Sobre el fascismo: antes, ahora y en la Universidad
Breve introducción a una discusión necesaria
por Johana Martínez Rosario, PhD
El pasado miércoles 7 de mayo de 2025 se celebró un panel en la Facultad de Ciencias Sociales del Recinto de Río Piedras de la Universidad de Puerto Rico bajo el título de “El fascismo: antes, ahora y en la Universidad”. El mismo fue organizado por el capítulo de Río Piedras de la Asociación Puertorriqueña de Profesores Universitarios (APPU) y tuvo el propósito de iniciar una necesaria discusión sobre la actual situación político-social.
Trump regresó a la presidencia de los Estados Unidos para realizar el Proyecto 2025 diseñado por la conservadora Heritage Foundation. Vino a cumplir promesas, a liberar reclusos millonarios y a enriquecer a quienes lo están beneficiando. Parecería un guion poco probable, pero es lo que ha tenido en shock a media humanidad. Como comentaron Klein y Taylor en The Rise of End Times Fascism, “La ideología predominante de la derecha extrema se ha convertido en una monstruosa lucha por supervivencia supremacista. Nuestra tarea es crear un movimiento lo suficientemente fuerte como para deternerlos.”
Las universidades son blancos de ataques con los que se han empeñado los republicanos. Agreden la intelectualidad, las ciencias naturales, las artes, las ciencias sociales, la medicina, la investigación: todos los mundos que les han cerrado el paso y cuestionado su ética existencial del mercado desmedido. Intentan destruir un progreso generado por una mayoría inmigrante, liberal e intelectual que ya no les calza.
Los planteamientos de los colegas presentados en las siguientes ponencias cuestionan asuntos fundamentales sobre el fascismo. Ramón Rosario Luna explica cómo esa tendencia es producto de crisis inevitables del capitalismo y cómo esa forma pudiera repetirse. Francisco Fortuño Bernier examina cuán próxima está esa supuestamente lejana realidad y explora cómo ese fenómeno está presente en el gobierno estadounidense actual. Érika Fontánez Torres muestra los alineamientos político-sociales desde la defensa de qué es y qué debe seguir siendo el quehacer universitario en este contexto. Cada palabra y llamado se hizo desde la sincera preocupación sobre el presente, y desde una actitud de enfrentamiento.
Esperado o no, este porvenir duele, molesta y nos sacude; pero ¿qué haremos para continuar? La supervivencia es la unión de un caminar pensado y diagnosticado. Un importante paso en ese camino fue el que dio la APPU nacional en su asamblea del 30 de mayo de 2025: este sindicato suscribió una resolución en la que se declaró antifascista; y lo hizo unánimemente.
La grabación del panel está disponible a continuación:
Definir y explicar el fascismo[1]
por Ramón Rosario Luna, PhD
Introducción
Recientemente las derechas autoritarias han resurgido e incluso llegado a gobernar en Brasil, Italia y Estados Unidos. Esto ha generado discusión con respecto al término fascismo, lo cual hace pertinente definirlo. Este artículo inicia estableciendo unas bases para estudiar el fenómeno. Luego explica el auge del fascismo como respuesta a una policrisis y comenta su retórica. Cierra sugiriendo soluciones.
Definiciones, premisas y preguntas
El fascismo es la dictadura terrorífica del gran capital para enfrentar las crisis económicas, sociales y políticas surgidas en Italia y en Alemania en la década de los 1920. Fue un movimiento de masas dentro del que se destacan la pequeña burguesía y el lumpenproletariado. Aplasta a la clase trabajadora y, esgrimiendo nacionalismo, también a las minorías étnicas y raciales, a las mujeres y a la diversidad de orientaciones sexuales. Desecha la democracia liberal para acometer dichas agresiones y asume un militarismo expansionista. En otros textos he expuesto que el fascismo es la exacerbación de las opresiones. Llamaremos criptofascismo a las derechas autoritarias contemporáneas, pues son cercanas a, y simpatizan con, el fascismo.
