Por Rafael Bernabe
Publicado en inglés: “Saito, Marx and the Anthropocene” en Against the Current, no. 225, agosto 2023.
Traducción de Natalia Santos Orozco
Reseña de:
Karl Marx’s Ecosocialism
Capitalism, Nature and the Unfinished Critique of Political Economy
por Kohei Saito
New York: Monthly Review Press, 2017.
Marx in the Anthropocene
Towards the Idea of Degrowth Communism
por Kohei Saito
Cambridge: Cambridge University Press, 2022.
El capital en la era del antropoceno
por Kohei Saito, traducido por Víctor Illera Kanaya
Barcelona: Sine Qua Non, 2022.
Kohei Saito se ha convertido en una voz importante en los debates sobre marxismo y ecosocialismo. Sus libros abordan cuatro cuestiones clave: la relación entre capitalismo y naturaleza; entre ecología y socialismo; los agentes y medios para alcanzar el ecosocialismo (o comunismo del decrecimiento) y la evolución del pensamiento de Marx sobre estos temas.
En cuanto a la primera cuestión, Saito sostiene que el capitalismo, impulsado por la búsqueda incesante del beneficio privado, es incapaz de relacionarse con la naturaleza de forma responsable y racional. La altera inevitablemente hasta el punto de poner en peligro la supervivencia de muchas especies, incluida la nuestra.
La crisis climática es el ejemplo más acuciante de ello. Pero podrían añadirse muchos otros casos. En ese sentido, el Green New Deal, en la medida en que contempla un capitalismo verde, es insuficiente. [1] Nada que no sea la abolición del capitalismo puede aspirar a abordar adecuadamente la emergencia climática.[2]
Para que la temperatura de la Tierra se mantenga dentro de los límites requeridos sin depender de la energía nuclear o de dudosas tecnologías de captura de carbono, es necesario reducir el consumo mundial de energía. Esto requerirá una reducción de la producción. Por lo tanto, el ecosocialismo debe implicar cierta medida de decrecimiento.
Saito adopta así la perspectiva del comunismo del decrecimiento. Esto implica el rechazo de algunas ideas mantenidas al menos por algunas corrientes socialistas: la noción de abundancia socialista basada en una expansión incesante de las fuerzas productivas y la de una mera adopción para fines socialistas de las tecnologías heredadas del capitalismo.
El comunismo del decrecimiento buscaría más bien una economía de estado estacionario, capaz de garantizar el bienestar material de todos respetando los límites naturales. Esto requerirá una transformación radical de las tecnologías existentes, que fueron diseñadas con la explotación capitalista del trabajo y el expolio de la naturaleza como imperativos.
El argumento de Saito se dirige así contra las corrientes que él denomina "ecomodernistas" y el aceleracionismo de izquierdas. Ambos comparten la idea de que los problemas planteados por la tecnología capitalista pueden y deben resolverse mediante un mayor crecimiento. Así, la expansión de la producción y el consumo puede continuar mediante una mayor transformación de la naturaleza en función de las necesidades humanas.
Esto, argumenta Saito, es un indicio de la falta de voluntad de algunos socialistas para desvincularse de los imperativos de crecimiento del capitalismo. Incapaces de romper con este último, tales corrientes deben abrazar tecnologías peligrosas, como la energía nuclear, la captura de carbono o la geoingeniería.[3]
Estos puntos de vista se acercan notablemente a la perspectiva propuesta recientemente por Michael Löwy y otros, que busca sintetizar los enfoques ecosocialistas y de decrecimiento.[4] [Véase la reseña de Michael Löwy de Karl Marx's Ecosocialism de Saito, "On Marx and Ecosocialism" en Against the Current de julio-agosto de 2019].
Sin duda, esta perspectiva aún exige elaboración. Los libros de Saito plantean algunos de los problemas no resueltos. Por ejemplo, traducir el decrecimiento en un eslogan político atractivo o en una llamada a la acción no es fácil. El decrecimiento ecosocialista implica la eliminación de algunos sectores (producción de armas, publicidad, etc.), la reducción radical de otras ramas (automóviles individuales, por ejemplo) y el crecimiento de algunas actividades (educación, sanidad, viviendas adecuadas, infraestructuras eléctricas y de agua en las zonas o países más pobres, etc.).
