La militarización de Puerto Rico y el Caribe
En las pasadas semanas el gobierno de Donald Trump ha desplegado una poderosa armada cerca de las aguas territoriales de Venezuela. Para hacerlo, ha intensificado el uso militar del territorio de Puerto Rico. El ROTC se encuentra ampliando su reclutamiento en las escuelas y las universidades del país, incluyendo en recintos de la Universidad de Puerto Rico. La gobernadora ha prestado su completo apoyo a estas acciones.
Ante esta posible agresión imperialista, ante esta movilización militar en el Caribe, ante este intento de remilitarizar a Puerto Rico, la respuesta internacionalista se puede resumir en: rechazo a la intervención militar, rechazo a la remilitarización de Puerto Rico y el Caribe y solidaridad total con el pueblo venezolano ante una posible agresión.
El narcotráfico: la nueva excusa intervencionista
Se ha intentado justificar el despliegue militar como una supuesta acción contra el narcotráfico. Sin embargo, como dicen los expertos en el tema, Venezuela no es productor ni fuente significativa de las drogas que entran en Estados Unidos. Mucho más importante es el rol de otros países en esta producción, por ejemplo.
Por lo demás, incluso reconociendo la falsedad de esta excusa, hay que señalar que no se puede desarticular el narcotráfico con este tipo de despliegue militar. El consumo de drogas no se disminuirá desarticulando puntos de producción, interceptando algunos cargamentos o interrumpiendo algunas rutas con ataques mortales, pues mientras exista y siga aumentando el consumo habrá más cargamentos, que se producirán en otros espacios y utilizarán nuevas rutas. Es una falsa solución a una excusa fabricada.
¿Cuál será el verdadero objetivo de esta operación militar? Baste mencionar que Venezuela es el país con las mayores reservas de petróleo comprobadas en el planeta, y que los precios del petróleo en el mercado mundial han aumentado considerablemente como producto de la guerra en Ucrania. Ese es el verdadero objetivo de está operación: Trump quiere esos recursos bajo control de la clase billonaria que él representa, es decir, bajo control de un gobierno venezolano dócil y sometido a esos intereses. Si bien Venezuela es un pueblo soberano, en todo caso, se pudiera decir que mantiene mayores alianzas económicas con los gobiernos de la Federación Rusa y la República China, dos imperios emergentes que compiten en el mercado mundial con los Estados Unidos. Que un país tan rico en petróleo sea cercano a estos intereses es inaceptable para la burguesía estadounidense. Si Puerto Rico es una colonia con su política y economía subordinada a los intereses del gobierno de los Estados Unidos, la intención es convertir a Venezuela en una neocolonia.
Una agenda francamente imperialista
Trump no ha sorprendido a nadie. Desde el primer momento anunció su agenda: reconquista del canal de Panamá, compra o anexión de Groenlandia, anexión incluso de Canadá, apoyo redoblado al genocidio y administración de Gaza por Estados Unidos durante una década. A esto le han seguido represalias contra Brasil por llevar a la justicia al expresidente golpista Jair Bolsonaro, negociaciones con Vladimir Putin para repartirse Ucrania entre los dos poderes, política de aranceles para obligar a los demás países a adoptar políticas comerciales favorables a Estados Unidos… En fin, se trata de una campaña global para imponer la voluntad de su gobierno a todo el mundo: son aspectos de una campaña imperialista de alcance mundial. La presión militar y la agresión contra Venezuela son parte de esa ofensiva.
Vivimos en un momento de recrudecimiento de las competencias interimperialistas. El “mundo multipolar”, celebrado por algunos sectores de la izquierda, no es otra cosa que un mundo en el que múltiples imperios compiten por tener un mayor control de la economía global. En otro texto, llamamos al mundo multipolar “un eufemismo para apoyar los múltiples imperialismos”. El problema es que no hay imperio que sea bueno para la clase trabajadora.
Estados Unidos, como imperio hegemónico en decadencia, busca, hasta ahora infructuosamente, recuperar su dominio. La política de Trump, que en momentos parecerá ilógica, desquiciada, irracional, no es más que la expresión de la búsqueda egoísta y, sí, desquiciada, del control económico y político de los Estados Unidos sobre el mundo. La guerra de aranceles y la posible intervención en Venezuela son dos facetas de una misma búsqueda.
¿Y el gobierno de Maduro?