Para explicar dicho fenómeno, parto de estas premisas:
1. Lo ideológico-político está principalmente determinado por las relaciones socioeconómicas. La economía, la producción social de lo necesario para vivir, es fundamental para los humanos. Similar importancia tienen los debates con respecto a lo socioeconómico, por lo cual los movimientos políticos son, en buena parte, posicionamientos ante esas relaciones.
2. Las demás dimensiones sociales son factores activos. Los sistemas sociosexuales, las relaciones étnico-raciales, la relación con el ecosistema, las ideas políticas, estéticas, filosóficas y religiosas, entre otras, son parcialmente autónomos, pues contienen particularidades que no están definidas por el contexto socioeconómico. Dialécticamente, también influyen en otros ámbitos.
3. Los fenómenos son históricos. La sociedad cambia en el tiempo y esas transformaciones resultan de los diversos conflictos sociales. Dada la primera premisa, los conflictos económico-políticos constituyen el principal factor en la conformación de los cambios sociales.
Estos presupuestos delinean la perspectiva propuesta por Karl Marx. Esta se opone a dos tipos de interpretación. Una es epistemológicamente idealista: reduce el fascismo a elementos superestructurales al definirlo solamente como totalitarismo político, como ideas antidemocráticas-antiliberales (racismo, xenofobia, anti-judaísmo, patriarcado), prácticas atroces (campos de concentración y de exterminio), o al reducirlo a la personalidad de un caudillo. Esto desconoce el proceso de la generación experiencial-socioeconómica de las ideas y oculta el carácter capitalista del fascismo. Esta mirada es propia del liberalismo político, posicionamiento usual de la burguesía, que ignora que el liberalismo económico inevitablemente engendra crisis y que el fascismo es la forma del capitalismo en tiempos de decadencia. Otra interpretación problemática es la de un materialismo no dialéctico que reduce el fenómeno a lo económico, y niega que las ideas, la política y los demás espacios sociales son factores activos. Al reducir el asunto a lo económico, desestima la importancia de la democracia, lo que en su práctica política propende al autoritarismo. Este punto de vista es orgánico al estalinismo, modelo socialista que concentra el poder en manos de la burocracia.
Dado lo anterior, podemos preguntarnos lo siguiente. ¿Qué condiciones socioeconómicas existían en el contexto en el que se generó el fascismo? ¿Cómo los fascismos son respuestas a dichas condiciones? ¿Qué vínculo existe entre las relaciones socioeconómicas fascistas y los demás ámbitos sociales? ¿Qué coincidencias y divergencias tienen el fascismo y esas derechas?
Crisis económica y social
Según León Trotski, el fascismo surge con el colapso del capitalismo. Ese colapso aparece como la síntesis de una crisis doble que combina ciclos cortos y ondas largas.
Los ciclos cortos duran unos 7 a 10 años y le son inmanentes al modo de producción capitalista. Comenzaron en la década de los 1820 y alternan periodos de intensa y reducida actividad económica (recesión/depresión).
¿Por qué surgen esos ciclos? Marx planteó esto en el “Prólogo” de Una contribución a la crítica de la economía política:
Al llegar a una fase determinada de desarrollo, las fuerzas productivas materiales de la sociedad entran en contradicción con las relaciones de producción existentes o, lo que no es más que la expresión jurídica de esto, con las relaciones de propiedad dentro de las cuales se han desenvuelto hasta allí. De formas de desarrollo de las fuerzas productivas, estas relaciones se convierten en trabas suyas […]
Dicho de otro modo, las relaciones de propiedad burguesas (individuales, limitadas) son incapaces de manejar las fuerzas productivas (sociales y portentosas) provistas por la maquinaria. Las ganancias son la prioridad de los capitalistas, y estos usan esas fuerzas productivas para producir inmensamente, pero el mercado es incapaz de absorber esa producción debido al escaso poder adquisitivo resultante de que los capitalistas contratan la menor cantidad de gente posible y pagan salarios tan bajos como pueden. La producción-oferta supera a la demanda total y adviene una sobreproducción de la cual emerge una crisis de quiebras, desempleo y miseria. La Gran Depresión iniciada en 1929 es el caso más destacado de ello. La segunda crisis cíclica más grande es la Gran Recesión, comenzada en 2008.