Un proceso que incluye el crecimiento de algunos sectores y de incluso países no puede describirse adecuadamente como mero decrecimiento, que, además, la mayoría de la gente tenderá a asociar con austeridad y reducción del nivel de vida. ¿Servirán los términos "decrecimiento justo" o "decrecimiento diferenciado"? Es un debate abierto.
En este sentido, la perspectiva del decrecimiento debe inspirarse en el Green New Deal, que tiene el mérito de vincular el objetivo de cero emisiones con inversiones masivas en la creación de empleo y la satisfacción de las necesidades básicas. Sin esto, las personas trabajadoras tenderán a asociar el decrecimiento con la única versión que conocen: la recesión o depresión capitalista y sus consecuencias empobrecedoras.[5]
Además, la perspectiva de Saito implica un rechazo tanto del capitalismo como del modelo soviético autoritario centrado en el Estado. Sin embargo, Saito no tiene una explicación de la naturaleza de este último ni de las fuerzas sociales que subyacen a su surgimiento.[6] Al carecer de una explicación adecuada de la evolución burocrática del Estado soviético, su rechazo a este se torna en un repudio total de la acción estatal como medio para llevar a cabo una transición ecosocialista.
Así, Saito adopta la visión de las cooperativas locales y las iniciativas municipales como alternativa al capitalismo y al centralismo estatal.[7] No se trata de un argumento nuevo ni convincente. Es difícil ver cómo el socialismo municipal de Saito puede paralizar el proceso de acumulación capitalista, ni está claro cómo tales iniciativas locales pueden proporcionar una alternativa coherente si las relaciones entre ellas se estructuran a través del mercado, es decir, careciendo de alguna forma de planificación centralizada. El ecosocialismo requiere mucho más que iniciativas cooperativas o municipales: exige una planificación democráticamente centralizada y la autogestión de los lugares de trabajo.[8]
Incluso si una acumulación de iniciativas locales fuera capaz de amenazar el poder capitalista, es ingenuo pensar que el capital y los Estados capitalistas centrales no tomarían medidas para bloquear y desmantelar tal amenaza. No es posible abolir el capitalismo sin que se den cuenta quienes se benefician de él.
Así pues, la lucha ecosocialista requiere un programa que vincule la agenda ecológica y otras reivindicaciones de la clase obrera con el objetivo último de sustituir el Estado y la economía capitalistas por una democracia socialista y una economía socializada. Esto último no ocurrirá en un futuro inmediato, pero nuestras luchas actuales deben orientarse en esa dirección, de lo contrario esos objetivos se pospondrán para siempre.
Evitar la catástrofe ecológica exige abolir el capitalismo. Esta conclusión, argumenta Saito, implica que el pensamiento ecológico debe ajustarse a la obra de Marx, cuya comprensión del capitalismo no ha sido superada. Pero combina este argumento con su propia interpretación de la evolución del pensamiento de Marx.
Según Saito, entre principios o mediados de la década de 1860 y su muerte en 1883, Marx pasó de una celebración acrítica del progreso capitalista, con poca o ninguna preocupación por sus consecuencias ecológicas, a una perspectiva ecosocialista, que tenía en cuenta esas consecuencias mientras se aferraba a la perspectiva de un futuro crecimiento socialista y, finalmente, a la visión de un comunismo decreciente, que estaba en proceso de formular en sus últimos años.
Siguiendo las aportaciones de John Bellamy Foster y otros, Saito explora la asimilación por Marx, a partir de 1865 aproximadamente, de los estudios de Justus von Liebig sobre la agricultura capitalista. Liebig explicó cómo la agricultura capitalista y la polarización de la ciudad y el campo extraían nutrientes del suelo sin devolverlos, socavando así su fertilidad.[9]
Marx incluyó esas ideas en el primer volumen de El capital, publicado en 1867. Así, señaló que: "La producción capitalista [...] perturba la interacción metabólica entre el hombre y la tierra; es decir, [impide] el retorno al suelo de sus elementos constitutivos consumidos por el hombre...; por lo tanto, obstaculiza el funcionamiento de la eterna condición natural para la fertilidad duradera del suelo"[10].
Y añadía que la producción capitalista socava inevitablemente "las dos fuentes originales de toda riqueza: la tierra y el hombre."[11].
