el auge de los movimientos reaccionarios y la necesaria respuesta anticapitalista
Por la junta editorial de momento crítico
El 20 de enero se celebró la juramentación de Joe Biden como el nuevo presidente de los Estados Unidos. Para sectores importantes de la población estadounidense, al igual que para muchas personas más allá de aquel país, la inauguración marcó un cambio dramático que puso fin a los cuatro años turbulentos de la presidencia de Donald Trump.
Sin embargo, no será ese evento el más recordado a la hora de hablar de la transición a un nuevo gobierno demócrata en el 2021, sino lo ocurrido el 6 de enero, cuando grupos conservadores y reaccionarios irrumpieron en el Congreso de los Estados Unidos para entorpecer el proceso de transición y detener la certificación de Biden, como protesta por los resultados electorales que consideran fraudulentos. A pesar de la retórica de unidad y de cambio de la inauguración de Biden, nada indica que estos movimientos desaparecerán en los próximos años.
No son pocos los medios (liberales, radicales) que comparan, desde hace varios años, al fortalecimiento de la extrema derecha en Estados Unidos y en el resto del mundo con el fascismo europeo de la primera mitad del siglo XX. Conviene, entonces, comenzar por hablar de lo que fue ese movimiento. Detenernos, aunque sea brevemente, en la historia del fascismo durante el siglo XX ayudará a entender las posibilidades de crecimiento de los movimientos reaccionarios hoy día, la incapacidad de los sectores liberales (como el Partido Demócrata en Estados Unidos) para efectivamente impedir su crecimiento y la necesaria respuesta anticapitalista que se debería promover en todos los espacios de lucha y organización, tanto en Estados Unidos como también en el resto del mundo y aquí, en Puerto Rico.
El fascismo: un repaso
La corriente de pensamiento marxista de la que partimos tiene una definición precisa del fascismo de la primera mitad del siglo XX. Parte, naturalmente, del contexto histórico y económico en el que se situó.
Hacia finales del siglo XIX y principios del siglo XX, los países industrializados llegaban al límite de expansión y concentración monopolista de sus mercados a lo largo del globo. Las guerras mundiales, vaticinaron varios y varias pensadoras marxistas, serían un componente natural de esta expansión, en la medida en que los distintos países competirían por dominar los mismos mercados. La Primera y la Segunda Guerra Mundial, hasta cierto punto, forman parte de un mismo proceso capitalista de expansión, de agotamiento y de guerra.
Luego de una onda larga de crecimiento económico, se llegó a una crisis económica estructural en la tercera década del siglo, que entorpecía el funcionamiento de la acumulación capitalista. Como parte de este contexto, además, se destacaban la consolidación de la Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas y la Internacional Comunista, junto al crecimiento de los recién nacidos Partidos Comunistas a lo largo de Europa. El movimiento obrero se encontraba en una época de una revolución potencial y amenazaba con tomar el poder en varios países. A la vez, los derechos adquiridos por el movimiento obrero hacían peligrar todavía más las ganancias de los capitalistas, incluso en espacios en los que no había amenaza en contra del dominio capitalista. El auge del fascismo se da en este contexto.
Existe un elemento que caracteriza al fascismo de otros movimientos dictatoriales, autoritarios, nacionalistas, reaccionarios y racistas: la movilización masiva de seguidores. Antes y después en la historia se han tenido gobiernos dictatoriales y autoritarios. Lo que se vio con el fascismo, sin embargo, marcó un cambio ante estos movimientos previos por su masividad.
¿Qué explica la masiva movilización a favor de los movimientos fascistas? La propia crisis económica. La crisis capitalista deterioró las condiciones de vida de millones de seres humanos. Pero, en lugar de reconocer la incapacidad del sistema capitalista de distribuir socialmente las ganancias entonces generadas por el gran capital, y de elevar así los niveles de vida de las grandes mayorías, los movimientos fascistas convencieron equivocadamente a millones de seres humanos (con un peso fuerte de la pequeña burguesía), de que la raíz de sus males se encontraba en otros lados: en los extranjeros, en los judíos, en los sindicatos. El fascismo combinó movimientos de masa con deseos nacionalistas retrógrados, incluso a veces con una retórica "en contra" del capitalismo pero con políticas que no hacían más que favorecer las ganancias y los intereses de grandes industrias. Por eso se reprimía por completo el movimiento obrero, se hacían ilegales los sindicatos, se prohibía la libertad de expresión y de prensa. Y esto se hacía con el apoyo de grandes sectores industriales (en especial, de todos los sectores que se benefician de la guerra permanente promovida por el fascismo) para aumentar sus ganancias, alejar la revolución comunista, aplastar los derechos adquiridos del movimiento obrero.
