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Capitalismo racializado

Por Ángel Rodríguez Rivera


Las pasadas semanas han sido de grandes movilizaciones y discusiones a nivel mundial. La muerte de George Floyd a manos de la policía en el estado de Minnesota puso de manifiesto la crueldad de la violencia racista en los Estados Unidos. Tan pronto ocurrió esa muerte inmerecida y vil, las movilizaciones en los Estados Unidos se hicieron extensivas a muchas partes del mundo.


Puerto Rico no fue la excepción. Los/as puertorriqueños/as se tiraron a la calle para expresar su indignación por esa muestra tan cruda del racismo. No fueron pocas las personas que se sintieron identificadas con situaciones como las que le dieron muerte a George Floyd. Una gran parte de la población en Puerto Rico se hizo eco de lo que estaba pasando a nivel mundial: el régimen racista es dañino y constante.


Sin embargo, hay un efecto de la muerte de George Floyd que es de suma importancia en Puerto Rico. Por años, el racismo ha sido un asunto silenciado. El racismo siempre existe, pero no se habla de él públicamente. El racismo tiene efectos directos sobre poblaciones racializadas, pero nunca está en la palestra pública. El racismo mantiene a comunidades completas en estado de pobreza, opresión y explotación, pero es invisibilizado. Aún desde la izquierda, desde los sectores que nos llamamos progresistas, el prejuicio racial y sus efectos, se mantienen en un segundo plano. Esta ola de manifestaciones y discusiones que se han dado a nivel mundial ha forzado una discusión sobre la cuestión racial en Puerto Rico. La situación mundial levantó los sinsabores y molestias que las personas negras han sufrido en Puerto Rico a través de la historia.


Todo esto es positivo. Comenzar a hablar de un problema puede ser el primer paso a la posible solución del mismo. La politización de las experiencias personales nos llevan a la búsqueda de soluciones que trascienden al sujeto racializado. Dentro de todo esto es de medular importancia la evaluación del racismo y la violencia racista como algo que trascienda las actitudes individuales. La manifestación cotidiana del prejuicio racial se da a través de las actitudes y la cultura del día a día. Sin embargo, el racismo es mucho más complejo.


Ahora bien, si como por arte de magia lográramos acabar con todas las actitudes y manifestaciones cotidianas del racismo en Puerto Rico, aún tendríamos racismo. Si dejáramos de referirnos al pelo rizo como pelo malo; si el estándar de belleza que aprendemos dejara de ser blanco; si estas, como las muchas manifestaciones del racismo en Puerto Rico las modificáramos, el racismo seguiría existiendo.


El racismo es una manera de manifestarse del sistema económico. El sistema es racializado en tanto se constituye paradigmáticamente desde el hombre blanco. Es concebido a imagen y semejanza de los hombres blancos. El sistema económico hegemónico se crea desde los patrones culturales blancos europeos. No es que ellos lo perfeccionan, es que sale de sus patrones culturales. La religiosidad protestante que da paso al desarrollo del capitalismo es ajena a las religiosidades no occidentales. Los patrones de concebir la producción y consumo de bienes surge de concepciones culturales blancas. Los/as negros/as llegan a eso a través de la fuerza esclavizadora, tanto literal como metafóricamente.


El sistema económico capitalista, como cualquier otro, surge como resultado de relaciones sociales. Dentro de de ese contexto de relaciones contradictorias, van surgiendo maneras de ver el mundo. Se desarrollan maneras de concebir el sujeto como ente de producción, explotación y consumo. Eso no surge del aire. Viene ligado a conflictos sociales previos que se transforman en el proceso de interacción y conflicto socioeconómico. El capitalismo, como relación social social se conceptualiza desde la Europa blanca. Los sujetos racializados no estaban contenidos en su génesis. Los sujetos negros son arrastrados al mismo desde otro paradigma. Nunca fueron parte del capitalismo. Sus cuerpo, ideas, concepciones sociales y culturas siempre estuvieron fuera. Esos sujetos entraron al capitalismos desde la otredad. No son simplemente parte de la clase obrera. La clase obrera es el producto del capitalismo. La explotación racial dio paso a ese capitalismo blanco y del que nunca han sido parte.


En la medida en que veamos la racialización de los ordenamientos económicos como elementos paradigmáticos, podremos ver el problema racial como uno que trasciende la inmediatez del sujeto. Desde esa perspectiva también aportaremos a la construcción de un sujeto no anclado en las relaciones de explotación que son blancas en su naturaleza. Debemos evaluar el racismo y las relaciones raciales como asuntos estructurales de explotación. Lo demás cae por su propio peso.

 

Ángel Rodríguez Rivera es profesor del departamento de Ciencias Sociales de la Universidad de Puerto Rico, recinto de Cayey, y preside la Asociación Puertorriqueña de Profesores Universitarios.

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