Pero esto no fue más que el principio de las exploraciones ecológicas de Marx. Saito subraya la importancia de la obra de Carl Fraas en la evolución de Marx. Fraas, cuyos escritos Marx empezó a estudiar en 1868, explicaba cómo el uso insostenible de la tierra conducía a la deforestación, que a su vez provocaba cambios climáticos y acababa dando lugar a la pérdida de fertilidad y la desertización. Este fue el proceso subyacente a la decadencia en el pasado de civilizaciones antaño prósperas.[12]
A finales de la década de 1870, nos recuerda Saito, Marx también estaba en contacto con algunos de los exponentes del populismo ruso. Los populistas sostenían que Rusia podía saltarse las miserias del desarrollo capitalista, construyendo una alternativa basada en las prácticas comunales del campesinado ruso.
En una famosa respuesta de 1881 a una pregunta de la populista Vera Zasulich y en el "Prefacio" a la edición rusa de 1882 del Manifiesto Comunista, Marx admitió que la comuna campesina podía ser la base de una transición al socialismo. Según Saito, el "Prefacio" de 1882 sostenía que las comunas precapitalistas "podrían alcanzar un desarrollo comunista antes que Europa occidental"[13].
Para Saito, esta conclusión fue el resultado no solo de los estudios de Marx sobre la comuna rusa, sino de sus exploraciones ecológicas, inspiradas por Liebig y por Fraas. Fraas señaló que algunas sociedades —caracterizadas por estructuras comunales e igualitarias— habían entablado relaciones no destructivas con el medio ambiente.
Fraas analizó los trabajos de Georg Maurer sobre las sociedades comunales alemanas. Probablemente impulsado por Fraas, Marx retomó el estudio de Maurer, al que atribuyó una tendencia socialista inconsciente.[14] Así, en la época de la interrogante de Zasulich, Marx estaba preparado para adoptar la comuna campesina precapitalista como prefiguración y modelo para un comunismo de estado estacionario, de decrecimiento o de no crecimiento.
Capitalismo: progreso y destrucción
Según Saito, este abrazo "apasionado" de la perspectiva de los populistas fue el punto final de la teoría social de Marx: su nueva comprensión del aspecto destructivo del desarrollo capitalista "hizo dudar a Marx de si Europa occidental, con sus fuerzas productivas 'superiores', era de hecho superior a las sociedades no occidentales y precapitalistas"[15]. Según Saito, "este cambio le hizo replantearse a fondo su suposición anterior sobre el carácter progresista del capitalismo"[16].
Además, argumenta Saito, "si la consecuencia del capitalismo no era el progreso, sino la destrucción irreversible del entorno natural y de la sociedad, la visión unilateral de la historia como progreso se tambaleaba seriamente"[17]. Antes de esto, Marx consideraba que el capitalismo creaba la base para el socialismo, pero ahora se daba cuenta de que "el capitalismo no era una fase de avance hacia el comunismo. El capitalismo destruye la 'vitalidad natural' necesaria para el progreso humano"[18].
Así, la carta de 1881 a Zasulich supuso "una auténtica transformación teórica. El distanciamiento definitivo de la historia como progreso"[19].
Según Saito, Marx de esta manera "abandonó su esquema anterior del materialismo histórico. No fue una tarea fácil para él. Su visión del mundo estaba en crisis. En este sentido, la intensa investigación de Marx en sus últimos años fue un intento desesperado de reconsiderar y reformular su concepción materialista de la historia desde una perspectiva totalmente nueva, dando lugar a una concepción radicalmente diferente de la sociedad alternativa"[20].
En esa época, Marx también abrazó la idea de las prácticas comunales estacionarias como principal forma de resistencia al capitalismo.[21] En síntesis, según Saito: en 1881 Marx había formulado su propia versión del populismo ruso. Así pues, Marx es relevante para el Antropoceno, pero sólo porque en sus últimos años abandonó gran parte de lo que comúnmente se conoce como marxismo.
Para decirlo sin rodeos, estas afirmaciones carecen de fundamento.[22] Los principales textos citados por Saito, como la carta a Zasulich y el "Prefacio" de 1882 al Manifiesto Comunista, son la mejor refutación de sus tesis. Más que "apasionado", el apoyo de Marx a la perspectiva populista rusa se describe mejor como condicional.
