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La formación social según la concepción materialista de la historia (1): la economía como fundamento

Por Ramón Rosario Luna


Introducción general: tres redacciones


En el primer artículo de esta serie, “Bases filosóficas de la concepción materialista de la historia”, examinamos las fuentes intelectuales de dicha perspectiva, sus principios epistemológicos y ontológicos y unas claves metodológicas, teóricas, ecológicas y políticas. En la redacción anterior, “Reflexiones sobre el carácter fundamental de lo económico en la concepción materialista de la historia”, discutimos la relación entre la determinación sexual y económica, la relación economía-ecología, el rol crucial del trabajo, el carácter dialéctico de la materialidad, el vínculo entre lo económico y lo político y la importancia de la crítica.


Esta redacción inicia una serie de tres artículos que expone cómo la concepción materialista de la historia (CMH) teoriza la formación social. El primero examina cómo la economía es fundamento de la organización social. El segundo presenta la relación entre economía y ordenamiento político. El tercero plantea la relación de las formas sociales de la conciencia con la base económica política.

Introducción particular: metodología


La estrategia que seguiremos en el conjunto de estos tres artículos es discutir este segmento de Contribución a la crítica de la economía política, de Carlos Marx:


En la producción social de su vida, los hombres entran en determinadas relaciones necesarias e independientes de su voluntad, relaciones de producción, que corresponden a un determinado grado de desarrollo de sus fuerzas productivas materiales. Estas relaciones de producción en su conjunto constituyen la estructura económica de la sociedad, la base real sobre la cual se erige la superestructura jurídica y política y a la que corresponden determinadas formas de conciencia social. El modo de producción de la vida material condiciona el proceso de vida social, político y espiritual en general. No es la conciencia de los hombres la que determina su ser, sino, por el contrario, el ser social es lo que determina su conciencia”.


Debido a que la CMH enfatiza en lo histórico-cambiante, esta exposición de la teoría sobre la estructura social incluye la conceptualización sobre las transformaciones de la misma. Para ello desarrollaremos las ideas contenidas en esta cita de Contribución a la crítica de la economía política:


En cierta fase de su desarrollo, las fuerzas productivas materiales de la sociedad entran en contradicción con las relaciones de producción existentes, o bien, lo que no es más que la expresión jurídica de esto, con las relaciones de propiedad en el seno de las cuales se han desenvuelto hasta entonces. De formas de desarrollo de las fuerzas productivas, estas relaciones se convierten en trabas suyas. Y se abre así una época de revolución social. Al cambiar la base económica, se transforma más o menos rápidamente toda la superestructura inmensa


Es pertinente explicitar que la CMH concibe a la formación social como una totalidad integrada; por lo tanto, su teorización opera en estos términos. La concepción burguesa del conocimiento estudia los fenómenos económicos, políticos y psicológicos por separado. Eso es un error, pues los procesos sociales contienen múltiples dimensiones simultáneamente: lo económico es inmediatamente político y está mediado por la subjetividad, a lo político le es inmanente lo psicológico y está fuertemente condicionado por lo económico y lo psicológico se construye a partir de la experiencia de los sujetos en esa base económico-política. Si aquí dedicamos un texto al modo de producción, otro a la superestructura política y un tercero a las formas sociales de la conciencia, lo hacemos solo para facilitar el acercamiento inicial, en vez de crear un documento extenso cuya lectura resultaría agotadora para quienes se inician en estos temas.

La economía: definición y rol fundamental


Tradicionalmente, la definición de economía es el estudio de cómo los seres humanos usan recursos para producir bienes y servicios para satisfacer necesidades. Marx (1857-58/1971) la definió como el proceso de producción, distribución, intercambio y consumo. Lo económico siempre consiste en la producción y reproducción de los organismos, incluye algún grado de interacción con el ecosistema y en los humanos siempre es un proceso fuertemente social. En estos procesos es crucial la relación entre las fuerzas productivas y las relaciones sociales de propiedad. Las fuerzas productivas son la capacidad creadora del trabajo, la cual está determinada por la aplicación de la tecnología existente al proceso de producción y por las destrezas de los productores para usarlas en la creación de objetos. Por supuesto, a la tecnología y a su uso en la producción le subyacen la creación de dichos medios tecnológicos (tanto a nivel del pensamiento como en su concreción). Como la producción de los objetos de consumo y los medios necesarios para producir esos objetos son productos del trabajo, asumimos que este es crucial en lo humano. El desarrollo de las fuerzas productivas es especialmente importante porque, además de definir las formas de trabajar y las relaciones de producción, implica determinadas relaciones de propiedad de los medios de producción y de apropiación-distribución de lo producido.


