Alex J. Rivera Avilés
El entusiasmo ante la posibilidad de un cambio en nuestra calidad de vida, en la forma en que se gobierna, en la lucha por nuestros derechos y en la protección de nuestros recursos naturales surgió como una de las características más marcadas de este año electoral de 2024. La Alianza fue ese buque que reflejó ante el pueblo puertorriqueño su deseo de comenzar a desmantelar estructuras políticas y administrativas antiguas, corruptas y en desuso. Esto fue evidente en la tendencia de aumento de apoyo a las candidaturas de la Alianza en encuestas, en trends de las redes sociales, en las largas filas de las caravanas, en los endosos de varios artistas conocidos y el desbordamiento de un cierre de campaña sumamente exitoso con un estimado de 50,000 participantes. Además, las campañas que caminaron sus comunidades para aprender de frente el sentir de sus ciudadanos traían consigo anécdotas (y algunas hasta datos) sobre cómo una gran porción estaba desilusionada con sus propios partidos tradicionales, incluso con la política en general.
Fueron todos estos eventos en relativa rápida sucesión, junto con el acercamiento natural e inevitable del 5 de noviembre, que creó un lazo emocional significativo hacia la victoria de la Alianza, especialmente al del puesto de gobernación; un triunfo y paso considerable hacia un Puerto Rico próspero. Este apego emocional a “ganar las elecciones”, visto por una gran parte de la población fuera del ámbito político como “ganar la gobernación”, fue arrebatado ligeramente entre la tarde del 5 y la mañana del 6 de noviembre.
Con esa percibida pérdida emocional comenzó en el individuo puertorriqueño el proceso de las fases del duelo. El propósito de este escrito es el siguiente: reflexionar sobre cómo cada fase del duelo se ha manifestado en estos últimos días luego de las elecciones generales, qué consecuencias pudiesen traer estas conductas manifestadas y tratar de extrapolar dónde más pudiese haber pérdidas que manifiesten reacciones similares. Encuentro esencial hacer la siguiente aclaración: utilizo un modelo psicológico del individuo para analizar los efectos de un evento colectivo. No pretendo utilizarlo como modelo sociológico que explique las conductas de las masas. La meta es reflexionar sobre cuál de las etapas podríamos encontrarnos como individuos y en cuáles reacciones conductuales nos vemos más reflejados, conductas que claramente se manifestarán en otras personas, creando así una reacción colectiva de un proceso individual.
El modelo psicológico que se utilizará son las fases del duelo propuesto en 1969 por Elisabeth Kübler-Ross en su libro On Death and Dying. En él se presentan 5 fases que traspasamos como individuos al tener una pérdida emocional significativa: negación, ira, negociación, depresión y aceptación. Dada la complejidad de la psiquis humana, se entiende hoy en día que el proceso no es uno lineal; que no todo individuo pasará por todas las fases en orden. Puede que las fases se mezclen, o que el sujeto recaiga en alguna de ellas luego de superarla. Cada fase tiene unas características propias, y se han manifestado con relación a la percibida pérdida de las elecciones.
La negación se caracteriza como el rechazo de aceptar la realidad de la pérdida. Le sirve al sujeto como mecanismo de defensa para protegerse del malestar que le causará entrar en conciencia a una realidad donde algún vínculo significativo ya no está. La reacción más evidente de esta fase se ve reflejada en la frase “nos robaron las elecciones”. Ya se han visto manifestaciones frente a la Fortaleza de estudiantes universitarios y simpatizantes de la Alianza demostrando su disgusto con este proceso electoral evidentemente obstaculizado. Es válido el sentir, pero creo que debemos ser cautelosos si nos vemos reflejados en esta fase: sí se deben denunciar las irregularidades; sí se deben reprochar los atropellos que la comisión estatal de elecciones y el sistema judicial nos han lanzado; sí se debe fiscalizar ahora y en el futuro los procesos burocráticos de la comisión. De ninguna manera quisiera posicionarme en contra de estas acciones, pero debemos ser estratégicos y prudentes como frente ante estas denuncias. Caracterizarnos como reaccionarios que gritan “trampa” cada vez que no obtienen sus metas (aunque sean evidentes las irregularidades que obstaculizan un proceso democrático transparente y limpio) podría hacer más daño que bien. Las denuncias se harán y se están haciendo, la sanación recae en no estancarnos en la negación de los resultados y en adentrarnos en una realidad que, aunque no la preferimos, nos ha tocado.
La ira surge cuando se comienza a aceptar la realidad no preferida. Aquí, la ira puede ser proyectada hacia los demás o hacia uno mismo. Esta emoción ha quedado plasmada en tres reacciones principales. La primera siendo, de nuevo, las protestas frente a la Fortaleza, la cual demuestra indignación ante la realidad. La otra, más sutil, es el deseo del mal hacia el electorado de oposición. Frases como “ojalá y se nos siga yendo la luz para que sigan votando por los mismos”, por ejemplo, ha sido una de esas manifestaciones verbales de ira. Otra reacción es el enojo hacia uno mismo, la percibida insuficiencia de “pude haber hecho más”. La estrategia aquí es validar la emoción, entender por qué está ahí, hacernos conscientes hacia dónde la estamos proyectando y redirigirla hacia la acción templada y razonada. Claro, con la boca es un mamey, pero practicar esta estrategia sin juzgarnos a uno mismo nos mantendrá en mejor equilibrio.