En ambos casos, Marx condicionó la posibilidad de que Rusia evitara el capitalismo y construyera el socialismo basado en la comuna campesina a su combinación con la revolución obrera en la Europa capitalista e industrial. En ningún momento sostiene que el socialismo pueda prescindir de los logros tecnológicos de esta última, ni que la comuna campesina rusa pueda alcanzar el comunismo antes o independientemente de la Europa capitalista avanzada.
Tampoco abandonó la noción de que el capitalismo representaba un progreso respecto a las sociedades de clases del pasado. En el primer borrador de su respuesta a Zasulich, Marx escribió: "Precisamente porque es contemporánea de la producción capitalista, la comuna rural puede apropiarse de todos sus logros positivos sin sufrir sus [terribles] espantosas vicisitudes" (énfasis es nuestro).
Y añadía: "Por otra parte, la contemporaneidad de la producción occidental, que domina el mercado mundial, permite a Rusia construir en la comuna todos los logros positivos del sistema capitalista, sin tener que pasar bajo su duro tributo" (énfasis es nuestro). En su segundo borrador Marx escribe: "Pero, al mismo tiempo, Rusia existe en un contexto histórico moderno: es contemporánea de una cultura superior y está ligada a un mercado mundial en el que predomina la producción capitalista" (énfasis nuestro).
Y prosigue: "Así, al apropiarse de los resultados positivos de este modo de producción, es capaz de desarrollar y transformar la forma aún arcaica de su comuna rural, en lugar de destruirla" (énfasis nuestro).
Del mismo modo, en su "Prefacio" de 1882 al Manifiesto Comunista, Marx y Engels argumentaron que: "Si la Revolución Rusa se convierte en la señal para una revolución proletaria en Occidente, de modo que ambas se complementen, la actual propiedad común rusa de la tierra puede servir como punto de partida para un desarrollo comunista" (énfasis nuestro).[23]
El propio Saito reconoce lo que Marx llamaba "los resultados positivos" del capitalismo. Aunque sostiene que Marx abandonó la idea del capitalismo como progresista en relación con las sociedades de clases del pasado, desliza la advertencia de que el comunismo del decrecimiento no implica un rechazo de los logros técnicos del capitalismo ni un retorno al pasado rural.
El comunismo del decrecimiento, según Saito, "no busca un retorno nostálgico al mundo rural ni planea la creación de comunas (Marx insiste en que las comunas rusas harían bien en aprovechar los resultados positivos del capitalismo, como la innovación tecnológica)"[24]. Tampoco es "un alegato a favor de abandonar la vida urbana o las tecnologías [...] Es más, hay muchos aspectos positivos en la vida urbana y el desarrollo tecnológico"[25].
Introducida varias veces de pasada, esta consideración contradice la tesis de Saito sobre el último Marx: reconoce, como hizo Marx, que el capitalismo fue en cierta medida una fuerza progresiva, de cuyos logros no puede prescindir el socialismo. Contrariamente a lo que sugiere Saito, no es necesario abandonar esta concepción para reconocer que el socialismo no implica un desarrollo infinito de las fuerzas productivas, ni que pueda emplear sin más la tecnología inalterada heredada del capitalismo.
La noción de que la expansión de la producción más allá de cierto punto puede volverse destructiva e insostenible no significa que su expansión en el pasado no constituyera un progreso, un progreso contradictorio (volveremos sobre esto), pero progreso, al fin y al cabo.
Saito cita la explicación de Marx de 1869 sobre su cambio de posición respecto a la independencia de Irlanda como ejemplo de su conversión a la idea de que el capitalismo avanzado no creó la base material para el socialismo.[26]
En un conocido pasaje citado por Saito, Marx reconoce que hasta entonces había considerado que la liberación irlandesa sería el resultado de la revolución inglesa, pero que ahora se daba cuenta de que la independencia irlandesa era una condición previa para esta última.
Pero el punto de Marx, como se ejemplifica en su "Comunicación Confidencial" de 1870, era que la independencia irlandesa era crucial porque podía ayudar a desencadenar la revolución inglesa, que era donde las condiciones para la revolución socialista estaban más desarrolladas.[27] De ninguna manera esta inversión de posición implicaba un rechazo de la noción de que es el capitalismo el que crea la base material para el socialismo moderno.