La CMH plantea que la economía es el fundamento de la organización social debido a que, por su importancia, establece las cualidades fundamentales de las demás dimensiones sociales. Pero dicha perspectiva postula que la relación entre economía y el resto del orden social es compleja: no propone una relación de causalidad lineal en la que lo económico define al resto del orden social unidireccionalmente. Por el contrario, piensa esa relación dialécticamente: para Federico Engels (1890a) “si bien las condiciones materiales de vida son el primum agens (primer agente), eso no impide que la esfera ideológica reaccione a su vez sobre ellas”. En su carta a José Bloch, Engels (1890b) tildó de tergiversación la idea de que el factor económico es el único determinante de la historia y escribió esto sobre la determinación económica:


La situación económica es la base, pero los diversos factores de la superestructura que sobre ella se levanta - las formas políticas de la lucha de clases y sus resultados, las Constituciones que, después de ganada una batalla, redacta la clase triunfante, etc., las formas jurídicas, e incluso los reflejos de todas estas luchas reales en el cerebro de los participantes, las teorías políticas, jurídicas, filosóficas, las ideas religiosas y el desarrollo ulterior de estas hasta convertirlas en un sistema de dogmas - ejercen también su influencia sobre el curso de las luchas históricas…


La CMH no es reduccionista; es dialéctica. Criticarla por asumir reduccionismo económico es incurrir en la falacia de muñeco de paja.


Profundizando el carácter dialéctico de la epistemología asumida por la CMH, podemos revisar el rol de las ideas en el desarrollo de las fuerzas productivas: estas resultan de pensar cómo potenciar la técnica, por lo que las ideas son un factor crucial en la conformación de la base tecnológica de la economía. La oración anterior no es epistemológicamente idealista, pues las ideas son el cerebro en funcionamiento y sus creaciones tecnológicas son respuestas a problemas concretos de la formación social en momentos históricos específicos. Dicho de otro modo, las formas de trabajar, las relaciones de producción, las relaciones de propiedad de los medios de producción y las relaciones de distribución de los objetos producidos se construyen a partir de las fuerzas productivas vigentes; el sistema socioeconómico (definido como la combinación de las fuerzas productivas con las relaciones de producción y propiedad) da la clave al ordenamiento jurídico-político; dicha base económica-política fundamenta el conjunto de la formación social; las formas sociales de la conciencia se construyen a partir de ese contexto socio-histórico y desde ese sistema de ideas es desde donde se desarrollan las fuerzas productivas.


Dado lo anterior, debemos tener claro que la gnoseología de la CMH no opera en términos lineales, como causación unidireccional, entre tecnología, economía, política, sociedad e ideas, Más certero es decir que el pensamiento de la CMH es sistémico-cíclico, de modo que el último elemento de esa serie (las ideas) es factor que afecta al primero (tecnología). Pero más preciso aún es plantear que las ideas le son inmanentes a cada dimensión, de modo que establecen un bucle recursivo: en lo tecnológico, económico, en lo político y en el proceso social general surgen ideas que sostienen una relación dialéctica (a veces reafirman y a veces critican) con las relaciones y actos de cada dimensión (tecnología, economía, política, las demás instituciones sociales); y también es parte de esa precisión asumir que cada factor social influye en cada uno de los demás factores. Nada de lo anterior niega la primacía ontológica de la materia ni que la economía (como producción de la vida) es fundamento de la organización social; pero esa primacía no oblitera el carácter activo de los demás factores del ordenamiento social. Por supuesto, esto está lejos del reduccionismo económico, del mecanicismo metodológico y delinea una epistemología de complejidad (Rosario, 2023).


Es importante recordar que lo económico es siempre político. La economía es una actividad social en la que la distribución del poder es variable: en la medida en que los sistemas socioeconómicos se basen en propiedad colectiva y democracia de sus trabajadores, allí existe un reparto tendencialmente equitativo del poder; en la medida en que los sistemas socioeconómicos se basen en la propiedad privada de los medios de producción y que en el taller de trabajo haya ausencia de democracia, el poder funciona en términos opresivos. Dado que el objeto de estudio de la ciencia política es el poder, notar que el poder está presente en las relaciones socioeconómicas convierte a la economía en economía política. Este pensamiento integrador es diferente a la perspectiva burguesa contemporánea, que escinde economía y política (también sociología, antropología, historia, psicología…) en disciplinas distintas.

Modos de producción


En la CMH el concepto de modo de producción se define como la manera de producir lo necesario para la vida, la cual resulta de la combinación de unas fuerzas productivas y unas relaciones de producción. Debido a que distintos modos de producción generan diferentes tipos de formación social, debemos definir los principales modos de producción para luego comprender mejor el ordenamiento político, social y subjetivo que se yergue sobre dicha base. Históricamente han existido varios sistemas socioeconómicos. Comentemos brevemente el comunismo originario, la esclavitud, el feudalismo, el capitalismo y los intentos socialistas.