Estas crisis cíclicas existen dentro de ondas largas del desarrollo capitalista. Ernest Mandel las definió como sucesivas fases de auge y de estancamiento, cada una de las cuales dura décadas. El auge es posibilitado por factores extraeconómicos (revoluciones políticas, guerras, expansión territorial…) que posibilitan una tasa de ganancia extraordinaria; dicho nivel de ganancia incentiva altos niveles de inversión y de actividad económica. En ese espacio temporal, las crisis cíclicas no son graves y tienden al crecimiento. La fase de estancamiento comienza cuando desaparecen las condiciones que propiciaron la alta tasa de ganancia; con la baja tasa, se reduce la inversión y la actividad económica y las crisis cíclicas cortas son más fuertes.
¿Cómo se manifiestan en lo concreto histórico estas ondas largas? Mandel informa que, luego de que el imperialismo azuzó una fase expansiva iniciada en los 1890, advino un estancamiento en 1914, cuya máxima expresión fue la Gran Depresión iniciada en 1929; ese fue contexto del fascismo clásico. A partir de 1945, la devastación de la Segunda Guerra Mundial, el aplastamiento fascista de la clase trabajadora, las políticas económicas keynesiana-fordista-welfareista y el macartismo posibilitaron altas tasas de ganancia, y el capitalismo comenzó una fase de auge. Cuando alrededor de 1970 la tasa de ganancia bajó debido al incremento del costo de la inversión tecnológica y al aumento de los precios del petróleo, cesó el auge de la posguerra, y el capitalismo cayó en una fase de prolongado estancamiento de la que no ha salido. La Gran Recesión que vivimos desde 2008 es la crisis cíclica más profunda de esta fase de estancamiento; este es el contexto de las derechas autoritarias recientes.
Los auges del fascismo y de las derechas autoritarias sucedieron en depresiones/recesiones (Gran Depresión y Gran Recesión), propias de ciclos cortos dentro de fases de estancamiento al interior de ondas largas del capitalismo. Esas expansiones del fascismo son victorias burguesas sobre el proletariado en un contexto en el que existen las condiciones (tecnoeconómicas) para una revolución social, pero el proletariado no ha podido desarrollarse ideológico-políticamente como para prevalecer sociopolíticamente e implantar otras relaciones de propiedad y de producción. Para Clara Zetkin “el fascismo es el castigo al proletariado por no haber continuado la revolución que comenzó en Rusia”.
Estas crisis socioeconómicas tienen un efecto social. A pesar de la abundante riqueza existente, aparece una gran cantidad de personas que está en la miseria, pues están desempleadas. Esto es más profundo aún en la época del fascismo clásico, cuando las reformas del Estado benefactor no se habían generalizado. En sus investigaciones sobre los factores que generan problemas sociales en múltiples países, Richard Wilkinson y Kate Pickett documentaron que en situaciones de desigualdad socioeconómica acentuada proliferan los problemas sociales como la falta de acceso a vivienda, las enfermedades curables, la delincuencia, la violencia, las psicopatologías, el alcoholismo, las adicciones, la deserción escolar y conflictos obrero-patronales. Esta gran intensidad de problemas sociales surge de la profundización de la violencia económica que asume el capitalismo en tiempos de crisis. Esto se añade al agravamiento de antiguas desgracias, como el racismo, la xenofobia, la misoginia y la heteronormatividad.
Ante ese desbarajuste económico y social, el fascismo aparece como una forma de establecer el orden que preserva los privilegios de la clase capitalista. El uso de la represión para vencer el caos y el desorden refuerza el autoritarismo y las jerarquías, y se presenta como una deseable certidumbre ante la vorágine social causada por la economía capitalista. La cancelación de derechos democráticos disciplina a los sujetos aterrorizándolos; eso asegura las subordinaciones socioeconómicas, sociosexuales y étnico-raciales.
