Democracia Socialista y la lucha por la independencia
La sociedad colonial se descompone. En su decadencia, crece el sentimiento a favor de la descolonización y la independencia. Esto acentúa la importancia de que reflexionemos sobre cómo lograrla y qué contenido darle. ¿Cómo asegurar que se convierta en un sentimiento mayoritario y que haga realidad su potencial democrático y liberador?
La independencia contra la colonia… y el capitalismo
Muchos son los problemas que nos agobian: la falta de empleo, la mala paga, la inseguridad laboral, la falta de vivienda adecuada, la crisis de los servicios de salud, el empobrecimiento de los adultos mayores, la crisis energética, la destrucción ambiental, el desmantelamiento de conquistas laborales y democráticas, los ataques a la universidad pública, la violencia en la calle y los hogares, entre otros.
Existe la tentación de pensar que todos los problemas son resultado de la relación colonial y que la mera independencia bastaría para resolverlos. Muchas veces escuchamos el comentario: este o aquel problema es resultado de la colonia y, por tanto, necesitamos la independencia. Esto es cierto: la relación colonial agrava todos los problemas y la independencia política es un paso indispensable para empezar a resolverlos. Pero la relación colonial no es la única causa de estos problemas y la independencia, si bien es necesaria y urgente, no es suficiente para atenderlos. Ni tan siquiera es la causa principal. Basta mirar la situación de muchos países independientes para comprobarlo. La causa de estos problemas se encuentra también en las políticas neoliberales y patronales impuestas desde hace tres décadas que a su vez responden a las reglas fundamentales del capitalismo.
El capitalismo, como se sabe, tiene como fundamento la desigualdad. La mayoría de la población está desposeída: no es dueña ni de talleres, ni fábricas, ni comercios, ni bancos, ni grandes medios de transporte o comunicación. Esa mayoría está obligada a venderse por un salario a la minoría que monopoliza esos recursos; y los integrantes de esa minoría compiten entre sí en el mercado buscando la mayor ganancia posible. Esa ganancia se logra a costa de la gente y del ambiente. No es difícil encontrar esa causa detrás de los problemas mencionados anteriormente.
La organización del pueblo
Ante esta realidad creada por el capitalismo colonial necesitamos la independencia, pero no cualquier independencia, sino una independencia que construya un país igualitario, solidario y ecológico, lo cual solo puede lograrse con un amplio sector público bajo control obrero y ciudadano, sólidas garantías laborales y sociales y la planificación democrática y ecológica del uso de sus recursos. A su vez, la única manera de lograr esa independencia es a través de la organización del pueblo trabajador y de todos los sectores oprimidos para la defensa de sus intereses.
Es cierto que (1) la mayor parte del pueblo no está organizada; (2) la minoría organizada muchas veces no está activa ni movilizada y (3) las luchas activas no coordinan sus esfuerzos. Tenemos entonces que organizar a los no organizados, movilizar a los organizados y coordinar las distintas luchas. Es una tarea ardua, pero es el único camino hacia la independencia que buscamos.
Camino a las mayorías
Hay que recordar que la mayoría del pueblo solo abrazará la independencia en la medida en que se convenza de que conviene a su aspiración de una mejor vida y solo llegará a ese convencimiento en la medida en que se organice para defender sus intereses. Es decir, esa organización del pueblo trabajador es indispensable tanto para aprovechar el potencial liberador de la independencia como para convertir al independentismo en una fuerza mayoritaria. Sin esa organización del pueblo trabajador y todos los sectores oprimidos, no podrá surgir la independencia que nos libere del desastre económico, social y ecológico en que nos ha hundido el capitalismo colonial. Pretender que solo enarbolemos la bandera nacional, la bandera de Puerto Rico, excluyendo las banderas de esas luchas (obreras, de las mujeres, ambientales, LGBTTQ y las organizaciones que las impulsan) es mantener el horizonte del independentismo cerrado a los reclamos de liberación que le pueden y deben dar un contenido liberador.
La independencia que necesitamos
Algunos dirán: “logremos primero la independencia. Veremos luego qué contenido le damos.” El problema con esta posición es que la independencia no llegará, cuando llegue, vacía de contenido, sino con un contenido político, económico y social. Esta posición asegura que cuando llegue no tengamos la fuerza organizada para encaminarla en la dirección a la que aspiramos: una independencia que rescate a la mayoría del maltrato, la desposesión y la imposibilidad de aspirar a una vida floreciente. Las organizaciones sociales y políticas que pueden asegurar esto no pueden construirse de un día para otro. El momento de construirlas es ahora.