Según Harman, el comunismo originario predominó desde el surgimiento del Homo sapiens (hace unos 150,000 años) hasta hace unos 7,000 años. El escaso desarrollo de las fuerzas productivas impedía que la sociedad se dividiera en clases sociales, pues el carácter rudimentario de las tecnologías (instrumentos de piedra, huesos, conchas…) las hacía accesibles a toda la población, por lo que no era posible que un sector de la sociedad monopolizara los medios de producción y sometiera al resto de la población. A la vez, ese bajo nivel tecnológico posibilitaba producir solo lo estrictamente necesario para la sobrevivencia; dicho de otro modo, el bajo desarrollo de las fuerzas productivas impedía generar plusproducción (producción excedente más allá del mínimo necesario), por lo que era imposible que un segmento de la sociedad se apropiara del inexistente plusproducto y viviera del mismo. Incluso la baja capacidad productiva requería formas no opresivas de trabajar: era imperativo cooperar en la producción (de alimentos, vivienda, ropa…) para conseguir lo necesario para la sobrevivencia. También ese bajo desarrollo de fuerzas productivas imponía formas comunales de apropiación de los productos, pues la escasa cantidad de estos imponía distribuir de modo inclusivo; si parte de la banda se apropiaba exclusivamente de los productos, surgía el riesgo de que el resto del grupo pereciera por inanición. Existían líderes en tareas particulares que tenían más prestigio por aportar destacadamente dicho campo de acción, fuera este la cacería, la recolección, el parto, la crianza, la preparación de alimentos o la confección de ropa, pero no eran dueños privados de los medios de producción ni controlaban los productos del trabajo colectivo.

Hace unos 5,000 años las sociedades comenzaron a dividirse en clases, en explotadores y explotados. Según Engels (1884), el paso de la recolecta-caza (nomádica) a la agricultura (sedentaria), junto con el incremento en capacidad productiva posibilitado por la metalurgia, significó la inauguración histórica de la producción excedente. Dadas esas fuerzas productivas que permitían la plusproducción, cuando los medios de producción (tierra, ganado, instrumentos como el arado…) fueron apropiados por una parte de la sociedad, esto tuvo la consecuencia de dividir a la sociedad en dos clases: los propietarios, que dominaron el proceso de trabajo y controlaron los productos, y los no-propietarios, que producían, pero no controlaban, el proceso de trabajo ni sus productos. Así, su existencia (los productos de su trabajo y las condiciones y los procesos de los cuales resultan esos productos, sus relaciones sociales, su propio ser y el ecosistema) pasaron a existir como algo ajeno para la mayoría de los miembros de la sociedad: se inauguró históricamente el proceso de alienación, en el cual los sujetos no entienden significativamente esos procesos ni sus condiciones, pues no los controlan. La esclavitud y el feudalismo son ejemplos de esto. En la esclavitud los amos son propietarios de los medios de producción y de los esclavizados, a quienes explotan obligándoles, mediante el látigo, a producir a cambio de un mínimo de alimento, vivienda y vestimenta. En el feudalismo los señores explotan a los siervos, sea mediante el trabajo impago de los siervos en las tierras del señor, el tributo en productos o el tributo monetario; para esto se sirven de la coerción impuesta por la espada.


Según Michel Beaud, desde el siglo 19 el capitalismo se ha ido estableciendo como el sistema socioeconómico dominante; esto inició en Europa occidental y luego se impuso en el resto del mundo. En dicho sistema los capitalistas, propietarios de los medios de producción explotan a los trabajadores y a la naturaleza. Contratan a los trabajadores por un salario para producir mercancías que al venderse se convierten en una cantidad de valor superior al salario. El salario equivale al costo de la reproducción de la fuerza de trabajo, pero ese costo es inferior al valor producido por el trabajador; esa diferencia es la plusvalía, que es valor creado por el trabajador más allá del salario que es apropiada por el capitalista. Los capitalistas también explotan el ecosistema: interpretándolo como cosa (recurso), toman de este (sin retribuir) y lo contaminan como parte del proceso de acumular valor.


En el capítulo VI (inédito) de El capital, Marx distingue dos grandes procesos históricos en el desarrollo capitalista: la subsunción formal y la subsunción real del trabajo al capital. En el capítulo 24 de esa obra, Marx define la acumulación originaria como el violento proceso histórico de escisión entre el productor y los medios de producción, disociación que transforma la explotación feudal en explotación capitalista y engendra la clase de desposeídos que solo pueden vivir de trabajar a cambio de un salario. A partir de dicha acumulación originaria, la relación capital/trabajo se establece como una de subsunción formal, en la cual el capital incorpora contenidos laborales de antiguos sistemas socioeconómicos a relaciones sociales capitalistas: procesos manuales de trabajo surgidos de la esclavitud, del feudalismo, o de la producción artesanal pasan a realizarse por trabajadores asalariados bajo la autoridad de un capitalista. Dada la relativamente baja productividad resultante de que la base técnica consiste en herramientas manuales, la estrategia de explotación de los capitalistas es la extensión de la jornada laboral, en la cual buscan la generación de plusvalía absoluta. En esa primera fase histórica, el capitalismo coexiste con otros modos de producción.