El fascismo, movimiento surgido en plena crisis estructural, combinaba gran apoyo industrial, grandes movilizaciones y la ideología más reaccionaria posible. Por eso, José Luis González califica al fascismo, no como una ideología reaccionaria cualquiera, sino como "la ideología del capitalismo imperialista en crisis"; centra ese movimiento particular dentro, también, de su propio contexto histórico. Una comprensión errónea de estos movimientos por parte de los sectores liberales y, trágicamente, de los Partidos Comunistas de la época condujo a su fortalecimiento y a estados fascistas a lo largo de Europa. Ante ese callejón sin salida, ocurrió una guerra para frenar al fascismo, que conllevó la pérdida de millones de vidas, y posteriormente intervenciones estatales sin precedentes (en Estados Unidos con el Nuevo Trato, en la Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas) que sacarían a la economía mundial del estancamiento en el que se encontraba y la llevarían a uno de los periodos de crecimiento más destacados de la historia del capitalismo. En efecto, el fin del fascismo de mediados de siglo XX tiene tanto que ver con el resultado de la guerra como con la salida de la crisis y la expansión económico que cortó la raíz del crecimiento de ese movimiento.
What's in a name?
Hay, entonces, similitudes y diferencias entre el fasciscmo "histórico" de la primera mitad del siglo XX y los movimientos reaccionarios de hoy día, en los que se incluye de manera protagónica el que hasta ahora encabeza Trump.
Al igual que los movimientos fascistas europeos, estos nuevos movimientos surgen luego de una crisis aguda del capitalismo global marcado por la Gran Recesión en el 2008, de la que todavía no ha habido una recuperación contundente. Estos movimientos desempolvan una ideología nacionalista reaccionaria, que incluye una visión racista de los Estados Unidios, una idealización del Sur que luchó en la Guerra civil, unas visiones religiosas que discriminan en contra de los derechos de las mujeres y de la comunidad LGBTIQ. Se caracteriza por movilizaciones cada vez más crecientes. Aunque han tenido ciertos retrocesos en algunos países, nada indica que desaparecerán.
A diferencia del fascismo, luego de cuatro años de Trump, no se puede decir que ha habido un apoyo contundente de los intereses industriales y financieros hacia estos movimientos reaccionarios. Hay, en todo caso, mucha división entre estos sectores de los Estados Unidos. A pesar del crecimiento del movimiento socialista en Estados Unidos, realmente ninguna fuerza presenta, en la actualidad, una amenaza al establishment. Tanto el Partido Republicano como el Partido Demócrata gobiernan, con sus diferencias, para los grandes intereses. El Partido Demócrata salió victorioso suprimiendo sin gran dificultad a su débil ala de izquierda. Los sectores capitalistas pueden mantener la democracia burguesa y aumentar sus ganancias sin necesidad de apoyar movimientos como el de Trump. Dicho de otro modo, los intereses capitalistas no requieren de un movimiento fascista… todavía. Esta es una de las diferencias claves que distinguen el movimiento actual (hasta ahora) de los movimientos fascistas del pasado.
¿Qué hacer?
Más allá del debate académico sobre cómo llamar a este movimiento (fascista, prefascista, neofascista…), lo que conviene es analizarlo y entenderlo para saber cómo debiéramos responder. Aquí es donde más se evidencia el fracaso total de los movimientos liberales para enfrentar el problema. El análisis simplista que se hace se limita a retóricamente defender ciertos valores e instituciones por encima de las amenazas de estos movimientos reaccionarios. En el caso de Estados Unidos, la respuesta del Partido Demócrata a cuatro años de Trump ha sido más un retorno que una transformación de la política económica: políticas "centristas" neoliberales, acompañadas por la marginación de sus sectores progresistas y un discurso que defiende en su carácter más abstracto y burgués la diversidad de los seres humanos.
El Partido Demócrata y sus equivalentes en otros países no relacionan el fortalecimiento de estos movimientos con la crisis, con la desesperación de las masas empobrecidas, con la búsqueda de una salida a la miseria. Al enfatizar solo"valores" y "buen gobierno", no impide en lo absoluto que los movimientos reaccionarios crezcan en la medida en que la crisis de acumulación capitalista continúe y se profundice; sus raíces siguen presentes y sin resolverse. No solo eso: los demócratas pierden de vista que el crecimiento de este movimiento hasta cierto punto es independiente de Donald Trump. Paradójicamente, Trump no define al trumpismo. Su derrota electoral para nada indica que este movimiento se detendrá, o que no podrá buscar un caudillo distinto en el futuro, quizás menos volátil que el actual.