En el fascismo, el sentimiento nacional justifica el autoritarismo político que defiende las jerarquías sociales; la nación, incluye tradición (autoritarismo), familia (patriarcal) y propiedad (privada) y aglutina. Helena Morgan expone que el programa nazi “kinder, küche, kirche”, en el que el gobierno les pagaba a las mujeres por quedarse en la casa para atender a los niños, la cocina y la iglesia, confinaba a las mujeres a los roles tradicionales. El nacionalismo también exaltaba a la tradición como pureza cultural ante la vorágine urbana, y ante la contaminación cosmopolita y de otras naciones, y facilita el militarismo expansionista. A la vez, el nacionalismo facilitó imponer la autoridad que el liberalismo era incapaz de implantar y defendió la jerarquía capitalista que los comunistas querían destruir.
Notemos el mutuo reforzamiento entre las diversas opresiones, sean de clase, género, orientación sexual o etnicidad-racialidad. Esto se explica por el hecho de que la economía es tan importante que las formas de relacionarse y actuar allí establecidas delinean las interacciones de los demás ámbitos sociales: si el capitalismo es cada vez más opresivo, la opresión aparece como la forma normal de actuar y dicho principio se traslada al modo de tratar a las mujeres, las personas LGBTTQI+ y las minorías étnicas y raciales. También se explica por el hecho de que esas otras dimensiones sociales también son fuente experiencial, por lo que los aprendizajes allí acaecidos preparan a los sujetos para las relaciones socioeconómicas: mientras más opresivas sean las interacciones sociosexuales y étnico-raciales, más fácil es intensificar la opresión de clase.
Crisis política
Las crisis fortalecen las tendencias socialistas: lo brutal de aquellas, la coexistencia de opulencia y miseria, y el que los trabajadores hayan producido la riqueza y estén en pobreza, radicaliza a los obreros. El fascismo es parcialmente una respuesta a esto. Veamos los casos de Italia y Alemania.
En Italia hubo una oleada de huelgas y de tomas de fábricas y de tierras en 1919-1920 y, en las elecciones de 1919, el Partido Socialista obtuvo el 33% de los votos; en 1921 los partidos Comunista y Socialista sumaban en 29% de los votos. Como respuesta a ese avance obrero-socialista, el Partido Nacional Fascista surgió en 1921 y tomó el poder político en 1922; rechazaba tanto el socialismo y el comunismo como la democracia liberal y consiguió el 65% de los votos en 1924. Trotski indica que la traición de los reformistas del Partido Socialista ante el levantamiento obrero facilitó el avance fascista. La investigación de Roberto Franzosi sobre la violencia política en Italia entre 1919 y 1922 deja claro que en 1919 y 1920 los conflictos ocurrieron principalmente entre patronos y policía contra trabajadores. También entre 1921 y 1922 los principales ataques fueron los realizados por los fascistas contra la clase obrera, los socialistas y los comunistas. Los fascistas realizaron la “Marcha sobre Roma” de 1922 y a partir de eso el rey Víctor Manuel III cedió el poder político a Mussolini; según Denis Mack Smith, los grandes capitalistas apoyaron eso para evitar las huelgas, el bolchevismo y la expropiación de las empresas capitalistas. Guérin informó que el gobierno fascista italiano favoreció consistentemente a los capitalistas, lo cual incluyó abundantes privatizaciones de corporaciones públicas y eliminar concesiones hechas a las clases trabajadoras luego de la Primera Guerra Mundial. Eso requería eliminar derechos de la democracia liberal, e incluso esa estructura política; los partidos de Mussolini y de Hitler eran útiles para ello.