Es cierto, como argumenta Saito, que Marx y Engels valoraban los aspectos igualitarios y comunales del comunismo "primitivo", como ejemplifica su asimilación de los estudios de Henry Morgan sobre los pueblos indígenas norteamericanos, que son el aspecto central de El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado de Engels. Pero, de nuevo, esto no implicaba ni requería un repudio de la noción de progreso humano basado en el desarrollo de la capacidad productiva o del capitalismo como progresista en relación con las sociedades de clases del pasado.
Saito indica que el ecosocialismo o el comunismo del decrecimiento no significan un retorno a las sociedades comunales del pasado. ¿Por qué? Precisamente porque pueden apropiarse de los logros técnicos de las sociedades de clases del pasado y, sobre todo, del capitalismo, cuya dimensión progresista no puede negarse.
El argumento de Saito se basa en una falsa dicotomía entre un Marx "prometeico" maduro, que abrazó acríticamente el progreso capitalista, y un Marx tardío que rechazó plenamente la noción de la historia como progreso. Pero Marx siempre consideró las sociedades de clases y el capitalismo como formaciones contradictorias, simultáneamente progresivas y regresivas, y en el caso del capitalismo, como una forma antagónica de progreso, pero progreso, al fin y al cabo.
Incluso en sus momentos más celebratorios de los logros del capitalismo, Marx señalaba el terrible costo del progreso capitalista. Esto incluía sus artículos sobre el imperialismo británico en la India y China, que a menudo se presentan como meras apologías del progreso capitalista. Aunque indicaba lo que consideraba sus aspectos progresistas, también subrayaba que seguía siendo un progreso que se parecía al " horrible ídolo pagano que sólo quería beber el néctar en el cráneo del sacrificado"[28].
Saito cita un largo pasaje en el que Marx explica cómo en el pasado el progreso se ha logrado a expensas del individuo y de las clases oprimidas. Marx comenta la denuncia de Sismondi del progreso a expensas del individuo:
"Oponer el bienestar del individuo a este fin, como hace Sismondi, es afirmar que el desarrollo de la especie debe detenerse para salvaguardar el desarrollo del individuo, de modo que, por ejemplo, no pueda librarse una guerra en la que en todo caso perezcan algunos individuos. Sismondi sólo tiene razón frente a los economistas que ocultan o niegan esta contradicción. Aparte de la desnudez de tales reflexiones edificantes, revelan la incomprensión del hecho de que, aunque al principio el desarrollo de las capacidades de la especie humana se realiza a costa de la mayoría de los individuos humanos y de clases humanas enteras, al final rompe esta contradicción y coincide con el desarrollo del individuo [...]"[29]
Saito comenta: "¡Aumentar las fuerzas productivas, aunque se sacrifiquen individuos! ¡Mercado y capitalismo en todo el mundo para la emancipación humana! Es como si Marx fuera un ideólogo de la globalización neoliberal"[30]. Pero en este pasaje Marx no está celebrando lo que Saito describe. Simplemente está registrando el hecho de que tal es la forma contradictoria y antagónica que ha adoptado la evolución humana una vez que el aumento de la productividad permitió la diferenciación entre clases dominantes y dominadas, así como entre trabajo mental y manual.
Todos los avances de la ciencia, el arte y la tecnología se basaban en el hecho de que la mayoría de la gente estaba condenada a un trabajo y una explotación interminables. El progreso se basaba en el sacrificio de individuos y clases enteras. Como Walter Benjamin diría más tarde: "No hay un solo documento de cultura que no sea al mismo tiempo uno de barbarie"[31].
Pero Marx añadió que el desarrollo sin precedentes de las fuerzas productivas provocado por el capitalismo, una vez socializado, permitiría ahora el florecimiento de todos los individuos y no solo de una pequeña minoría.
