Por Vanesas Contreras Capó
El 24 de abril de 2014, día internacional de los animales de laboratorio, la activista animalista Jacqueline Trade realizó un performance en una vitrina de Londres donde se sometió, durante 10 horas, a los experimentos y torturas a los que son sometidos muchos animales en laboratorios. El propósito de esta obra era visibilizar el horror que viven millones de animales anualmente. Esta acción me recordó al performance que la artista serbia Marina Abramovic hizo en 1974, Rythm 2, en la que Abramovic se paró al lado de una mesa con 72 artículos diferentes que iban desde un lápiz o una rosa hasta cuchillos e incluso una pistola cargada y “ponía a disposición su cuerpo” para que el público interactuara con ella de la forma que quisiera por 6 horas. Durante las primeras horas la gente tuvo gestos de cariño, sin embargo, la situación escaló y la artista terminó con partes del cuerpo desnudo, cortado y con la pistola apuntando a su cabeza. En ambos actos artísticos tenemos a dos mujeres utilizando su cuerpo y permitiendo que este sea torturado e incluso mutilado con el fin de visibilizar las conductas humanas patriarcales frente a cuerpos socialmente construidos como más débiles. Cuerpos-objetos, cuerpos colonizados, cuerpos desechables.
La idea de poner los cuerpos no es nueva y se ha utilizado durante décadas por diferentes grupos, principalmente por grupos de personas vulnerabilizadas por el sistema moderno colonial capitalista. Cuando pienso en este tipo de acciones, que entre los grupos feministas donde milito o he militado se ha convertido en una constante, siempre recuerdo las luchas por los derechos civiles. En los Estados Unidos las personas negras se sentaban en las cafeterías y se exponían a todo tipo de vejaciones por parte de personas blancas racistas – principalmente hombres pero también algunas mujeres – por haberse atrevido a ocupar, a poner sus cuerpos, en espacios que las leyes de Jim Crow les prohibían. Lo mismo hemos visto con las poblaciones indígenas y campesinas cuando tienen que enfrentarse a los policías y militares para impedir la contaminación de las tierras o cuerpos de agua. Frente a la represión estatal las poblaciones subalternas ponen el cuerpo como escudo y también su artillería más pesada.
En Puerto Rico nos hemos hecho expertxs en poner el cuerpo en las luchas no solo por la liberación nacional sino en casi todas. Desde las luchas ambientalistas y comunitarias como Vieques y Peñuelas, pasando por las de lxs universitarixs y maestras hasta las feministas y las personas de las comunidades LGBTIQA+.
Me llama la atención la capacidad de subversión que se construye frente a las lógicas coloniales, sobre todo si consideramos que Puerto Rico siempre ha sido un laboratorio de pruebas para EE.UU. Desde la experimentación de fármacos y la esterilización forzosa a mujeres hasta las políticas de austeridad, se ha usado el cuerpo de estas poblaciones para el beneficio del sistema. Sin embargo, son estas mismas poblaciones las que subvierten el orden y ponen sus cuerpos para confrontar al mismo estado agresor. Porque al sistema, y a lxs sistematizadxs, les molesta la presencia transgresora de los cuerpos cuando no los necesitan para su propio beneficio. Por eso, no es casualidad que frente al fundamentalismo religioso y la imposición del pudor a unos cuerpos en particular estos recurran a hacer todo lo contrario: mostrarse, desnudarse, enseñar sus cicatrices y transformaciones. Y es desde estos cuerpos y estas experiencias transgresoras sentidas y vividas que se generan conocimientos otros, conocimientos que parten de la práctica y de la experiencia sentida en sus cuerpos. De esta forma también se rompe con el absurdo paradigma colonial del binomio cuerpo/mente. Es desde la propia experiencia que se genera la teoría de la resistencia y la confrontación, es desde los cuerpos, muchas veces, no académicos que se pueden entender las lógicas coloniales y se practica la construcción de otras lógicas y epistemologías anti-coloniales.