En Alemania, obreros y soldados comenzaron una revolución en 1918; esta derribó la monarquía. El 12 de enero de 1919, el levantamiento espartaquista fue derrotado y se estableció una república burguesa. En las elecciones del 19 de enero de 1919 el Partido Socialdemócrata ganó las elecciones con el 38% de los votos y las de 1928 con el 30% de los votos; sumando los votos del Partido Comunista, la izquierda obtuvo el 41% de los votos. El partido Nazi logró el 3% de los votos en 1928, pero ascendió al 18% en 1930 y al 37% en 1932. Según Henry Ashby Turner, el apoyo financiero de los grandes empresarios fue crucial para el ascenso Nazi; y Adam Tooze expone que los capitalistas veían en Hitler la capacidad para destruir a la izquierda política y eliminar los sindicatos y las huelgas para así poder aumentar sus ganancias. Para esa victoria consiguieron apoyo de diversas clases sociales. Daniel Guérin planteó que los pequeños capitalistas, intolerantes a aumentos salariales y temerosos de que una revolución socialista/comunista les expropiaran, apoyaron a los nazis. Trotski arguyó que la pequeña burguesía es una de las bases del fascismo. Eric Hobsbawm, por su lado, informa que el nazismo fue un refugio para esa clase, pues le protegía de la amenaza de perder su negocio, ya sea por no poder competir con el gran capital o por expropiación en una revolución socialista-comunista; el 18% de los miembros nazi eran pequeños burgueses, lo cual plantea una sobrerrepresentación. Guérin agrega que los campesinos, temerosos de que los socialistas-comunistas los expropiaran, apoyaron a los nazis. Según Hobsbawm, los nazis también lograron apoyo significativo entre los asalariados de cuello blanco, pues el 56% de su membresía eran trabajadores administrativos y de oficina; Guérin explica que los asalariados de cuello blanco estaban dispuestos a atacar a los obreros para preservar su situación. Según Hobsbawm, los nazis implementaron algunas medidas favorables para los trabajadores “racialmente puros”, y que una serie de obras públicas redujeron el desempleo, pero solo el 14% de los miembros de ese partido eran obreros, implicando un apoyo menor entre esa clase, lo cual era más escaso aún entre obreros sindicalizados. Trotski planteó que el lumpenproletariado es otra base del fascismo, apoyo que consiguieron usando la xenofobia para adjudicar el desempleo a los extranjeros. Unger-Alvi reporta que entre los diputados al parlamento del partido Nazi entre 1919 y 1933 estaban sobrerrepresentados los pequeños burgueses, los campesinos, empleados gubernamentales y oficiales militares; estaban subrepresentados los obreros, y más aún los líderes sindicales.
Comparando, en Italia, ante la radicalización de la clase obrera, los capitalistas asumieron el fascismo: como la democracia liberal amenazaba la propiedad privada, los burgueses cancelaron esa democracia. En el caso alemán, el fascismo contenía anticomunismo, pero era principalmente un medio a través del cual los capitalistas enfrentaron una crisis multidimensional e impusieron condiciones que elevaron la tasa de ganancias. En ambos casos a la burguesía le fue útil implantar una dictadura terrorífica para aplastar al movimiento obrero, exacerbar todas las opresiones e impulsar sus proyectos.
Retórica y realidad
El nazismo es demagógico. Los fascistas recabaron apoyo de diversas clases. Pero, estando de acuerdo con Hitler en que la democracia y el capitalismo son incompatibles ya que aquella llevaría al socialismo y al comunismo, los capitalistas financiaron la campaña electoral de 1933 para destruir la democracia, según Tooze. Esta elección, efectuada en un contexto de violencia fascista anticomunista, dio la victoria a los nazis; inmediatamente estos aprobaron la Ley Habilitante, que otorgó poderes dictatoriales a Hitler. Priorizaron los intereses de los capitalistas: Germa Bel informó que privatizaron empresas; inauguraron los campos de concentración en 1933, enviando a los líderes sindicales, comunistas y socialistas y eliminaron los derechos a sindicalización y a huelga, lo que redujo los salarios reales. Eso facilitó una activación económica que desarrolló las fuerzas armadas necesarias para la expansión militar, brindándole a los capitalistas los recursos naturales necesarios para su industria y mercados donde vender la sobreproducción. Guérin adiciona que la demagogia fue central, pues en ocasiones los fascistas se presentaron como anticapitalistas, pero jamás tocaron la propiedad privada; por el contrario, usaron gangas de matones, reclutados entre el lumpenproletariado y pagadas por los capitalistas, para romper huelgas y para atacar a socialistas y comunistas.