Posteriormente, el capitalismo desarrolla la subsunción real del trabajo al capital, en la cual este modo de producción crea procesos de trabajo inéditos. Esto sucede con la industrialización, donde el trabajo se basa en la máquina y el trabajador pasa a estar sometido a la máquina-herramienta; esto permite a los capitalistas una estrategia de explotación basada en la intensificación de la productividad del trabajo, en la cual buscan la producción de plusvalía relativa. Aquí se desarrolla un poderío productivo que margina u oblitera viejos sistemas socioeconómicos, por lo cual las clases sociales principales pasan a ser los capitalistas y los trabajadores asalariados, y la experiencia social se convierte en una de producción, intercambio y uso de mercancías. Las primeras revoluciones tecnológicas fomentadas en la subsunción real del trabajo al capital potenciaron el manejo físico de la materia; las más recientes revoluciones tecnológicas desarrollan los manejos de la información y de las comunicaciones.


Vale la pena realizar dos aclaraciones epistemológicas-metodológicas: la primera versa sobre la relación entre los procesos de subsunción formal y real del trabajo al capital y la historia; la segunda concierne al vínculo entre lo conceptual-puro y lo empírico-amalgamado. Sobre la relación entre subsunción formal y real del trabajo al capital y la historia es importante notar el carácter no lineal del desarrollo capitalista: si bien es cierto que cronológicamente la génesis de la subsunción formal antecede a la de la subsunción real, también lo es que la subsunción formal del trabajo al capital continúa estableciéndose en los procesos de expansión del capital a actividades económicas no capitalistas aún luego de que la industrialización (subsunción real) existe y se ha difundido; y también es cierto que a veces el capitalismo se implanta en un nuevo renglón de la economía en su modalidad de subsunción real sin haber pasado por la subsunción formal. Sobre la relación entre lo conceptual-puro y lo empírico-amalgamado debemos decir algo que concierne tanto a los sistemas socioeconómicos como a los tipos de sociedad que se yerguen sobre estos: en lo concreto usualmente no existen sistemas puros, pues en todo contexto socio-histórico suelen coexistir residuos de sistemas previamente hegemónicos y hasta exploraciones de relaciones que jamás han sido predominantes; pero, en la medida en que entendemos estos conceptos abstractos (modos de producción, tipos de sociedad) podemos comprender certeramente la realidad concreta, incluyendo sus abigarramientos.


Tipos de formación social


Las relaciones socioeconómicas determinan el carácter general de las demás dimensiones sociales. Esto resulta del hecho de que los procesos socioeconómicos, al consistir en la creación y el acceso a lo necesario para satisfacer las necesidades básicas (alimento, vivienda, vestimenta, salud…) son tan importantes que modelan, moldean y/o condicionan las formas sociales de relacionarse y de actuar. Por esto, las premisas principales de la base económica suelen predominar en las demás dimensiones sociales (política, derecho, sexualidad, familia, moral, religiosidad, estética-artes, deportes, ecología…).


En los comunismos originarios, las premisas de inclusión y equidad estuvieron presentes como ideas rectoras en las múltiples dimensiones sociales. La estructuración política usual fue la anarquía, donde la manera de tomar las decisiones era la democracia directa y el pueblo estaba armado. Notemos que la democracia directa se facilita por la ausencia de clases sociales y por el reducido tamaño poblacional; también que la ausencia de clases, la poca población y el acceso generalizado a las armas encuentran su raíz en el bajo desarrollo tecnológico y la baja productividad que posibilita. Cónsono con el predominio de los principios de colectivismo y equijerarquía, en el orden sexual-familiar existe la ginecocracia: dada la generalización del matrimonio grupal (colectivismo), no es posible identificar al padre y solo se reconoce a la madre, lo que establece matrilinealidad, la cual es reforzada por la lactancia y por el predominio de las mujeres en la recolecta, proceso productivo que suele ser más consistente que la cacería. En este bajo desarrollo de las fuerzas productivas, el humano está a expensas de la naturaleza, por lo cual desarrolla sistemas de ideas religiosas en los que adora a la naturaleza como poder superior.


