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Siria: pescando en aguas turbulentas

Gilbert Achcar




Israel nos tiene acostumbrados a pescar en aguas turbulentas. El Estado sionista lleva mucho tiempo intentando sembrar y avivar el fuego de la discordia tratando de redibujar el mapa de Oriente Próximo a su imagen y semejanza, de modo que la lógica de la fragmentación confesional y étnica prevalezca sobre la lógica de la ciudadanía y la lealtad compartida a un Estado que fusione a los grupos confesionales y étnicos en un único crisol, preservando sus derechos. Inspirado en el famoso principio del Imperio Romano de "divide y vencerás", Israel se ha esforzado desde su creación en explotar las diferencias de su entorno inmediato y más lejano, enfrentando a las minorías religiosas con la mayoría suní regional y a las minorías étnicas con la mayoría árabe: drusos, cristianos, kurdos y otros, incluso chiíes en la época del Sha de Irán, antes de que este último país se convirtiera en un hervidero de hostilidad antiisraelí y contribuyera a su vez a alimentar el confesionalismo chií en los países árabes vecinos con el objetivo de extender su influencia regional.


Desde este punto de vista, el comportamiento del Estado sionista en Siria desde el colapso del régimen de Assad no es sorprendente ni inusual, sino más bien totalmente natural. Israel ha explotado este colapso para destruir la mayoría de los activos militares del régimen derrocado, debilitando radicalmente a Hayat Tahrir al-Sham (HTC) en su ambición de sustituir al antiguo régimen extendiendo su control sobre la mayor parte del territorio sirio. Israel aprovechó el vacío de poder para extender su control más allá de las fronteras de su ocupación de los Altos del Golán, establecida tras la guerra de 1973. Esto se hizo con dos objetivos obvios: reforzar su posición estratégica dominando el sur de Líbano y facilitar su penetración en territorio sirio hacia zonas de mayoría drusa.


Los recientes enfrentamientos han enfrentado al régimen del HTC y a los grupos yihadistas bajo su égida con los drusos armados que defienden a su comunidad y la protegen de la tutela de un gobierno que no respeta sus derechos. Anteriormente habían conseguido imponer lo mismo al propio régimen anterior, a pesar de su pretensión de proteger a las minorías, y ahora están aún más dispuestos a defender esta autoprotección frente a un nuevo régimen cuyas fuerzas armadas incluyen a grupos extremistas suníes hostiles a las diversas minorías del país. De hecho, el régimen de HTC no ha logrado hasta ahora convencer al resto de la población siria, incluida una gran proporción de sirios árabes suníes, de su sincera intención de establecer un régimen civil, democrático y no confesional que incluya a todos los componentes del pueblo sirio y respete sus características específicas.


Y ahí radica el quid del problema: la pesca sionista en aguas turbulentas requiere, sobre todo, aguas turbias. No culpen a los kurdos, que sufrieron terriblemente bajo la persecución árabe chauvinista baasista durante décadas antes de aprovechar la oportunidad de la guerra civil para imponer la autonomía en sus zonas concentradas del noreste. Y no culpes a los alauitas, que el pasado mes de marzo sufrieron una espantosa masacre sectaria en la que participaron hombres vestidos con uniformes del HTC y en la que murieron unos 1,700 civiles. Tampoco culpemos a los drusos, que fueron objeto de un ataque sectario mediante un vídeo falso atribuido a un jeque de su comunidad, que sólo podía engañar a quienes estaban cegados por un odio sectario preconcebido.


La culpa es sobre todo de quienes se atribuyeron en exclusiva el derrumbe del régimen de Assad, mientras que Israel desempeñó un papel más importante en la creación de las condiciones para su caída al asestar un golpe decisivo a la capacidad de Irán para apoyarlo, ya fuera a través del Hezbolá libanés o mediante el envío de fuerzas desde Irán e Irak. HTC debería haber reconocido modestamente las limitaciones de sus propias fuerzas, mucho más débiles que las de las fuerzas kurdas del noreste, y demasiado débiles para permitirle extender su control sobre todas las regiones árabes anteriormente controladas por el régimen depuesto con la ayuda de Rusia e Irán.


En su lugar, Ahmad al-Charaa se embriagó con la idea de sustituir a Bashar al-Assad en su palacio presidencial (incluso empezó a parecerse cada vez más a una versión barbuda del presidente depuesto). Actuó como si pudiera dominar toda Siria, primero nombrando al gobierno del HTC que estaba reunido en Idlib como gobierno de toda Siria, y después formando un nuevo gobierno bajo la hegemonía del HTC, en el que la "representación" del pueblo sirio se limitaba a un mínimo simbólico que no convenció a nadie (lo peor, tener tan sólo una mujer para representar a la mayoría femenina de la población siria y a su minoría cristiana). Prometió un proceso constitucional viciado por las mismas deficiencias e insinuó que Siria no celebraría elecciones hasta dentro de cuatro años.


En lugar de todo esto, que es totalmente contrario a lo que Siria necesita, se debería haber seguido el único camino que podría conducir a la reunificación del país. Como se indicó desde el principio (véase "¿Cómo reconstruir el Estado sirio?", 17 de diciembre de 2024 - en árabe), este es el camino de la convocatoria de una conferencia inclusiva en la que estén representados todos los componentes políticos, confesionales y étnicos del pueblo sirio, y en la que las mujeres estén representadas de acuerdo con su proporción en la población. Esta conferencia establecería entonces un gobierno provisional en el que participarían estos componentes, allanando el camino para la elección de una asamblea constitucional en un plazo no superior a un año. La asamblea redactaría entonces una nueva constitución, que se sometería a referéndum popular, con una mayoría de dos tercios para su entrada en vigor. Éstas son las únicas condiciones que pueden purificar las aguas de Siria y tranquilizar a los distintos componentes de su población. Sin embargo, lo que el régimen de HTC ha hecho hasta ahora es enturbiar peligrosamente las aguas, allanando el camino a diversos adeptos regionales de la pesca en aguas turbulentas, entre los que destaca el Estado sionista.


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Traducido por César Ayala de la versión en francés suministrada por el autor. El original en árabe fue publicado en Al-Quds al-Arabi el 6 de mayo de 2025, y se puede leer una versión en inglés en https://gilbert-achcar.net/syria-fishing. Siéntase en libertad de republicar o publicar en otros idiomas, con mención de la fuente.


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Gilbert Achcar es profesor de Estudios de Desarrollo y Relaciones Internacionales en SOAS, Universidad de Londres. Entre sus libros se encuentran: El choque de barbaries: la creación del nuevo desorden mundial; Dangerous Power: The Middle East and U.S. Foreign Policy, con Noam Chomsky; Los árabes y el Holocausto: la guerra árabe-israelí de narrativas; El pueblo quiere: una exploración radical de la insurrección árabe; y La nueva Guerra Fría: Estados Unidos, Rusia y China, de Kosovo a Ucrania.


César J. Ayala es profesor de sociología en UCLA. Es co-autor, con Laird Bergad, de Agrarian Puerto Rico: Reconsidering Rural Economy and Society, 1899-1940 (Cambridge University Press, 2020). También es autor de American Sugar Kingdom: The Plantation Economy of the Spanish Caribbean, 1898-1934 (University of North Carolina Press, 1999).



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