Algunas de las lecturas de Saito de otros textos de Marx están igualmente fuera de lugar. Saito cita el siguiente pasaje de los Grundrisse:
"De hecho, sin embargo, cuando se elimina la forma burguesa limitada, ¿qué es la riqueza sino la universalidad de las necesidades individuales, capacidades, placeres, fuerzas productivas, etc., creadas a través del intercambio universal? ¿El pleno desarrollo del dominio humano sobre las fuerzas de la naturaleza, tanto las de la llamada naturaleza como las de la propia naturaleza humana? ¿La realización absoluta de sus potencialidades creadoras, sin otro presupuesto que el desarrollo histórico previo, que hace de esta totalidad del desarrollo, es decir, del desarrollo de todas las potencias humanas como tales, el fin en sí mismo, y no medido con una vara predeterminada? ¿Que no se reproduzca en una especificidad, sino que produzca su totalidad? ¿Que no se esfuerza por seguir siendo algo en lo que se ha convertido, sino que está en el movimiento absoluto del devenir?".
Según Saito, aquí Marx está criticando cómo el capitalismo reduce la riqueza a una "vara de medir predeterminada", a una cierta cantidad de valor.[32] De hecho, en este pasaje Marx está describiendo cómo el capitalismo desarrolla las fuerzas productivas, y las capacidades humanas, sin tener en cuenta ninguna limitación pasada o heredada. Este era su aspecto progresista. También argumentó que el capitalismo hizo esto a través de la sujeción de la humanidad al despotismo impersonal del mercado capitalista.
Marx explicó que esta contradicción, este doble aspecto del capitalismo, generaba tanto apologías y celebraciones del progreso capitalista, por un lado, como añoranzas románticas de un pasado precapitalista, por otro. Rechazó ambos, argumentando que deberíamos buscar un futuro socialista, posibilitado por los aspectos progresistas del desarrollo capitalista:
"Es tan ridículo anhelar un retorno a esa plenitud original como creer que con ese vacío total la historia se ha detenido. El punto de vista burgués nunca ha avanzado más allá de esta antítesis entre él y este punto de vista romántico, y por lo tanto este último lo acompañará como antítesis legítima hasta su bendito final."[33]
Una orientación más allá de la añoranza romántica del pasado y la celebración del presente capitalista podría incluir una recuperación de algunos aspectos de las sociedades comunales del pasado, una idea que Engels formuló más de una vez.
Entre otros textos, en el Anti-Dühring captó bien esta dialéctica al discutir la noción de Rousseau del paso de una sociedad igualitaria inicial (el estado de naturaleza de Rousseau) a una civilización desigual como progreso antagónico, como progresivo y regresivo a la vez, y la posibilidad de una sociedad igualitaria futura que recuperara el pasado igualitario a la vez que se apropiara de los logros de la civilización.[34]
Conclusión: tareas en el Antropoceno
Resumiendo: Saito sostiene que en sus últimos años Marx dedicó cada vez más atención a las sociedades no occidentales, a las culturas precapitalistas y al destructivo impacto ecológico de la civilización capitalista.
Llegó a la conclusión de que no todas las sociedades habían seguido el mismo camino histórico que Europa occidental; que algunas sociedades podían, en determinadas circunstancias, evitar el capitalismo en su ruta hacia el socialismo o el comunismo; y que los costes medioambientales del capitalismo eran mucho mayores de lo que él era consciente en un principio. Todas estas ideas han sido exploradas en el pasado por varios autores, entre ellos Shanin, Foster y Anderson.[35]
En su primer libro, Saito hace una importante contribución en este ámbito, sobre todo en lo que se refiere al impacto de la obra de Carl Fraas y Georg Maurer en la evolución de Marx. Pero es erróneo argumentar que esto implicó un rechazo de su análisis del capitalismo, de la noción de progreso humano (contradictorio) a través del desarrollo de sus fuerzas productivas, o del capitalismo como progreso sobre las sociedades de clases del pasado, que crea la base material para el socialismo.
No cabe duda de que los últimos estudios ecológicos y etnológicos de Marx enriquecieron su concepción de esta dialéctica histórica, pero ello no implicó su crisis ni exigió su repudio.
Saito argumenta que el socialismo no puede implicar un desarrollo infinito de las fuerzas productivas; que más allá de cierto punto puede ser necesario el decrecimiento. Pero estos argumentos no requieren un repudio de lo que llegó a conocerse como materialismo histórico. El concepto dialéctico de Marx del progreso humano como proceso antagónico y contradictorio puede darles cabida sin renunciar a ninguno de sus principios fundamentales.