En las sociedades de clases los principios fundamentales de las relaciones socioeconómicas son la escisión entre clases y la subordinación de unas clases a otras. ¿Cómo dichos principios están presentes en las demás dimensiones sociales? En la organización política, el surgimiento de las clases sociales requirió una forma jurídica-política-militar que protegiera la recién emergida dominación socioeconómica: se canceló la anarquía política originaria y se instauró el Estado, el cual existe separado (escindido) de la sociedad y la domina (subordina), pues las decisiones, las leyes y las armas están fuera del acceso de las clases subalternas y operan para mantener la dominación socioeconómica. En los debates políticos, los temas se centran en discutir cómo manejar la dominación; en casos excepcionales se propone y debate la erradicación de la economía vigente, pero el grueso del tiempo la política se reduce a modificar elementos internos a la economía establecida; y esto de manera pacífica, pues las armas están en manos de las fuerzas estatales. El derecho, codificado como leyes, regula las relaciones sociales; como las relaciones socioeconómicas son fundamentales y en las sociedades de clases estas suponen la propiedad privada, el derecho funciona como la defensa de las relaciones de propiedad; y los aparatos represivos del Estado son la garantía del cumplimiento de esos derechos. La familia y la sexualidad se organizan en términos patriarcales, compartiendo el principio de dominación de unos por otros; con el surgimiento de las clases sociales, el poder económico, político y militar se concentró en manos masculinas y fue cuestión de tiempo para que el orden socio-sexual se ajustara a la nueva pauta social, por lo que se impuso el patriarcado mediante la monogamia femenina (que garantizaba dejar claro el heredero del propietario fallecido) y la patrilinealidad. En la relación ecológica, la naturaleza pasa a ser vista como una entidad separada de los humanos, cosificable y, por lo tanto, dominable-explotable; dado el desarrollo de las capacidades de producción y de transformación de la naturaleza posibilitados por la metalurgia, los humanos dejaron de adorar a la naturaleza como poder superior y la idea de divinidad comenzó a antropomorfizarse. En el ámbito religioso, dado que las religiones operan como proyección a la metafísica de los poderes mundanos, estas pasaron a estructurarse en torno a dioses masculinos. Con el advenimiento del monoteísmo exaltaron lo abstracto (el espíritu, el alma) y condenaron lo concreto (el cuerpo, la materia), y se pasó a adorar a un padre que está en el cielo (en vez de a la madre que es La Tierra).


Incluso los posicionamientos críticos que existen en cada momento histórico están parcialmente atados al ordenamiento que critican porque se centran en denunciar las relaciones vigentes en dicho contexto. Similarmente, las propuestas de cambio son hechas por sujetos de ese orden (desde estructuras cognitivas emergidas en la experiencia en el sistema social criticado) y para resolver problemas que tienen los sujetos de dicho orden. Aun las propuestas de cambio que se generalizan y triunfan están condicionadas por el momento histórico anterior, tanto por el desarrollo de fuerzas productivas (que posibilita ciertas formas de trabajo y de propiedad) como por cierto horizonte intelectual-político (producto de la experiencia social precedente). Esto no equivale a asumir un determinismo lineal, pues la crítica (como negación de lo existente) y las propuestas de cambio (que son parcialmente hijas de la imaginación) son pautas divergentes (y por lo tanto impredecibles); más se refiere a reconocer el carácter no completamente azaroso de las posibilidades: esas negaciones-imaginaciones-implantaciones son exploraciones en terrenos ignotos; pero cada paso siguiente, a la vez que niega el anterior, está constreñido por este.

Críticas al capitalismo y a la sociedad burguesa


Dentro de las sociedades de clases, la sociedad burguesa y su base capitalista reciben especial atención por parte de la CMH. Sobre dicho binomio social y económico señalaremos aquí tres problemas: sus crisis económicas, la paradoja dominación-democracia y el incipiente desastre ecológico.