Donald Trump, la gobernadora y muchos promotores de la agresión en curso han intentado desviar la atención a la naturaleza del gobierno de Venezuela. “Maduro es un narcotraficante”, dicen los elementos más burdos de la política imperialista, o sus cómplices, como el comentariado de Puerto Rico y los políticos locales. Otros afirman que la intervención debería hacerse por el alegado robo de las elecciones venezolanas pasadas, por el aumento en la política represiva y autoritaria, por la ilegalización de los partidos, incluyendo los partidos de izquierda.
De nuevo, basta repasar un poco de historia para desmantelar esta alegada solución. Ya conocemos las consecuencias de esas intervenciones y guerras imperialistas en el pasado. Baste con recordar la guerra de Irak: en aquel caso, la excusa fueron las llamadas “armas de destrucción masiva”. Las armas no existían; el objetivo también era el petróleo. Y el resultado fue una década de guerra, muerte, desintegración social y destrucción material. Y no se detuvo esa guerra con Irak, pues involucró, también, la invasión y ocupación de Afganistán por los Estados Unidos y la OTAN, que, finalizado el conflicto bélico, es un estado islámico teocrático en manos de los talibanes. Ese es el resultado de las invasiones imperialistas, aunque usen la democracia como bandera falsa de intervención. Ayer la excusa fueron las armas de destrucción masiva, hoy la excusa es el narcotráfico, pero el objetivo de dominación es el mismo, y el costo humano y material para los pueblos será el mismo.
Este no es un caso aislado. Recordemos las intervenciones abiertas o clandestinas, agresiones y ocupaciones del gobierno de Estados Unidos en República Dominicana, que condujo a la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo, en Nicaragua que condujo a la dictadura de Anastasio Somoza, al derrocamiento del gobierno electo de Jacobo Árbenz en Guatemala, que instaló una dictadura militar, a la intervención en República Dominicana luego de la caída de la dictadura de Trujillo para evitar la victoria del movimiento constitucionalista, al derrocamiento del gobierno electo de Salvador Allende y la instalación de la dictadura de Pinochet en Chile, el sabotaje contra el primer gobierno de Michael Manley en Jamaica, para mencionar tan solo algunos ejemplos. No, estas intervenciones no han tenido como objetivo defender la democracia, sino perpetuar la subordinación de los pueblos.
¿En defensa de la democracia?
Hay que recalcar una y otra vez que el punto de este enfrentamiento no es el gobierno de Venezuela, sino el petróleo, los intereses de unos pocos capitales. Se pueden hacer críticas al gobierno de Maduro, se puede pensar lo que se quiera del gobierno de Maduro, pero eso no da derecho a que un gobierno intervenga militarmente o agreda a Venezuela. Y menos un gobierno imperialista que solo desea adelantar sus propios intereses.
Democracia Socialista ha sido y será profundamente crítica del gobierno de Maduro, gobierno que hemos incluso llamado un proceso de contrarrevolución bolivariana con respecto al proyecto que inició Hugo Chávez. Pero la crítica, necesaria, no nos desvía del principio democrático de la autodeterminación de los pueblos.
¿Qué derecho tiene el gobierno de Estados Unidos a decidir qué gobierno debe tener Venezuela, o a imponer ese gobierno de su preferencia? Absolutamente ninguno. Se trata de una pretensión imperialista que todos debemos repudiar. En todo caso, si algo ha hecho, es fortalecer ―lógicamente― a la figura de Nicolás Maduro, que ahora se enfrenta al descarado imperialismo de Donald Trump.
La remilitarización de Puerto Rico
Jenniffer González ha sido una aliada incondicional, no solo de los intereses del gran capital estadounidense, sino de su aparato militar. Como miembro de la Cámara de Representantes en el cuatrienio del 2001-2004, fue la única incumbente que, a la altura del 2003, justificaba y defendía la presencia de la Marina de los Estados Unidos en Vieques. No es de sorprender que la política bélica trumpista le viene como anillo al dedo.
Por supuesto, Jenniffer González es una más de una claque política que ha buscado la intervención de los aparatos represivos de Estados Unidos en Puerto Rico. Basta revisar cuántos jefes de la Policía de Puerto Rico han venido de las filas del FBI, cuántos altos miembros del Ejército se buscan reclutar para posiciones políticas. No es coincidencia que el candidato de Jenniffer González para la Comisaría Residente fuera un cuadro de la Marina de los Estados Unidos: Elmer Román, quien perdió la contienda frente a William Villafañe.