Hay pasajes en los que Saito presenta con precisión la perspectiva de Marx. Así, sostiene que "aunque Marx seguía creyendo que el desarrollo tecnológico bajo el capitalismo proporciona las condiciones materiales necesarias para el salto al socialismo, su método dialéctico llegó a ... enfatizar el lado negativo y destructivo de las nuevas tecnologías"[36].
En otro lugar señala que "Marx sin duda reconoce el lado positivo de la tecnología moderna y las ciencias naturales, que prepara las condiciones materiales para el establecimiento del 'reino de la libertad' al permitir a los seres humanos producir diversos productos en un tiempo más corto"[37].
Desgraciadamente, estas equilibradas formulaciones se abandonan por la insostenible noción de que la creciente comprensión del "lado negativo y destructivo de las nuevas tecnologías" llevó a Marx a abandonar tanto la idea de que "el desarrollo tecnológico bajo el capitalismo proporciona las condiciones materiales necesarias para [...] el socialismo" como, más en general, su "anterior esquema del materialismo histórico".
Es razonable argumentar que "una vez realizada la vocación histórica del capitalismo en el aumento de las fuerzas productivas, el desarrollo ulterior de la libertad y los talentos humanos exige una transición a otra etapa de la historia humana"[38]. Pero esto implica reconocer que la conciencia ecológica ampliada de Marx no requería repudiar su concepción de "la vocación histórica del capitalismo en el aumento de las fuerzas productivas".
Marx tampoco abandonó la noción de la clase obrera como la fuerza social clave capaz de derrocar al capitalismo y de la acción y el poder político y estatal como palanca indispensable de la transformación social. No se convirtió en un defensor del socialismo local, cooperativo o municipal.
Como hizo Marx con respecto a la comuna rusa, hoy los marxistas deberían reconocer el potencial revolucionario y anticapitalista de las luchas de los pueblos indígenas y la necesidad de vincularlas a las luchas de la clase obrera, para que "puedan complementarse mutuamente". Pero Marx no sustituyó lo segundo por lo primero y/o por iniciativas cooperativas, y nosotros tampoco deberíamos hacerlo.
Cómo hacer que la agenda ecológica forme parte del movimiento obrero y cómo organizar, movilizar e inspirar a este último hacia el ejercicio del poder político (que, por supuesto, puede incluir iniciativas locales y municipales) sigue siendo la tarea fundamental de los marxistas revolucionarios en el Antropoceno.
***
[1] El capital en la era del antropoceno, 80. Sobre el “capitalismo verde” véase Daniel Tanuro, Green Capitalism: Why it Can’t Work (London: Merlin Press, 2013). [2] Marx in the Anthropocene, 96-99. Esta es la idea principal de El capital en la era del antropoceno. [3] Véase “Monism and the Non-identity of Nature” en Marx in the Anthropocene, 103-135. [4] Michael Löwy, Bengi Arkubulut, Sabrina Fernandes, Giorgos Kallis. “For an Ecosocialist Degrowth” Monthly Review, 73:11, abril 2022. [5] Para más comentarios sobre el Green New Deal, véase “Descarbonización y descolonización: el Green New Deal y Puerto Rico (I)” momento crítico, 23 abril 2023 [6] El fundamento para una crítica marxista fue elaborado por León Trotsky a través de muchas contribuciones, incluyendo La revolución traicionada (1937). Véase también Ernest Mandel, Power and Money. A Marxist Theory of Bureaucracy (London: Verso, 1992). Para una discusión animada, véase el debate republicado de Ernest Mandel y Chris Harman, Marxists against Stalinism (London-Amsterdam: Resistance Books-IIRE, 2022). [7] El capital en la era del antropoceno, 275-304. [8] “Ecosocialism and Democratic Planning” en Michael Löwy, Ecosocialism. A Radical Alternative to Capitalist Catastrophe (Chicago: Haymarket, 2015). [9] “Liebig and Capital” en Marx’s Ecosocialism, 141-175. [10] Marx’s Ecosocialism, 171. Las citas son de El capital, vol. I, “10. La gran industria y la agricultura”. [En español de El capital, vol I, Trad. de Wenceslao Roces, México: Fondo de Cultura Económica, 422]. [11] Ibid., 202. [En español de El capital, vol I, Trad. de Wenceslao Roces, México: Fondo de Cultura Económica, 424]. [12] “Marx’s