En ausencia de fuerzas políticas que defiendan ese programa, lo que podemos esperar es la continuación de las formas de dominación, desigualdad, explotación y destrucción ambiental existentes, aun bajo la independencia. Recordemos que los explotadores, los acaparadores y los corruptos ya cuentan con las fuerzas políticas (partidos, asociaciones, medios) y la fuerza económica para perpetuar su dominación y sus privilegios, ya sea en la colonia, la independencia o la llamada libre asociación. ¿Quién puede enfrentarlos? ¿Quién puede evitar que en un Puerto Rico independiente se perpetúen los males de la colonia? ¿Quién puede evitar que se mantenga la ganancia privada como eje de las decisiones económicas, la precariedad laboral como supuesta garantía de eficiencia, la inseguridad social a nombre de la “responsabilidad individual”, las concesiones contributivas al gran capital para lograr la inversión? Quien único puede impedirlo es el pueblo trabajador organizado y movilizado para la defensa de sus intereses. Y no puede impedirlo abrazando las promesas del mal llamado “libre mercado”, sino cuestionando y desmantelando las reglas de la competencia capitalista, que, lejos de producir libertad, generan e imponen desigualdad, fragmentación social, violencia y destrucción ambiental.
No estamos solos
Lo que proponemos implica nadar contra la corriente neoliberal que ha predominado en el mundo durante las últimas décadas y contra la extrema derecha que se ha fortalecido en los últimos años, incluyendo Estados Unidos, con el avance de las fuerzas animadas por Donald Trump. ¿Podemos asumir tal tarea aisladamente? No, nadie puede hacerlo, pero no estamos solos: las políticas neoliberales y las consecuencias sociales y ambientales del capitalismo generan resistencias en todo el mundo, incluyendo Estados Unidos. Esas luchas en Estados Unidos, y otros países, son nuestras aliadas y con ellas debemos coordinar nuestra lucha por la justicia social, el ambiente y la independencia de Puerto Rico.
Esto implica afinar nuestra concepción de Estados Unidos. No defendemos la independencia porque Estados Unidos “es un país racista” o porque “los americanos no nos quieren”, como hacen no pocos independentistas. La defendemos porque lo que más conviene al pueblo puertorriqueño es organizarse democráticamente como una república soberana en colaboración con los demás pueblos del mundo. Por otro lado, Estados Unidos, al igual que Puerto Rico, es una sociedad dividida en clases que alberga fuerzas opuestas y en conflicto: por un lado, fuerzas racistas, antidemocráticas, patronales e imperialistas, ciertamente, pero también, por otro lado, fuerzas antirracistas, democráticas, obreras y antiimperialistas. Las últimas luchan por lo mismo que nosotros en Puerto Rico y con ellas debemos vincularnos.
Una inclinación preocupante
Hoy podemos observar como Donald Trump intenta consolidarse como el líder autoritario del imperialismo norteamericano en un intento de reafirmar su predominio global. A la vez, hemos visto cómo algunos (no todos) de los proponentes del llamado Plan B han querido convencer a la administración Trump de aprobar la independencia por decreto presidencial afirmando que la propuesta está “alineada con la Agenda América Primero” y que la independencia convertiría a Puerto Rico en un “aliado y socio estratégico de Estados Unidos en el Caribe”. También se ha querido asociar la propuesta a las políticas de reducción de gasto público de Trump.
Uno se pregunta: ahora que Trump acentúa el carácter más burdamente imperialista de su política en el Caribe (Venezuela y el Canal de Panamá, por ejemplo) y América Latina (México y Brasil, por ejemplo) ¿vamos a promover la independencia ofreciendo ser un “aliado y socio estratégico de Estados Unidos en el Caribe”? Sería vaciar la independencia de todo contenido antiimperialista. De igual forma, ahora que la política de Trump pretende desmantelar lo que queda de gasto público social y del estado de bienestar a costa de las grandes mayorías (incluyendo la mayor parte de nuestra diáspora), ¿vamos a asociar la independencia a esos recortes, que son parte de la agenda ultraneoliberal? ¿Qué tipo de política prepara y augura esto para una futura república puertorriqueña? ¿Qué mensaje, además, daría a los sectores en lucha en los Estados Unidos sobre nuestro movimiento independentista? Alejamos potenciales aliados —aliados de verdad, necesarios para la futura independencia— por querer hacerle el juego a Trump.
Una lucha por la independencia, anticapitalista e internacionalista
Regresemos al punto central: la necesidad tanto de dar a la independencia el mayor contenido liberador posible como de convertirla en una fuerza mayoritaria exige la organización del pueblo trabajador para la defensa de sus intereses. Desde esa perspectiva —sin excluir las propuestas de transición al gobierno federal—, nuestros aliados no serán Trump y los trumpistas, sino los que dentro y fuera de Estados Unidos luchan contra la agenda de Trump, a quienes también debemos proponer procesos de transición a la independencia de mutua conveniencia. Esa es la concepción de la independencia desde una perspectiva anticapitalista e internacionalista que orienta el trabajo de Democracia Socialista.