Al parecer, la catástrofe de la modernidad – como la ha llamado Nelson Maldonado Torres, y que cada día se hace más visible y evidente – se ha convertido en una especie de catarsis para muchxs. Catarsis porque se ha llegado al momento cúspide de la falacia de la modernidad, catarsis porque cada día se hace más imposible defender el sistema colonial, catarsis porque ya no hay vuelta atrás. No es casualidad que en Bolivia se haya creado por primera vez en la historia el primer ministerio de culturas, descolonización y despatriarcalización, o que en Chile, laboratorio de los Chicago Boys, se haya aprobado una Nueva Constitución con perspectiva de género. Si bien el grupo del giro decolonial empezó a replantearse este sistema a partir de 1992, en contraposición a los festejos del quinto centenario de la conquista y colonización, y como respuesta a las discusiones que se llevaban a cabo dentro de las izquierdas debido a la caída del muro de Berlín, hoy en día se ha convertido en uno de los principales referentes de las luchas anti-coloniales. Ya no basta solo repudiar el capitalismo, el comunismo y el socialismo también son proyectos de la modernidad y urge seguir descolonizándolos.
En momentos en los que agruparse en las calles, juntarnos en protestas y abrazarnos, como nos abrazaba siempre Benito, se ha convertido en una amenaza para nuestras vidas, seguimos poniendo el cuerpo. Practicamos el distanciamiento, usamos mascarillas y mantenemos las distancias físicas pero nunca la social. Evitamos conglomerarnos en espacios cerrados y pequeños pero somos conscientes que no podemos dejar de plantarnos en las calles. Exigimos al gobierno que asuma su responsabilidad, que implemente medidas para el beneficio de la salud de las personas y no de los negocios y seguimos organizando la resistencia. Lo mismo pasó a principios de año cuando sentimos los terremotos y el gobierno nos aconsejaba que no fuéramos a visitar los pueblos afectados por los terremotos, pero ignoramos las recomendaciones de un gobierno que solo nos ha fallado y organizamos decenas de caravanas de apoyo colectivo. Se puso el cuerpo, como se puso después del paso de los huracanes Irma y María. Se pone el cuerpo para acercarnos a los demás, a los otrxs, porque la mejor muestra de solidaridad que tenemos es desde nuestro accionar físico con y para el colectivo.
Hoy en día, en tiempos de Facebook, Instagram, WhatsApp y Zoom, entre muchos otros, poner el cuerpo sigue siendo una de las herramientas más eficaces. La presencia de cuerpos otros en espacios que no son pensados para estos, rompe con la violenta cotidianidad y obliga, de la misma forma que lo hizo Jacqueline Trade con su performance, visibilizar las vidas de las personas que viven en la zona del no ser, las vidas de las poblaciones subalternas. Y es de esta forma, con la presencia de cuerpos cada día más transgresores en más espacios, que podremos ir reformulando nuevas formas de convivencias en Puerto Rico y en el planeta.
Referencias:
Ecoportal. “Jaqueline Trade, activista que se somete 10 horas seguidas a experimentos realizados en animales en laboratorios de todo el mundo”. Recuperado el 26 de noviembre de 2020.
<https://www.ecoportal.net/salud/alergias/jaqueline-trade-activista-que-se-somete-10-
horas-seguidas-a-experimentos-realizados-en-animales-en-laboratorios-de-todo-el-mundo/>
Lavernia, K. “Marina Abramovic: Biografía, obra y exposiciones”. Recuperado el 26 de noviembre de 2020.
<https://www.alejandradeargos.com/index.php/es/completas/32-artistas/41444-marina-
abramovic-biografia-obra-exposiciones>
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Vanesa Contreras Capó es co- fundadora de la Colectiva Feminista en Construcción y de la Coalición 8 de Marzo. Actualmente participa en la Coalición 8 de Marzo yen el Centro Interdisciplinario de Investigación y Estudios del Género (CIIEG).
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