Ecology after 1868” en Ibid., 217-255. [13] El capital en la era del antropoceno, 146-147. [14] Ibid., 151-155. [15] Marx in the Anthropocene, 204. [16] Ibid., 177. [17] El capital en la era del antropoceno, 155. [18] Ídem. [19] Saito argumenta: “En sus últimos años, Marx abandonó la visión de la historia como progreso”. El capital en la era del antropoceno, 160. [20] Marx in the Anthropocene, 173. [21] Él ahora concluye que “el carácter estacionario de las sociedades comunales formará [conformará] la resistencia contra la dominación colonial y permitirá, en el futuro, el derrocamiento del capitalismo y la instauración del comunismo” El capital en la era del antropoceno, 162. [22] La limitación de espacio nos impide comentar sobre los argumentos de Saito en torno a otros autores como Engels, Luxemburgo y Lukacs. [23] El mismo argumento puede encontrarse en un pasaje de El capital citado por Saito para demostrar la apreciación de Marx de los méritos de las formas comunales precapitalistas. Marx escribió que: "la producción capitalista engendra [...] su propia negación. Es la negación de la negación. No restablece la propiedad privada, pero sí establece la propiedad privada sobre la base de los logros de la era capitalista: a saber, la cooperación y la posesión en común de la tierra y de los medios de producción producidos por el propio trabajo" (énfasis nuestro). Una versión revisada reza: "Es la negación de la negación. Esto restablece la propiedad individual, pero sobre la base de las adquisiciones de la era capitalista, es decir, sobre la cooperación de los trabajadores libres y su posesión en común de la tierra y de los medios de producción producidos por el trabajo." (énfasis nuestro). Marx in the Anthropocene, 227. [24] El capital en la era del antropoceno, 163. [25] Ibid., 276. También en Marx in the Anthropocene, 194. [26] Marx in the Anthropocene, 185. [27] "[S]ólo Inglaterra podrá servir de palanca para una revolución económica seria. Es el único país en el que no hay ya campesinos y la propiedad sobre la tierra se concentra en manos de unos cuantos propietarios. Es el único país en el que la forma capitalista, es decir, la agrupación del trabajo en vasta escala bajo el poder de patronos capitalistas se ha extendido casi a toda la producción. Es el único país en el que la gran mayoría de la población consta de trabajadores asalariados (wages labourers). Es el único país en el que la lucha de clases y la organización de la clase obrera en las tradeunions han alcanzado cierto grado de madurez y universalidad. Merced a su dominación en el mercado mundial, Inglaterra es el único país en el que cualquier viraje radical en las relaciones económicas tiene que repercutir inmediatamente en todo el mundo." "Comunicación confidencial" (1870). [28] “Futuros resultados de la dominación británica en la India” (1853). [29] Manuscritos Económicos 1861-63, citado en Marx in the Anthropocene, 184. Este fragmento es parte de los textos publicados por Kautsky como Teorías sobre la plusvalía entre 1905 y 1910. [30] Marx in the Anthropocene, 184. [31] Walter Benjamin, “On the Concept of History” (1940). [32] Marx in the Anthropocene, 222. [33] Sobre este tema, examino aspectos del trabajo de Marx en Walt Whitman and his Caribbean Interlocutors (José Martí, C.L.R. James and Pedro Mir) (Chicago: Haymarket, 2022). [34] Friedrich Engels, La revolución de la ciencia de Eugenio Dühring (“Anti-Dühring”), Capítulo XIII: “Dialéctica. Negación de la negación” [35] Teodor Shanin, Late Marx and the Russian Road. Marx and the “Peripheries of Capitalism” (New York: Monthly Review, 1983); John Bellamy Foster, Marx’s Ecology. Materialism and Nature (New York: Monthly Review Press, 2000) y sus trabajos posteriores; Kevin B. Anderson, Marx at the Margins. On Nationalism, Ethnicity, and Non-Western Societies (Chicago: University of Chicago Press, 2010). [36] Marx in the Anthropocene, 138. [37] Marx’s Ecosocialism, 214. [38] Ibid., 136.
Rafael Bernabe es senador, profesor de la Universidad de Puerto Rico, activista social y político, autor de libros y artículos sobre historia y literatura puertorriqueña.
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