo al mismo autoritarismo del que queremos escapar o evitar. Estos lugares comunes hay que visibilizarlos y no dejarlos pasar, atajarlos como el mal que son.

1. Tergiversación de los derechos: Una persversión de los derechos inclusivos/de inclusión que se sirve de la invisibilizicación, la exclusión y la victimización. La eliminación de las políticas del DEI, de los baños inclusivos, de las políticas de acción afirmativa se han sabido justificar como ilegales y violatorias de derechos mediante la tergiversación de quienes son las víctimas de la desigualdad. Esa nueva narrativa habría que atajarla, y para eso las aulas son fundamentales.

2. Como señala Jason Stanley: "El combustible de los movimientos fascistas es [un] sentimiento de resentimiento por parte del grupo dominante. Así que lo que se busca es crear miedo y resentimiento [...] De ese modo, siguen apoyando al poder porque creen que los va a proteger. Entonces, presentas la otra perspectiva como si fuera un ataque a la identidad del grupo dominante”. Habría que atender ese resentimiento, no atacarlo como ignorante, sino entenderlo. ¿Por qué hay tanto resentimiento contra la universidad y la comunidad universitaria? ¿Cómo la derecha se beneficia y lo explota?

3. Retóricas de retribucionismo: Políticas de venganza de quienes advierten la búsqueda del poder por resentimiento: “Cuando llegue a esa institución… voy a desmantelarla”.

4. Tergiversación de los hechos en cada controversia: ¿Quiénes son las víctimas y quiénes los victimarios? Ofrezco como ejemplo  la situación de los baños inclusivos en el Recinto, las protestas universitarias.

5. El éxito de estereotipar a la comunidad universitaria como el enemigo y envilecer a profesores: “Lo que ocurre allí en la Universidad es Sodoma y Gomorra, son depravados, merecen castigo, son vagos, se roban el dinero, no trabajan, son corruptos, son torre de marfil, están de espaldas al pueblo, no se saben autogobernar, no se saben administrar, son incompetentes, ¡solo piensan!, hay que ponerlos en orden para que respondan a las necesidades del país”… etc. (De manera igual que se justifica PROMESA y el colonialismo de la austeridad).

6. Remover el sentido de agencia: “Solo mediante la destrucción del gobierno, de las instituciones, de los gremios, de los que persiguen ‘derechos’, la gente se va a salvar”.

7.     La Universidad debe… Todo el mundo opina y se atribuye saber el deber ser de la Universidad a partir de un utilitarismo extremo donde la vida nunca está en el centro y la comunidad universitaria está ausente de la discusión. Solo el híperproductivismo y la mercantilización de la vida misma le da sentido a la Universidad desde esas coordenadas de quienes alegan conocer  mejor el futuro de la Universidad, algo que nada tiene que ver con la vida o la libertad, sino con pauta generalizada de la autoexpotación, la permanencia y el statu quo de la crisis y la perpetuación de la concentración del poder y la riqueza.

Estas formas que se instalan permiten fertilizar el terreno para justificar acciones fascistas contra la Universidad, desde afuera, pero también desde la apropiación de la institución. Lo vimos en el pasado, quizás en otras claves, y lo vivimos en el presente desde la dictadura de  mercantilización y mercantilización de la vida. Ya no hay comunidad universitaria, hay clientes y recursos que les sirven. Pienso que esta es una de las características vitales de un utilitarismo totalitario de la vida misma que permite el fascismo.

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¿Qué nos toca a los y las profesoras en estos tiempos? 

Ante esta situación toca un llamado urgente a unirnos y prepararnos. ¿Qué nos toca a los docentes, profesores y profesoras que dedicamos nuestra vocación y vida a la enseñanza, la investigación, la búsqueda de la verdad, el pensamiento crítico y el libre pensamiento? ¿Qué llamado y compromiso ético nos convoca? ¿Cómo habremos de pronunciarnos y resistir a este nuevo embate? ¿A qué nos comprometemos éticamente respecto a nuestros estudiantes, respecto a nuestros colegas, respecto al país que depositó y deposita su confianza en nosotres como docentes del primer centro docente del país? ¿Qué le diremos?

El fascismo y el totalitarismo del siglo XX fueron posibles porque la cotidianidad no se detuvo. Siguió lloviendo, el sol salió, el tráfico mañanero continuó, la gente fue a trabajar, las familias y amigos continuaron  cenando e incluso yendo a conciertos; continuó  la cotidianeidad mientras los crímenes horrendos que parecían una excepción ocurrían, se facilitaban, se validaban y legitimaban por el derecho hasta convertirse en normalidad. El Estado de derecho permitó  y legitimó  lo que diariamente acontecía   en  los tribunales. Ocurrió  lo que Arendt llamó cotidianidades de la banalidad del mal. Banalidad porque la cotidianidad no permitió  pensar sobre lo que de pronto resultaría  normal o poco cuestionado en su ejecución. Había que seguir instrucciones.

Hoy nos toca vernos retratados en los peligros inherentes de esas cotidianidades y nos toca, sin ánimo catastrófico, pero con plena conciencia de nuestro lugar en la historia, pensarnos seriamente como universitarios con una responsabilidad ética para con nosotres, entre colegas, y entre ciudadanes de nuestro país y del mundo. ¿Qué compromiso ético nos corresponde en esta coyuntura?