Un análisis certero del fenómeno político conduciría a unas respuestas efectivas para detener el crecimiento de la reacción ultraconservadora. El análisis que previamente describimos del fascismo del siglo XX partía de una crítica anticapitalista que podía entender el auge de ese movimiento dentro de la totalidad del sistema económico capitalista, de la expansión imperialista y de la crisis de la época. Es, precisamente, desde el ángulo anticapitalista que se puede entender este fenómeno y aquilatar los pasos a seguir. El liberalismo se enfrenta al fascismo y a la ultraderecha sin comprenderlo a cabalidad.
Habrá que empezar por señalar la raíz de los grandes retos económicos que se enfrentan en la actualidad: el capitalismo, un sistema económico que gira alrededor de la ganancia privada, que sufre crisis periódicas, que es incapaz de redistribuir el valor creado para beneficio de las grandes mayorías. La anarquía del mercado y el autoritarismo de la fábrica no hacen más que perpetuar o, en el mejor de los casos, posponer la crisis y la miseria. En lugar de las ilusiones falsas de los movimientos reaccionarios, hay que promover la lucha en contra del capitalismo y a favor del socialismo como la respuesta real a los problemas de la actualidad. El error y la incapacidad del liberalismo yace en no poder dar esta respuesta a la crisis.
A diferencia de cómo se debiera dialogar para tratar de convencer a otros sectores no revolucionarios, ante estos movimientos reaccionarios no se debiera hacer concesión alguna. Con estos elementos ultrareaccionarios, el diálogo simplemente es imposible. Sin embargo, se debería tener cautela ante los llamados a que baje todo el peso del Estado sobre ellos. Seguramente, el Estado actual debiera responder con las herramientas que actualmente tiene, pero nunca se debe perder de vista que sus aparatos represivos cumplen la función de defender los intereses de la clase burguesa dominante. Cuando se hace un llamado al Estado para reprimir fuerzas reaccionarias, esas mismas herramientas que se le otorgan al Estado son utilizadas más adelante, con mayor fuerza, mayor arbitrariedad, mayor injusticia, para reprimir a los movimientos progresistas y de izquierda.
¿Y en Puerto Rico?
El impacto de la intentona del Día de Reyes nos afecta de manera indirecta. El auge de los movimientos conservadores, sin embargo, nos toca de frente.
En el primer caso, hay que señalar el impacto relativamente débil del "trumpismo" en Puerto Rico. A diferencia del fenómeno de Bernie Sanders y de Alexandria Ocasio-Cortez, que sí ha causado revuelo en sectores importantes de la juventud, el apoyo al trumpismo se ha mantenido mayormente dentro del Partido Republicano en Puerto Rico. Las caras principales de ese movimiento son algunos líderes del Partido Nuevo Progresista: Jennifer González, Luis Fortuño y Nayda Venegas. Hay que destacar, también, la participación de José Carrión III, de la Junta de Control Fiscal, en "Latinos for Trump". En ese sentido, a pesar de su falta de masividad, cuenta con apoyo de personas con peso en los aparatos gubernamentales y estatales de Puerto Rico. El hecho de que, solo después de la intentona del 6 de enero, y 12 días antes de que se acabe su término como presidente, figuras como Fortuño y Jennifer González se hayan alejado de las posturas de Trump, solo demuestra la posición patética que ocupan estas figuras: parten de una ceguera ante los cambios que tienen en el propio partido que apoyan, ceguera que tiene su sustento en los grandes intereses económicos y personales que históricamente han defendido y defienden.
El trumpismo, además, contó con publicidad gratis en la página de El Nuevo Día, a través de la columna "Trumpstorming" de Luis Javier del Valle, que inició en el 2016 y parece que quizás haya sido finalmente cancelada por el periódico principal de los grandes intereses. A la prensa corporativa siempre habrá que sacarle en cara su complicidad con los movimientos reaccionarios a la vez que invisibiliza los sectores progresistas.
¿Significa que estamos lejos de una amenaza fascista en Puerto Rico? ¿O estamos frente al inicio del ascenso de los movimientos reaccionarios? ¿Cuál es el rol de Proyecto Dignidad en todo esto? Estas preguntas se podrán ir contestando con el paso del tiempo. Por ahora, la mejor manera de cortar este movimiento desde sus inicios sigue siendo con la respuesta anticapitalista ante los retos económicos y sociales que se enfrentan en la actualidad.
Lecturas recomendadas sobre algunos de los temas discutidos en este editorial
Sobre el fascismo:
"El fascismo", de Ernest Mandel. https://www.marxists.org/espanol/mandel/1969/fascismo.htm
Sobre la intentona del 6 de enero:
“Siete tesis sobre la derecha postrumpista y el papel de DS en la lucha”, https://vientosur.info/siete-tesis-sobre-la-derecha-postrumpista-y-el-papel-de-dsa-en-la-lucha/
David Finkel, “Grand Theft Election?”. Against the Current (7-enero-2021).
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