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Deshumanizar como estrategia radical de lucha

Por Vanesa Contreras Capó


En las últimas semanas, la noticia de que el gobierno de Puerto Rico, por imposición federal, cerraría de forma permanente el zoológico ubicado en Mayagüez y que enviaría a todos los animales que allí malviven a santuarios en Estado Unidos ha tenido mucho eco en el país. Esta noticia – que al día de hoy seguimos celebrando a medias, debido a la impunidad ofrecida por los federales a pesar de toda la violencia y crueldad evidenciada en la investigación – no ocurre en el vacío. Desde hace más de cinco años ha habido un arduo trabajo de los grupos animalistas en el país que han empujado el cierre y el traslado a santuarios; además, las muertes agonizantes de algunos animales, como la del león Olosi, que vivió durante años en un pasillo, la del chimpancé Magnun y la de la Osa Nina, que murió de dolor sin poder moverse, también pusieron presión. A su vez, la prensa del país ha logrado mostrar una importante sensibilidad en torno a este tema, y, por último, un país que, a pesar de no haber tenido tregua desde hace muchos años, reconoció las décadas de sufrimiento de esos animales. Es este reconocimiento y sensibilidad hacia esos otros, desde mi punto de vista, uno de los elementos más importantes para esta lucha animalista que cada día se arraiga más en Puerto Rico.


En su artículo “Deshacer la especie: hacia un antiespecismo en clave feminista queer”, Anahi G. González propone lo animal como estrategia radical de resistencia partiendo de que lo humano:


[s]iempre ha sido una ficción negociable que ha delineado sus límites excluyendo múltiples formas de vida, a saber, mujeres cis y trans, personas con diversidad funcional, intersexuales, maricas, lesbianas, hombres trans, enfermos, indígenas, cuerpos racializados, animales no humanos; en suma, todos aquellos cuerpos subalternizados”. (p.46)


Aunque no coincido en el planteamiento sobre la deshumanización de todas las mujeres cis (personalmente pienso que a las mujeres blancas cis nunca nos han deshumanizado) y no se mencionan a las personas negras en ese grupo de subalternos, sí coincido en que la deshumanizacion es el denominador común. Por lo tanto, si seguimos apoyándonos en la teoría de la interseccionalidad de las opresiones, creo que el concepto de humanidad, pensado desde ese espacio expuesto por González, que es precisamente el origen de la palabra e idea empujada desde el renacimiento europeo al resto del planeta, es el origen de muchas, por no decir todas, esas opresiones. El antropocentrismo colonial aprendido a la fuerza, y con el beneplácito de la iglesia católica, impuso la lógica moderna-colonial-racista-patriarcal-especista. Esta es otra de las razones por las que no podemos seguir trabajando desde planteamientos del siglo pasado sin tocar una estructura que va más allá de lo económico y político: es la esencia de la organización de nuestros estados modernos tanto del norte como del sur global. Llevamos décadas experimentando avances y retrocesos, logros que en una elección no solo se pierden sino que nos llevan a los tiempos anteriores al de los estados benefactores. Las retóricas y las políticas que impulsan los partidos conservadores cada día se radicalizan más, sin miedo a violar derechos humanos en una sola oración o violar su propia constitución. Y, sin embargo, desde la oposición no solo seguimos apostando a esos derechos humanos y constituciones – que, aunque cojas, definitivamente mejorarían la existencia de algunos seres humanos –, sino que seguimos cegándonos ante el horror que vive el resto de las especies que habitan el planeta, incluyendo el mismo planeta.


A una conclusión similar llega Laura Fernández en su artículo “Feminismo y liberación animal: alianzas para la justicia social”, donde propone impulsar mundos más animales a través de las ideas de los pluriversos más allá de la humanidad y la otredad radical. En este artículo, Fernández nos recuerda los paralelismos entre las luchas feministas y las animalistas para llegar a la conclusión expuesta anteriormente: la creación de la humanidad (patriarcal, blanca, cis, cristiana, rica) es la piedra angular de una civilización violenta contra la gran mayoría de los seres vivos. Es por eso que los estudios decoloniales vinieron a plantear esos otros pluriversos y formas de ver la vida misma desde y para el cosmos. Filosofías como la del Buen Vivir de los pueblos originarios de Sudamérica, cuyo lema principal es “yo soy si tú eres”. Pero ese “tú” es un “tú” no humano, si reconocemos que la humanidad-moderna-colonial fue impuesta a partir de 1492. Es un tú plural, pluriversal, pluriespecista, un tú imprescindible para la vida de ese yo. Tampoco es casualidad que el lema de la filosofía africana Ubuntu parta de ahí mismo: “soy porque somos”, nuevamente apostando a ese colectivo interespecie, porque sin ese “somos” el “soy” no existe, una idea que parecería extremadamente subjetiva sino fuera porque ya empezamos a sufrir los embates del calentamiento global.


Los debates en torno al cierre del zoológico han permitido empezar a replantearnos nuestra relación con los animales y nuestra percepción de los animales. Si bien desde hace tiempo ha habido una lógica “interesante” en torno a amar a tu perro y no cuestionarse la industria de alimentos y los horrores que se viven en esta por parte de todas las especies que allí permanecen, los debates que se han dado en torno al zoológico nos acercan a preocuparnos, de alguna forma u otra, por esos otros que nunca vemos. Las luchas ambientales han partido desde lo concreto: la contaminación de un espacio, la falta de acceso a un lugar, el alto número de enfermedades por un químico vertido/depositado en un lugar. De alguna forma, están vinculados a nuestras vidas.


Sin embargo, las luchas animalistas parten de reclamos más abstractos, por decirlo de alguna forma. No suelen estar directamente vinculados a nuestras vidas. Por eso, mucha gente resuelve el problema comentando: “si no te gusta el zoológico o las peleas de gallo (entre otras aberraciones), no vayas”. Aquí parecería que les animalistas queremos imponer nuestra visión de vida al resto que, por habernos criado en un estado moderno, piensa que puede haber vida digna y libre de explotación mientras las otras especies del planeta siguen esclavizadas, violadas, torturadas, asesinadas sistemáticamente, para nuestro beneficio. Es por eso que el debate generado en el país, y en otros lugares del mundo, en torno a los zoológicos por muy simple que parezca nos ayuda a seguir cuestionando nuestra forma de vida como humanos/as/es. Es desde este cuestionamiento que debemos situarnos en una lucha en contra de la humanidad moderna-colonial-racista-patriarcal-especista.

Referencias:


Fernández, L. “Feminismos y liberación animal: alianzas para la justicia social e interespecie”.

Tabula Rasa, núm. 32, pp. 17-37, 2019.

González, A. “Deshacer la especie: hacia un antiespecismo en clave feminista queer”. Revista TEL, Irati, v.10, núm.2, pp.45-70, 2019.


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Vanesa Contreras Capó es co- fundadora de la Colectiva Feminista en Construcción y de la Coalición 8 de Marzo. Actualmente participa en la Coalición 8 de Marzo yen el Centro Interdisciplinario de Investigación y Estudios del Género (CIIEG).

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