Comparto brevemente algunas reflexiones:

1. Toca poner la vida en el centro. Plantear la Universidad como parte de la vida y rescatarla del utilitarismo totalitario que sienta las bases del fascismo. No cooperar con el utilitarismo que desde sus entrañas la cercena. Comprometernos con eso requiere mucho pensamiento y reflexión antes de actuar con inercia y seguir instrucciones. También requiere cuestionarnos diariamente los lugares comunes.

2. Toca la solidaridad radical con los estudiantes y no docentes, sí, pero también con los docentes todes, y en especial con los sin plaza. No podemos aislarnos, toca replegarnos y estar en todas las facultades; no dejar a nadie solo, hablar y apoyar en la cotidianeidad.

3. Fortalecer los gremios. No es momento de exacerbar conflictos gremiales identitarios; hay que dejar ir un tanto el pasado y aunar nuestras fuerzas, capital social, cultural y político.

4. Resistir desde adentro el utilitarismo. La universidad que queremos proteger no es la que estaba antes de esta afrenta, no es la tecnocrática, ni la que “tiene que ajustarse a los tiempos, sin más”. Tiene que ser una realmente emancipadora, una como fin en sí misma o, en todo caso, atada a la libertad y la emancipación. El sistema de logros, el productivismo tecnológico y tecnocrático, la centralidad de un avalúo falaz, las pautas de acreditación, el nombrarnos como meros “recursos”, la tecnocratización de los saberes y de las experiencias en las aulas, la eliminación del conocimiento como parte inherente de lo común, lo que hace es que nos reifica en la vulnerabilidad. Toca regresar a cuestionar esas premisas.

5. Defender los programas y las facultades llamadas inútiles, pero que reifican la vida misma, sin cortapisas, como Estudios Generales, la Facultad de Humanidades, los Departamentos de Filosofía, Historia, Literatura, Música y todo lo que se asemeje a la condición humana. Hay que llenar los conciertos, acudir a las conferencias, reivindicar la vida porque sí y por su belleza; desfragmentar los saberes y rescatar la esencia. Puede sonar contraintuitivo no ceder a los reclamos utilitarios de demostrar cuán útiles somos para la comunidad y el país, pero lo hemos hecho hasta el cansancio y no hemos sido exitosos, porque ahí no está la clave. Está en las experiencias de las que son testigos nuestres estudiantes y nosotres mismes. En esa clave utilitaria perderemos, siempre perderemos no importa, cuánto esfuerzo pongamos. De alguna manera, hay que regresar a Nuccio Ordine y reclamar la utilidad, pero de  qué le da sentido a la vida misma, la utilidad de lo inútil. Es lo que el sistema reclama como inútil: lo que nos salva, no solo a los universitarios, sino también a la condición humana.

6. Toca ocupar los espacios, estar, habitar el Recinto, defender la presencialidad, resistir al productivismo y dedicar tiempo y atención a quienes no tienen las mejores condiciones para resistirlo.

7. Resistir la vilificación, atajarla y no hacerle el juego, resistir el antiintelectualismo que resuena en todos lados, porque el pensamiento no es efectivo ni productivista y lo que importa es la acción, no importa cuál ni cómo sea. Acaso nos quedan pocos resquicios de espacios para la condición humana. La Universidad no es el único espacio, pero hay que decir con fuerza que es uno de los más importantes; este espacio requiere transformaciones, pero no hay que perderlo.

El caldo de cultivo de este momento fascista es el ahora, porque es en la cotidianeidad que se generó el pasado que en presente  nos es solo un referente histórico. Es ya, en nuestra cotidianeidad, donde se está fraguando el fascismo. No es que viene, no es mañana, es en el día a día; esta tarde, mientras almorzamos, tomándonos el café, celebrando un cumpleaños, presentando una propuesta de investigación, mientras nos ocupamos de lo inmediato. Y será en esa cotidianidad universitaria donde lo resistamos, con unidad de propósito, conscientes y de manera estratégica. Toca organizarnos para defender la vida.

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Érika Fontánez Torres es catedrática de la Escuela de Derecho de la Universidad de Puerto Rico y pertenece a la Junta Nacional de la Asociación Puertorriqueña de Profesores Universitarios (APPU).

Referencias:

Arendt, Hannah. Men In Dark Times. London, 1968.

Klein, Naomi, and Astra Taylor. “The Rise of End Times Fascism.” The Guardian, April 13, 2025, sec. US news. https://www.theguardian.com/us-news/ng-interactive/2025/apr/13/end-times-fascism-far-right-trump-musk.

Hedges, Chris. “Erasing History: How Fascism Works (w/ Jason Stanley).” Substack newsletter. The Chris Hedges Report (blog), March 26, 2025. https://chrishedges.substack.com/p/erasing-history-how-fascism-works?publication_id=778851&utm_campaign=email-post-title&r=kbh0e.

Hutchison, Ralph Cooper. “Fascism and Higher Education.” The Atlantic, June 1, 1939. https://www.theatlantic.com/magazine/archive/1939/06/fascism-and-higher-education/653955/.

Érika Fontánez Torres, PhD

Érika Fontánez Torres es catedrática de la Escuela de Derecho de la Universidad de Puerto Rico y pertenece a la Junta Nacional de la Asociación Puertorriqueña de Profesores Universitarios (APPU).

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