Para Engels (1882) las crisis económicas cíclicas se derivan de la discordancia entre fuerzas productivas y relaciones de propiedad: el capitalismo se distingue de anteriores modos de producción en que ha desarrollado gigantescamente las fuerzas productivas. Ese desarrollo genera un volumen de productos que es incompatible con las formas de propiedad burguesa, pues buscando aumentar sus ganancias los capitalistas reducen la magnitud de los salarios en relación al aumento de la producción, lo que genera crisis de sobreproducción. Como consecuencia, muchas empresas quiebran y aumenta el desempleo, lo cual reduce más aún la capacidad de apropiación de la gran cantidad de mercancías producidas. En ese estancamiento económico bajan los precios y algunos capitalistas logran obtener ganancias a partir de los bajos costos de producción. Esto reactiva la economía, pues significa contratar más asalariados (aumenta la capacidad adquisitiva) y producir más materia prima y maquinaria. Esa intensificación de la actividad económica desemboca inevitablemente en otra crisis de sobreproducción, lo que reinicia un ciclo (que suelen durar seis a ocho años) y que ya han sucedido unas 30 veces desde el primero en la década de los 1820. Estas crisis cíclicas, que son inherentes al sistema capitalista, plantean una economía tremendamente problemática (quiebras, desempleo, pérdida de recursos, coexistencia de sobreproducción e incapacidad de adquisición…). Además, esas crisis generan una sociedad desgraciada, pues en estas abundan la criminalidad, la violencia, las adicciones, las psicopatologías, la deserción escolar y coexisten la opulencia y miseria. Como si lo anterior fuera poco, de estos procesos económicos y sociales surgen unas relaciones políticas muy inestables que fluctúan entre intensa lucha de clases y brutales niveles de represión por parte de las clases dominantes para mantener el régimen de explotación-acumulación. Es pertinente notar que, debido a la tendencia decreciente de la tasa de ganancias que le es inmanente al desarrollo capitalista, estas crisis cíclicas son cada vez más intensas.


La paradoja dominación-democracia consiste en que el capitalismo se basa simultáneamente en la dominación a la vez que contiene elementos democráticos. El componente de dominación consiste en la dictadura micropolítica de los burgueses en el proceso de trabajo y en la explotación económica al extraer plusvalor. Los aspectos democráticos que están presentes son que los trabajadores asalariados son formalmente libres (lo que es distinto a la esclavitud, donde las personas esclavizadas no tienen libertad de tipo alguno) y que las relaciones mercantiles operan como intercambios entre iguales. Es verdad que esos principios democráticos operan en términos superficiales y no sustanciales, pues la libertad del trabajador asalariado se reduce en la práctica a decidir entre renunciar a su puesto laboral (y quedar en la miseria) o seguir dominado-explotado por el patrono para sobrevivir; pero también es cierto que esa libertad no es irrelevante, pues la esclavitud (ser propiedad de otro, recibir latigazos, no tener derecho alguno…) es más indeseable aún. Es correcto afirmar que el intercambio de equivalentes enmascara la explotación, pues luego de la compraventa de fuerza de trabajo por salario el capitalista usa la fuerza de trabajo para producir más valor de lo que esta costó y se apropia de esa diferencia; pero también lo es el decir que en el intercambio de mercancías se asume que lo dado y lo recibido por ambas partes es equivalente y que ambas partes son sujetos formalmente iguales (ambos con iguales derechos y deberes). A partir de esa experiencia en igualdad que se valora dicha idea y se critica a la dominación, crítica que llega a desarrollarse como propuesta de socializar los medios de producción; estas ideas son la cúspide de los intereses de clase de los trabajadores asalariados.


En términos ecológicos, notemos que la tendencia capitalista al crecimiento es insostenible. El crecimiento económico es la manifestación a nivel macroeconómico del plusvalor, lo que es la forma abstracta de la plusproducción. Esa búsqueda de plusproducción exige una creciente extracción de recursos naturales y genera cantidades descomunales de contaminantes como parte de los procesos de producción y de consumo. El capital asume que, como el código del valor de cambio (los números) son infinitos, el contexto ecológico también lo es. Pero crecer infinitamente en un contexto finito es imposible: aunque en abstracto las cantidades de valor puedan ser imaginadas como infinitas debido a que los elementos del código matemático (el dinero) no terminan, las cantidades concretas de recursos que existen en la realidad y la capacidad de acarreo de tóxicos por parte del ecosistema tienen límites (Rosario, 2009). La hambruna de plusvalor de la clase capitalista va engendrando una crisis ecológica de alcance mundial, algo inédito en la historia de este planeta, porque las descomunales fuerzas productivas desarrolladas por el capital son simultáneamente, demoníacas e incontrolables fuerzas destructivas. Así, edípicamente, por no asumir límites, el capital, nos lleva a una catástrofe: la hipertrofia de los medios de vida implanta el reino de la muerte.

Las propuestas socialistas


Más allá de la crítica a la formación social existente, es posible proponer otro modo de vida. Las propuestas socialistas son variadas: las hay revolucionarias y gradualistas, autoritarias y libertarias; pero coinciden en intentar erradicar las clases sociales y toda otra opresión. Este conjunto de posturas políticas son la principal propuesta de cambio social existente en la sociedad burguesa. Respondiendo a los tres problemas de la sociedad capitalista expuestos en la sección anterior, comentemos aquí tres aspectos de la propuesta socialista: por qué surge, la relación entre fuerzas productivas y relaciones de propiedad, y el ecosocialismo.


