Por Vanesa Contreras Capó
[Nota: El siguiente texto sirvió de punto de partida para presentar el libro Al fina de la fila. Escritos sobre docencias desplazadas en la UPR, publicado por Editorial APPU, en un evento especial con sectores sindicales el jueves, 8 de julio en el local de la UTIER]
Al final de la fila se nos presenta como una picaresca en donde los docentes sin plaza, sobrevivientes de las condiciones más precarias jamás imaginadas, nos narran (la mayor parte de ellas en tercera persona, y muchas veces a través de objetos inanimados) su inestable e insegura cotidianidad. En esta recopilación de textos, escritos mayormente por las desplazadas, nos adentramos, más que a la vida, a las preocupaciones y elucubraciones de las profesoras y profesores que han pasado la mayor parte (o incluso toda su carrera profesional) sin un espacio laboral estable y sin expectativas claras de que esto vaya a cambiar.
En estas crónicas, el término de desplazado no solo señala literalmente la posición en la que se encuentran nuestros compañeros y compañeras, sino también nos obliga a relacionar a estas trabajadoras y trabajadores con las poblaciones desplazadas de sus países. Es decir, los inmigrantes académicos, los refugiados de la academia o los parias académicos como muy bien se señala en el poema “Frente al libro de cristal”. Estas desplazadas y desplazados, aunque no viven en casetas, como mucha de la población refugiada, también se arriesgan a perder un techo seguro si no logran los cursos semestre a semestre o si no pueden ahorrar el suficiente dinero para sobrevivir los, por lo menos 4 meses, sin paga al año. A su vez, el título del poema “Frente al libro de cristal” hace referencia al techo de cristal, esa barrera invisible y a la vez prácticamente impenetrable de los que viven con la esperanza de alcanzar una meta que nunca llega.
Entre los diferentes elementos que se repiten en los textos como las agendas, la falta de planes médicos y el no poder darse el lujo de enfermarse, o incluso la misma personificación de objetos inanimados, que tienen más presencia, más vida, que los mismos desplazados, resuenan dos ideas constantes. Una, la certeza de que el tiempo de una desplazada no es suyo, que vive para los demás, que le organizan su vida los ritmos y agendas de las diferentes facultades y universidades por las que navegan. La otra, que hay una constante alienación tanto en su vida personal como en su vida laboral como muy bien plantea el poema “Trabajar y vivir en modo AUSENTE”. Texto que de alguna forma me recuerda al concepto de la alienación marxista en donde las trabajadoras y trabajadores pierden el control del fruto de su trabajo y la capacidad de poder decidir sobre su propia vida, ya que esta está determinada por el ritmo de trabajo.
Pues, con 180 estudiantes de redacción,
divididos en 8 o 9 secciones por semestre,
¿qué tiempo te resta para vivir, ser y estar en la
transformación de mi país?
Si las 180 reseñas por corregir me persiguen hasta casa,
a la visita que hago a los familiares y amigos,
incluso a citas médicas y diligencias.
Así,
ellas nublan mi juicio como si los textos se volvieran
voces que me recuerdan que el tiempo de mi vida NO
es para mí.
De esta manera, ¿cómo poder estar presente en la vida?
En esas condiciones, ¿cómo ser y estar en el puesto de
profesora y en el puesto de vivir?
Estoy AUSENTE de AMBOS…
Y es que en estos textos los objetos tienen un mayor peso que les mismes docentes sin plaza y las agendas reconocen que la vida que estas trabajadoras escogieron “no es vida”, como señala el texto “Divagaciones de la agenda de Mía”. Las tazas de café informan a los estudiantes la precariedad en la que se encuentran sus profesoras por contrato, las loncheras viajan semi vacías y los bultos/oficinas/casas rodantes separan las vidas de los que tienen un techo seguro en donde trabajar y los que recorren las universidades semestre a semestre sin saber cuál de esas universidades les volverán a contratar.
De hecho, podríamos pensar que estos objetos son señales de identidad de las desplazadas. Y sin embargo, a pesar de toda esta precariedad, nos encontramos que en muchas ocasiones son las docentes sin plaza las que sacan las castañas del fuego de muchas facultades, las que se involucran en los comités de trabajo, las que crean cursos en línea durante sus vacaciones no pagadas. Es decir, muchas veces son las más preparadas, las más dispuestas a meter mano, las más innovadoras y las más jodías. A su vez, en estas crónicas de la precariedad académica no podía faltar la violenta burocracia, la falta de solidaridad y las vacas sagradas como parte de ese entramado de opresiones que marcan la vida de los desplazados. Porque lo cierto es que en estas crónicas de los desplazados no podemos ignorar el rol que juega la facultad regular y la urgencia de que esta la lucha de sus colegas sin plaza la asuman como propia.