El gobierno de Jenniffer González no solo ha endosado la presencia represiva de ICE en Puerto Rico y ha colaborado con las agencias federales, facilitando sus intervenciones terroristas en las comunidades de inmigrantes en Puerto Rico, sino que le ha dado la bienvenida a la expansión militar y a los ejercicios militares en suelo puertorriqueño, como la presencia militar en Arroyo desplegada el 5 de septiembre. No hay duda de que la política de Jenniffer González, servil e incondicional de Trump, será, también, intervencionista e imperialista. En Puerto Rico, por lo tanto, la oposición a la injerencia imperialista implica también oponerse al gobierno de Jenniffer González.
Las guerras interimperialistas más allá de Venezuela
El caso de Venezuela nos toca de cerca, por la proximidad geográfica con el país, y por los lazos históricos culturales ―caribeños y latinoamericanos― que nos unen con él. Pero, visto en un marco amplio, es un ejemplo más de los conflictos ―aranceles, guerras, invasiones― producto de la competencia interimperialista.
¿Cuáles deben ser los principios políticos que nos guíen a la hora de analizar, no solo esta situación particular, sino cualquier otra agresión imperialista? Brevemente, podemos definir estos principios rectores como el derecho de los pueblos a la autodeterminación y el antiimperialismo.
Nuestra posición con respecto a una posible intervención en Venezuela, en ese sentido, no se diferencia de la posición que asumimos con respecto a la invasión Rusia de Ucrania. ¿Cuál fue nuestro análisis en ese momento? En síntesis:
a) la invasión de Ucrania por la Federación Rusa fue parte de los intentos de Rusia, como imperio emergente, por aumentar su dominio económico y político;
b) repudiamos la invasión de Rusia a Ucrania;
c) apoyamos al pueblo ucraniano en su legítima defensa contra la invasión Rusia,
d) apoyo que debe incluir defender las demandas del pueblo ucraniano en su búsqueda de auxilio, incluyendo la búsqueda de armas,
e) reconocemos que la OTAN, quien en parte arma al pueblo ucraniano, es uno de los brazos armados del imperialismo occidental y tiene intereses particulares contra Rusia en esta guerra,
f) reconocemos que el gobierno del Presidente ucraniano Volodímir Zelensky, que recibe apoyo de la OTAN, es uno represivo, antiobrero, neoliberal y autoritario,
g) pero estos puntos previos no nos llevan a detener nuestro apoyo al pueblo ucraniano en contra del invasor, sino de insistirle que desconfíe de su gobierno represivo y de los intereses imperialistas, que no son sus propios intereses, mientras combate al imperialismo ruso.
¿Cuál es, reiteramos, en síntesis, nuestra posición sobre Venezuela?
a) reconocer que cualquier posible invasión estadounidense se debe, no al narcotráfico ni a un compromiso con la democracia, sino a intereses imperialistas,
b) repudiamos cualquier agresión imperialista contra Venezuela,
c) apoyamos al pueblo venezolano en su resistencia contra cualquier invasión y en su búsqueda de recursos, incluso si provienen de Rusia o de China,
d) reconocemos el carácter autoritario del gobierno de Nicolás Maduro,
e) pero eso no nos hace desistir del apoyo al pueblo venezolano en su lucha justa contra una invasión estadounidense.
Una política internacionalista
La posición que defiende, por tanto, la autodeterminación de todos los pueblos y repudia cualquier tipo de intervención o injerencia imperialista, requiere que actuemos de manera coordinada en todas partes del mundo.
En el caso de Puerto Rico, y de los sectores en lucha en los Estados Unidos, esto quiere decir repudiar por completo la intervención del gobierno de Estados Unidos. Las acciones deberían incluir manifestaciones constantes contra la presencia militar en los Estados Unidos y un rechazo al apoyo del gobierno de Jenniffer González a estos ejercicios militares. Si la situación escalara y una invasión ocurriera, tendríamos que, al igual que los sectores progresistas de los Estados Unidos, luchar por detener los ejercicios militares, e incluso paralizar la producción y evitar el envío de armas con luchas obreras.
Lógicamente, la intensificación de la agresión contra otros pueblos implica una intensificación de nuestra subordinación colonial, que se manifiesta a través de la remilitarización de nuestro territorio. Tenemos entonces un gran deber y una gran oportunidad. Si Puerto Rico está jugando un rol clave en la ofensiva del imperialismo en el Caribe, nuestra resistencia en Puerto Rico puede y debe ser decisiva en la resistencia contra esa ofensiva imperialista global. Redoblemos las movilizaciones contra la intervención. Llevemos el mensaje a todas las organizaciones sindicales, estudiantiles, comunitarias, de mujeres. Que el mensaje contra la agresión imperialista resuene claro a lo largo de nuestro archipiélago.