¿Por qué surge el socialismo como propuesta de cambio social? A nivel ideológico-político podemos decir que, debido a que el capitalismo incluye unos espacios de igualdad y de libertad formal, las ideas de igualdad y de libertad se generalizan; incluso son exigidas cuando están ausentes. Así, ante la opresión capitalista, el proletariado intenta mejorar sus condiciones de trabajo y de vida luchando por aumentos salariales, reducción de la jornada laboral, garantías de acceso a la salud, la educación, la vivienda y los alimentos. También diversos otros sectores luchan por mejoras en sus condiciones de existencia en términos de conquistar libertades y/o igualdad: las mujeres combaten la opresión de género, las comunidades LGBTTIQ+ proponen erradicar la heteronormatividad, las minorías étnicas y raciales luchan contra la xenofobia y el racismo; similar sentido tiene la defensa del medio ambiente. La eliminación del capitalismo mediante la abolición de la propiedad privada de los medios de producción y el establecimiento del socialismo (predominio de la propiedad colectiva de los medios de producción y democracia de trabajadores) es la mejor garantía de la consecución y defensa de las condiciones de trabajo y de vida por las que luchan los trabajadores, pues en ese ordenamiento no hay capitalistas (que tienen la intención de revertir esas conquistas) y el Estado defiende esas relaciones socioeconómicas de quienes intentan destruirlas. Dado que la economía modela, moldea y condiciona a las demás dimensiones sociales, la abolición de la explotación y de las clases, y el establecimiento de una economía no jerárquica (basada en propiedad colectiva y democracia), es condición que favorece la supresión de las opresiones de género, orientación sexual, etnicidad y raza, y también la instauración de una relación armónica con el ecosistema. Dicha transformación solo puede ser gestada por las clases trabajadoras debido a que es la única clase social que encuentra en el socialismo la cúspide de sus intereses de clase y, además, es la única cuya masividad le posibilita conjugar la fuerza política suficiente como para lograr dicho cambio, por su rol crucial en la producción. Por supuesto, ese cambio encuentra obstáculos, pues el Estado burgués y la ideología burguesa reproducen dicha formación social.


Podemos decir que la exigencia ideológica-política anterior es expresión, a nivel de los sujetos, del proceso económico-político de la sociedad burguesa en la subsunción real del trabajo al capital en cuanto a la relación entre fuerzas productivas y relaciones de propiedad. En el capitalismo surgen crisis cíclicas porque existe un desfase entre las fuerzas productivas industriales (masivas y sociales) y las relaciones burguesas de propiedad (limitadas por ser individuales): la burguesía (propietarios privados de los medios de producción) usa esos medios para producir más de lo que las formas de apropiación (individuales, limitadas) pueden manejar. Si el problema es el desfase entre el carácter social de las fuerzas productivas y el carácter individual de las formas de propiedad, la solución es que tanto las fuerzas productivas como las formas de propiedad sean sociales: pasar de propiedad y control individual (burgués) de la economía al control social de esta. La propiedad estatal de los medios de producción posibilita planificar la producción priorizando la satisfacción de las necesidades de la población (y no las ganancias de una minoría opulenta) de modo que no surge la plusproducción; y en los casos en que estas empresas públicas tengan ganancias significativas, estas pueden ser devueltas a la población en forma de servicios (de salud, educación, artes, deportes…) que existan como derecho (no como mercancía) y pueden ser dedicadas a la transformación de la base tecno-energética que permita una relación sana con el ecosistema. Esto parte de la premisa que la propiedad estatal está en manos de la clase trabajadora y que por esto la distribución de los productos del trabajo se realizará en función de los intereses de esta clase.


Sin embargo, el carácter autoritario de los socialismos burocráticos, donde la propiedad era colectiva pero no había democracia obrera, indica que el control democrático de los medios de producción por parte de los trabajadores es tan importante como la propiedad colectiva de dichos medios: un socialismo basado en la clase trabajadora requiere un cambio en las relaciones de propiedad, pero también en las relaciones de producción. Notemos que algunos desarrollos recientes en la producción capitalista contienen elementos que pueden ser incorporados por las economías socialistas: el toyotismo, por ejemplo, que consiste en la producción justo a tiempo a partir de pedidos, posibilitada por las tecnologías de información, coordina producción-oferta y consumo-demanda y permite evitar crisis de sobreproducción sin mayor necesidad de un poder central que propenda al autoritarismo burocrático. Esto posibilita un socialismo con autonomía de los talleres de trabajo. Combinar ese tipo de corporaciones públicas en el caso de las grandes empresas con cooperativas de trabajadores-dueños en las pequeñas y medianas empresas puede ser implantado como la base económica de un socialismo ágil y democrático.