El nacionalismo es importante en el fascismo. Hobsbawm plantea que el resentimiento ante los resultados de la Primera Guerra Mundial fue clave para su ascenso. Alemania fue obligada por los vencedores a pagar onerosas reparaciones de guerra. Italia estuvo en el bando triunfante, pero muchos italianos interpretaban que recibieron un botín insuficiente. La Gran Depresión agravó la ya dura situación socioeconómica de esos países. Desde el nacionalismo eso era humillante. Los fascismos promovieron de idea del resurgimiento de la nación, lo cual requería chivos expiatorios: acusaron a los políticos democrático-liberales de traicionar a su país, descartaron la democracia liberal y la emprendieron contra judíos, sindicalistas, socialistas y comunistas. Exaltar las tradiciones nacionales (usualmente xenofóbicas, racistas, misóginas y homofóbicas) reforzó el autoritarismo que usaron para imponer orden ante el caos social, para defender el capitalismo ante amenaza obrera-socialista y para restablecer altas tasas de ganancia.
Guérin planteó que el crecimiento de cierto tipo de conocimiento acompañó la situación económica y social que propició el auge del fascismo. Dicho nacionalismo esgrimió un misticismo que trazaba un destino para la patria mediante eslóganes, emociones y demagogia; desconocía los hechos y la racionalidad. Dicho irracionalismo era contradictorio: usaba la ciencia para proveer el desarrollo tecnológico crucial para dar poder económico a los capitalistas y poder militar a sus estados; pero, para entender la sociedad, su organización, la economía, los derechos (de los trabajadores, las mujeres, las minorías étnico-raciales, entre otros) y la historia de todo ello, y conocer científicamente, incluso una hermenéutica responsable e informada, fue descartado para acoger tergiversaciones acomodaticias. M. N. Roy añade que el fascismo se sustenta en un irracionalismo místico que propende al voluntarismo y a desatar las pasiones; desde esa perspectiva, la razón, la ciencia, el socialismo, la democracia y el cristianismo son obstáculos que hay que remover para dar paso al superhombre. Este irracionalismo es cónsono con el autoritarismo político y con el culto a la personalidad del gran líder, y antagoniza con la pluralidad democrática, pues esta se nutre de la diversidad de pensamientos.
La interacción fascismo-religión es compleja. En Italia, los fascistas inicialmente atacaron a clérigos católicos; luego Mussolini entabló una alianza con esa iglesia para usar el prestigio que esta tenía entre la población. En Alemania, el antijudaísmo fue descomunal. Pero el vínculo con el cristianismo fue ambiguo, pues entre católicos y protestantes hubo apoyo y crítica al nazismo; sin embargo, Unger-Alvi reporta que en la élite política nazi los sacerdotes católicos estaban subrepresentados y que los pastores protestantes estaban sobrerrepresentados. El nazismo, desde la exaltación de las pulsiones propias del despotismo de una oligarquía abriéndose paso violentamente, despreciaba la subjetividad sumisa de las religiones abrahámicas. Pero todas las religiones recibieron dura represión, y en el caso de los judíos, de manera genocida.
Conclusiones y soluciones
Esta redacción expone que el fascismo es una respuesta burguesa a la decadencia del capitalismo. También plantea que esa tendencia política intensifica todas las opresiones, sean socioeconómicas, étnico-raciales o sociosexuales, y que dichas intensificaciones se refuerzan recíprocamente.
Queda comparar el fascismo clásico y los criptofascismos contemporáneos. Ambos medran en la crisis del orden burgués y atacan a las clases trabajadoras, a los grupos históricamente oprimidos y al conocimiento (incluyendo a las universidades). Difieren en que la política económica de antaño es más keynesiana y la de los coetáneos contiene más elementos neoliberales. También discrepan en que los actuales se plantean conscientemente la agresión al medio ambiente. Otra disparidad es que los primeros establecieron regímenes totalitarios y los segundos no han destruido la democracia liberal, aunque la administración Trump está moviéndose hacia ello. Contextualizando, el fascismo surgió durante la Gran Depresión ocurrida dentro del estancamiento prolongado de 1920 a 1940 y resurgió de forma moderada a partir de la Gran Recesión, que es parte del estancamiento iniciado alrededor de 1970.
