Palestina, Sudán y la indiferencia del Norte global

Las hambrunas de Gaza y Sudán: ¿en qué se parecen y qué lecciones podemos extraer de la inacción de las potencias mundiales al respecto?

Traducido por César Ayala de la versión en francés: La Palestine, le Soudan et l’indifférence du Nord mondial | Le Club. El original, de la columna semanal de Achcar en el diario en lengua árabe Al-Quds al-Arabi, se publicó por primera vez en línea el 26 de agosto de 2025. Siéntase en libertad de reproducir o publicar en otros idiomas, con mención de la fuente. 

El Financial Times publicó el lunes pasado un artículo basado en los informes de la Clasificación Integrada de las Fases de la Seguridad Alimentaria (Integrated Food Security Phase Classification, IPC) para alertar sobre el aumento de la incidencia de la hambruna en el mundo, centrándose en las dos crisis más graves en la actualidad: las hambrunas en Gaza y Sudán.

La IPC fue desarrollada por la Unidad de Análisis de la Seguridad Alimentaria (FSAU) de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO). Se elaboró hace unos 20 años en respuesta al agravamiento de la hambruna en Somalia. La IPC utiliza una escala estandarizada que tiene en cuenta los datos sobre seguridad alimentaria, las puntuaciones nutricionales y los medios de subsistencia disponibles en cada crisis, lo que permite evaluar su gravedad y comparar las crisis para identificar las más graves.

El peor nivel de la clasificación de la FSAU es la fase 5, catástrofe/hambruna. En esta última condición, «al menos uno de cada cinco hogares (es decir, el 20 %) sufre una escasez extrema de alimentos y se enfrenta a la hambruna, lo que provoca la muerte, la miseria y niveles extremadamente críticos de malnutrición aguda».

La descripción de la hambruna continúa así: «En esta fase, la prevalencia de la desnutrición aguda en los niños menores de cinco años supera el 30 %, y los hogares han llegado a un punto de indigencia y muerte».

Antes de la fase de catástrofe/hambruna, se produce la fase de emergencia, durante la cual las familias sufren «grandes disparidades en el consumo de alimentos que se traducen en una malnutrición aguda muy elevada y una mortalidad excesiva», o se ven obligadas a recurrir a medidas extremas para evitar la hambruna, como la liquidación de los pocos bienes que les quedan.

Dado que la población de Sudán (unos 50 millones) es veinticinco veces superior a la de Gaza (unos 2.2 millones), lo primero que llama la atención en los datos del IPC es el número de personas que se enfrentan a una situación de catástrofe/hambruna en cada caso. Este número en la Franja de Gaza (641 000) es superior al de Sudán (637 000).

En cuanto al número de personas que se enfrentan a una situación de emergencia en Sudán (8 100 000), es solo un poco más de siete veces superior al de Gaza (1 140 000). En general, los datos del IPC indican que toda la población de la Franja de Gaza, y casi la mitad de la población sudanesa sufren inseguridad alimentaria, lo que requiere una acción urgente para evitar que su situación empeore.

Dado que la atención mundial se centra mucho más en Gaza que en lo que ocurre en Sudán, y dado que todo el mundo sabe que la hambruna en la Franja de Gaza no es un fenómeno natural ni el resultado de la falta de ayuda humanitaria, sino que esta ayuda está disponible a las puertas de Gaza en cantidades suficientes para impedir que el hambre se extienda si se abrieran esas puertas, la primera conclusión que se desprende de las cifras anteriores es que la hambruna en Gaza es el resultado de un intento deliberado de asfixiar a su población. Esto forma parte de la guerra genocida que el Estado israelí libra contra ellos con el objetivo de matar a un gran número de ellos y obligar a la mayoría de los demás a emigrar.

La segunda lección que se desprende de los datos mencionados es que la aguda conciencia que tiene el mundo de lo que está sucediendo en la Franja de Gaza aumenta considerablemente la responsabilidad de los países que son capaces de ejercer una presión eficaz sobre el Estado sionista. Además del papel primordial que desempeña Estados Unidos en este sentido, estos países incluyen a la Unión Europea y a la mayoría de los Estados occidentales, pero también a Rusia y China.

O bien estos Estados son cómplices del genocidio, o bien no están lo suficientemente preocupados como para tomar medidas efectivas para detenerlo (o bien están ocupados librando su propia guerra de agresión, como Rusia en Ucrania). El hecho es que todos los países en cuestión tienen vínculos económicos, militares y políticos multifacéticos con Israel, que hasta ahora han prevalecido sobre la necesidad de detener el genocidio.

La tercera lección es la repugnante indiferencia del mundo ante lo que está sucediendo en Sudán. Se trata de la crisis humanitaria más grave de nuestro mundo contemporáneo, con cifras aterradoras de inseguridad alimentaria que se ven agravadas por el desplazamiento de unos quince millones de personas dentro y fuera de las fronteras del país.

Mientras que el horror de la guerra genocida que libra Israel en Gaza se ve en las pantallas de todo el mundo cada día, incluso cada hora, el horror de lo que está sucediendo en Sudán —ya sea la guerra criminal en la que las dos facciones militares sudanesas luchan a costa de la población, o el genocidio que las Fuerzas de Apoyo Rápido han vuelto a perpetrar en Darfur— es casi completamente ignorado por los medios de comunicación occidentales, salvo por informes aislados y ocasionales.

Esta disparidad de atención nos recuerda, una vez más, lo que Mahmoud Darwish le dijo a la poeta israelí Helit Yeshurun en una entrevista en 1996: «¿Sabes por qué somos famosos los palestinos? Porque ustedes son nuestros enemigos. El interés por la cuestión palestina surgió del interés por la cuestión judía. Sí. ¡Es a ustedes a quienes se presta atención, no a mí! […] El interés internacional por la cuestión palestina no es más que un reflejo del interés por la cuestión judía» (véase «Rafah y El Fasher: guerra genocida y deber de solidaridad», Viento Sur, 16 de mayo de 2024).

La razón de este último interés es la misma que invocan los dirigentes occidentales para justificar su inacción ante el genocidio del Estado sionista en Gaza (basta con comparar esta inacción con los intensos esfuerzos que despliegan ante la guerra de Rusia contra Ucrania).

En resumen, los pueblos de los países pobres del Sur global no son más que seres humanos de segunda o tercera clase en el sistema de apartheid generalizado que prevalece a escala mundial.

Gilbert Achcar

Gilbert Achcar es profesor de Estudios de Desarrollo y Relaciones Internacionales en SOAS, Universidad de Londres. Entre sus libros se encuentran: El choque de barbaries: la creación del nuevo desorden mundial; Dangerous Power: The Middle East and U.S. Foreign Policy, con Noam Chomsky; Los árabes y el Holocausto: la guerra árabe-israelí de narrativas; El pueblo quiere: una exploración radical de la insurrección árabe; y La nueva Guerra Fría: Estados Unidos, Rusia y China, de Kosovo a Ucrania.

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