Pero desarrollar una economía socialista que mantenga la misma relación destructiva con el ecosistema como la que predomina en el capitalismo es indeseable. El capitalismo prioriza las ganancias de los opulentos; para esto intenta crecer infinitamente, lo que agota los recursos y genera tóxicos masivamente. Dicha práctica ecocida parte de utilizar al planeta como cosa a explotar, y evalúa los costos que reducen el daño al ecosistema como indeseables porque reducen las ganancias de los dueños del capital. En ese contexto, las luchas ecológicas son defensivas y apenas logran moderar el ecocidio. Lograr una relación sana con el medio ambiente requiere una economía socialista, pues esta no se basa en la agresión al débil, no necesita asumir la meta de crecer infinitamente y puede evaluar los costos que reducen el daño al ecosistema como parte del bienestar que intenta generalizar.


La socialización de la economía no es garantía de armonía ecológica; conocemos el culto a las fuerzas productivas, el desprecio al ecosistema y los significativos daños ambientales de la Unión Soviética. Pero dicha base de relaciones de propiedad es imprescindible para establecer una base tecno-energética (unas fuerzas productivas) respetuosas de las demás especies y del ecosistema. Algún tipo de ecosocialismo es imprescindible.


Lo anterior nos lleva a una reflexión crítica sobre los socialismos burocráticos intentados durante el siglo 20. Esos se centraron en la propiedad estatal y en la planificación de la producción y de la distribución por parte de especialistas y burócratas. Existe un debate sobre cómo interpretar estos sistemas: para Trotsky (1991) y Mandel (1979) fueron Estados socialistas deformados; anarquistas como Goldmann (1935) y Bookchin (1971) los calificaron como capitalismos de Estado; el marxista Erik Olin Wright (2019) los denominó estatalismos.


Es materia de discusión si en esos sistemas la burocracia explota a los trabajadores, pero está clara la centralización de las decisiones en manos de los burócratas. En la medida en que desaparezca la división social del trabajo entre los que deciden-ordenan y los que ejecutan-obedecen, podrá hablarse de un socialismo no deformado-burocrático-autoritario y sí de un socialismo de trabajadores. Al nivel socioeconómico esto requiere eliminar la propiedad privada de los medios de producción (expropiar a los capitalistas) y establecer propiedad colectiva de esos medios, sea mediante propiedad estatal o cooperativas de trabajadores-dueños. Pero igualmente importante es la dimensión política: es imperativo establecer control democrático de esos medios por parte de los trabajadores, de modo que estos controlen la operación de las empresas (productos, organización de las tareas, jornada laboral, presupuesto, elegir a la gerencia y tenerla bajo su autoridad…). De similar trascendencia para desarrollar una sociedad ampliamente democrática es que dicha democracia de trabajadores requiere estar complementada por una participación significativa de los consumidores en las decisiones de los procesos de producción. Esa combinación de democracia de trabajadores y democracia de consumidores, en la medida en que se base en la propiedad colectiva de los medios de producción, rompe con el patrón burgués que idealiza la producción (el culto al trabajo que opera como disfraz de la generación de plusvalor) y que glorifica al consumidor (que exalta una supuesta libertad que en la práctica no es más que el privilegio de los que tienen dinero para comprar) y encamina a las relaciones socioeconómicas a borrar la frontera producción/consumo. Estas relaciones económico-políticas basadas en propiedad colectiva y democracia son la superación de las clases sociales y la extinción del tipo de sociedad en la cual la existencia aparece como ajena, en la cual abundan las opresiones (de género, orientación sexual, étnicas, raciales…) y en la cual se perpetra un ecocidio.

Síntesis


Hemos definido la economía como un proceso inmediatamente político y a esa economía política como fundamento de la organización social que sostiene una relación dialéctica con las demás dimensiones sociales. Examinamos los fundamentos de los modos de producción comunista originario, esclavista, feudal, capitalista y socialista; también los tipos de sociedad que yerguen de modo orgánico sobre esos modos de producción. Criticamos el capitalismo y la sociedad burguesa en cuanto a su desfase entre fuerzas productivas y relaciones de propiedad, el carácter contradictorio por ser un sistema opresivo que contiene elementos democráticos y la problemática relación que establece con el ecosistema. Cerramos esbozando unos elementos básicos de la propuesta socialista, dentro de los cuales destacamos la propiedad colectiva y la democracia de trabajadores.


En el siguiente artículo nos centraremos en la dimensión política de la CMH. Realizaremos esto reconociendo los vínculos con la base económica y notando lo político como un proceso mediado por la subjetividad. Subrayar el carácter histórico-cambiante de dicha dimensión y del conjunto social será crucial.


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[El borrador de este artículo fue revisado por el doctor Iyari Ríos González, presidente de la Asociación de Economistas de Puerto Rico y director del Departamento de Economía del Recinto de Río Piedras de la Universidad de Puerto Rico. Agradezco inmensamente sus señalamientos críticos y sus sugerencias de mejoría de esta redacción.]

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