La negociación se caracteriza por la conducta de tratar de prevenir o minimizar la pérdida sufrida, mayormente a través del pensamiento. De nuevo surgen frases internas como “si hubiese hecho esto diferente, no hubiese pasado esto” o “si hubiese hecho más, lo hubiese prevenido”. La autocrítica se puede exacerbar en esta etapa, convirtiéndose en una especie de estanque masoquista con tal de librarnos del malestar de la pérdida. Se podría hasta intentar revertir la pérdida a través de la búsqueda de alternativas erráticas que nos acercan al escapismo. Un buen ejemplo de esto es la reacción de Elizabeth Torres, excandidata independiente al senado por acumulación, quien se ha escapado de Puerto Rico y dejado el país por el que ella supuestamente luchaba y tenía deseos de representar. Dentro de la fase de negociación, puede haber individuos que simplemente se alejen del trabajo político como tipo de negociación con la realidad de “si no habito estos espacios, no tengo que sentir este malestar de pérdida de nuevo”. Recomiendo estar muy pendiente de buenas y buenos militantes de la lucha progresista que estén buscando sanación a través del escapismo.
En la fase de la depresión hay un sentido de profunda tristeza y desesperanza. En ella hay desgaste tanto mental como físico, y parece no haber salida del vacío que sentimos. Esto fue evidente la mañana del 6 de noviembre. Aunque es un ejemplo anecdótico, toda persona con quien interactué me dijo que aquella mañana simplemente no se quería levantar de la cama, que las fuerzas no le daban y que la tristeza todavía les pesaba. Lo más característico en esta fase es el desgano y la negación a tomar acción. No hay “cura inmediata” para este estado emocional, físico y mental; sin embargo, hay estrategias que nos pueden ayudar a dejarlo pasar con más harmonía. A manera de ejemplo, la interacción social, el hablar o escribir sobre lo interno, ya sea pensamiento o emoción, salir de un ambiente usual y, aunque difícil en el campo de la lucha política donde cada día cuenta, tomar un descanso.
La aceptación es caracterizada por la integración de la realidad y adaptarse a tales circunstancias. En los días posteriores al 5 de noviembre, hemos visto el esfuerzo de organizar a funcionarios electorales de cara al proceso de escrutinio. Está en celebración el posible triunfo de tres candidaturas por precinto a la legislatura, igual que la creación de espacios de análisis y reflexión como este. La aceptación no es arrodillarse ante la injusticia, ni olvidar la pérdida, sino avanzar con el arte de hacer lo que podemos con lo que tenemos.
El panorama político en desarrollo parece reflejar el cuatrienio de 2017 a 2021, un periodo caracterizado por medidas de austeridad como recortes presupuestarios a servicios esenciales, reformas laborales que redujeron beneficios y protecciones para la clase trabajadora y la privatización de servicios públicos. Recientemente, Jenniffer González ha expresado su apoyo a Thomas Rivera Schatz y Carlos “Jhonny” Méndez como presidentes de la próxima legislatura; ambos ocuparon esos cargos en el Senado y Cámara de Representantes, respectivamente, durante el 2017 a 2021. No sería sorprendente ver un cuatrienio 2025 a 2029 marcado nuevamente por la pérdida de derechos laborales, la disminución de protecciones a nuestros recursos naturales, restricciones a los derechos de personas gestantes a poder decidir sobre sus cuerpos y el debilitamiento de los servicios esenciales y de dominio público, reactivando así ciclos de duelos colectivos.
Nuestro trabajo como individuos consiste en reflexionar sobre cómo las fases del duelo se manifiestan en nuestras conductas, pensamientos y emociones. A partir de ahí, debemos identificar qué acciones podemos tomar para armonizar con una realidad que no preferimos y transformarla en la que deseamos. Nuestras conductas y expresiones impactan de manera particular a los círculos de influencia en los que los otros nos perciben como expertos o figuras de liderazgo. Estos espacios pueden ser tan íntimos como la familia inmediata o tan expansivos como organizaciones e instituciones. Será nuestra reflexión interna, el desarrollo de pensamiento y la armonía emocional lo que nos sostendrá en el trabajo de accionar hacia ese Puerto Rico próspero que anhelamos.
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Alex J. Rivera Avilés fue criado en Toa Alta y actualmente vive en San Juan. Obtuvo su bachillerato en Psicología de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras y su maestría en Consejería Psicológica (M.S.) de la Universidad Carlos Albizu. Desde 2019, ha estado involucrado activamente en diversos espacios políticos y comunitarios, contribuyendo a iniciativas enfocadas en el bienestar social y el desarrollo comunitario.
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