Evitar el ascenso del fascismo o de sus facsímiles, y que, una vez ascendido a gobierno un partido de este tipo, sustituya la democracia liberal por un régimen (cripto)fascista, exige acción organizada en diversas dimensiones.
1. Organizar la clase obrera en los centros laborales, pero también en asuntos que desbordan el taller de trabajo, como la legislación sobre salarios, jornada laboral, jubilación, privatizaciones y sobre acceso a alimentos, vivienda, salud y educación.
2. Proteger los derechos políticos y civiles: como el fascismo incluye dictadura, evitar su avance requiere defender y desarrollar la democracia, específicamente en cuanto al derecho de organización y de expresión, y en cuanto a no cancelar los debidos procesos establecidos por ley.
3. Defender las minorías étnico-raciales: arremeter contra toda expresión de racismo y xenofobia.
4. Enfrentar al patriarcado: embestir contra la misoginia, la heteronormatividad y la cisnormatividad.
5. Promover una relación sana con el ecosistema: sustituir la base tecnoenergética fósil por fuentes renovables, reducir la generación de basura, establecer programas de reciclaje y transformar los modos de transporte.
6. Combatir la agnofilia: defender el conocimiento en sus diversas formas (filosofía, ciencia, artes), su autonomía y a las universidades como sede fundamental en la producción de este.
7. Todas esas dimensiones se sintetizan en el ámbito político: en contextos previos al ascenso del criptofascismo al gobierno es imprescindible derrotarlo electoralmente; si están gobernando es trascendental evitar que se convierta en régimen; desarrollar coordinaciones amplias de organizaciones antifascistas es imperativo.
Pero todo lo anterior es insuficiente; y en buena parte imposible mientras haya capitalismo. Siguiendo la argumentación marxista, la raíz del problema es el desfase entre propiedad burguesa-individual y fuerzas productivas sociales. En cuanto a las relaciones de propiedad, la solución es sustituir la propiedad privada de los medios de producción por la propiedad colectiva de dichos medios. En cuanto a las relaciones de producción, eso significa reemplazar el control capitalista de los procesos de producción por el control obrero-democrático de esos procesos. No erradicar el capitalismo es dejar intocada la base económica que inevitablemente genera las crisis ante las cuales surge el fascismo. La mejor forma de evitar la exacerbación de las opresiones es abolirlas. Como dijo Zetkin: “solo derrocar el capitalismo imposibilita el ascenso del fascismo”.
Referencias
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Franzosi, R. (1997). Mobilization and Counter-Mobilization Processes: From the “Red Years” (1919-20) to the “Black Years” (1921-22) in Italy: A New Methodological Approach to the Study of Narrative Data. Theory and Society, 26(2/3), 275–304. http://www.jstor.org/stable/657929
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Hobsbawm, E. (1995). The Age of Extremes. The Short Twentieth Century 1914-1991. Abacus. http://digamoo.free.fr/hobsbawm1994.pdf
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Unger-Alvi, S. (2022). The Social Backgrounds of Nazi Leaders: A Statistical Analysis of Political Elites in Weimar Germany, 1918–1933. Sociology Lens. https://onlinelibrary.wiley.com/doi/full/10.1111/johs.12370
Wilkinson, R. & Pickett, K. (2019) The Inner Level: How More Equal Societies Reduce Stress, Restore Sanity and Improve Everyone's Well-Being. Seattle: Penguin Books.
Zetkin C. (1923). The Struggle Against Fascism. https://www.marxists.org/archive/zetkin/1923/06/struggle-against-fascism.html
[1] Artículo redactado a partir de una ponencia presentada en el panel “El fascismo: antes, ahora y en las universidades”, el 7 de mayo de 2025 en la Facultad de Ciencias Sociales del Recinto de Río Piedras de la Universidad de Puerto Rico. Esta actividad fue auspiciada por el Capítulo de Río Piedras de la Asociación Puertorriqueña de Profesores Universitarios (APPU).