En la organización del texto podemos ver una secuencia de sucesos que empieza con las crónicas de las desplazadas, o los relatos de la subsistencia, en donde las fábulas y el humor “pícaro” suelen sentar la pauta. Sin embargo, conforme nos vamos acercando al final, el tono pesimista, la frustración e incluso la rabia se van apoderando del libro que tal vez al final la décima y las 2 cartas de despedida-bienvenida tratan de contrarrestar. Pienso, por ejemplo, en el texto “Un muerto en el decanato” que nos deja sonriendo para luego pasar a “Entre Vesta y las ninfas”, en donde el protagonista opta por la “felicidad” del desempleo a seguir bregando con la burocracia e ineficiencia institucional. Después pasar a “Desplazado” donde el protagonista, que dejaron sin clase para el próximo semestre, lo terminan desconectando del ventilador, para pasar a los poemas, que salvo raras excepciones, como #LoncherasUnidas, se enfocan en señalarnos la desazón, angustia y hasta rabia, como en el poema “Negación”.
Los ultimo textos organizados en la sección “Otros géneros” tratan de salir de la desesperanza poética, sin caer en un optimismo ridículo, y apostando a diferentes formas de lucha para combatir estos desplazamientos. Por un lado, la décima apuesta a lo que hacemos las que estamos aquí reunidas: la organización sindical y, por otro, las 2 cartas de despedida-bienvenida a la upr (en letra chiquita, no en mayúsculas) y a sus estudiantes, apostando a otros espacios de trabajo pero manteniendo el vínculo con la universidad.
A su vez, me parece importante incluir dentro de esta presentación, aunque sea de forma superficial, la importancia de resaltar el papel de las universidades en general, y en particular de la UPR, en el proyecto de una formación académica estrechamente ligada al proyecto moderno/colonial de Puerto Rico. Y más allá de seguir señalando que cada vez hay menos fondos, y menos estudiantes, en las facultades de humanidades y sociales, por ejemplo, es pensar hacia dónde está dirigido el proyecto universitario, a quiénes beneficia una vez se obtiene el grado, con quién es el compromiso. En palabras de Bea Llenin, escritora de la carta de bienvenida-despedida 2: “Es en lo inútil para el capital, para el trabajo, para el jefe, donde radica lo imprescindible”. Y reconociendo el espacio en donde nos encontramos ahora, nuestra querida UTIER, debemos seguir impulsando que de la misma forma que seguimos luchando por una AEE pública, eficiente, que utilice energía limpia y renovable, transparente y descolonizada, seguiremos luchando, en todos los frentes y By Any Means Necessary, como los Black Panthers, porque la Universidad de Puerto Rico (entendiendo Puerto Rico como estado/nación moderna, colonial y colonizada) pase a ser una verdaderamente Universidad del Pueblo descolonizada y descolonizadora.
Esta antología se nos presenta como una herramienta de organización, una guía para una conversación sindical, un espacio de encuentro y, por qué no, de partida para entender los retos de los sindicatos si quieren ser una alternativa real para la mayor parte de la clase trabajadora. En un discurso en 2016 el líder de PODEMOS, Pablo Iglesias, comentaba que éramos la primera generación que vivimos peor que nuestros padres, de ahí la consiga de los jóvenes: sin trabajo, sin casa, sin futuro y sin miedo. De hecho, en alguna pancarta llegué a leer que con una carrera universitaria tenías 3 salidas: cielo, mar o tierra. Llegados a este punto, y reconociendo que no todo lo que se ha hecho se debe desechar, pero sí reevaluar y buscar diferentes caminos para no solo reconquistar lo que seguimos perdiendo sino conseguir nuevos derechos; urge mirarnos como sindicatos y organizaciones en lucha que apuesten a otras formas organizativas, y nuevas reivindicaciones que confronten el estado moderno colonial que nos ha llevado a este desastre político, económico y ecológico.
Como muy bien expone el compañero Ángel Rodríguez, presidente de la APPU, nuestra apuesta debe ser fortalecer un sindicalismo para la clase trabajadora, que más allá de resolver los problemas de sus respectivas matrículas apuesta a cambios que mejoren la vida y las condiciones de trabajo de todo el mundo, en particular de la gran mayoría de las personas no organizadas sindicalmente. La titánica e importante labor que ha decidido asumir la APPU organizando, por un lado, a trabajadores que muchas veces no se sienten parte de la clase trabajadora, como son muchos (no todos) docentes con plaza y por el otro, a sus colegas sin plaza, que se han convertido en uno de los grupos de la clase trabajadora más precarios, es apostar al cambio que necesitamos.
En medio de una crisis interminable, con una Junta de Control Fiscal que nos sigue asfixiando, entre apagones e inundaciones y con la PROMESA de más precariedad, salir a organizar a los desplazados es una apuesta a la vida y a otro Puerto Rico. Adelante compañeras, no están solas, construyamos un sindicalismo para toda la clase trabajadora.
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Vanesa Contreras Capó es activista, feminista, animalista y co-fundadora de la Colectiva Feminista en Construcción y de la Coalición 8 de Marzo. Actualmente milita en la Coalición 8 de Marzo, en Vínculo Animal y trabaja como catedrática auxiliar en el Departamento de Lenguas Modernas de la Universidad Interamericana de Puerto Rico, recinto Metro. Allí también es integrante del Centro Interdisciplinario de Investigación y Estudios del Género (CIIEG) y del Centro de Educación, Conservación e Interpretación Ambiental (CeECIA). Su área de interés es la intersección de opresiones de raza, clase, género, lugar de origen y especie.
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