Por Karen De León y Jorge Lefevre Tavárez
“Cuando el desarrollo de la industria haya alcanzado su cúspide y el capitalismo haya entrado en su fase descendente en el mercado mundial, la lucha sindical se hará doblemente difícil… La acción sindical se reduce necesariamente a la simple defensa de las conquistas ya obtenidas y hasta eso se vuelve cada vez más difícil. Tal es la tendencia general de las cosas en nuestra sociedad. La contrapartida de esa tendencia debería ser el desarrollo del aspecto político de la lucha de clases”.
- Rosa Luxemburgo, Reforma y revolución (énfasis de la autora).
En el momento actual, la crisis de Puerto Rico no parece tener una salida clara. Al decir de la conocida frase de Antonio Gramsci, el viejo mundo muere y el nuevo no acaba de nacer.
En el presente, los partidos políticos patronales que han dominado la política puertorriqueña se encuentran en un estado avanzado de descomposición. Es de esperar: el proyecto económico que desarrollaron ambos partidos – el de la política pública neoliberal impuesta a una economía colonial dependiente – ha fracasado y se ha desprestigiado en grandes sectores del país. El que ambos partidos sigan ciegamente esta misma política demuestra su incapacidad para superar la crisis que ellos mismos han ayudado a crear.
Las fuerzas patronales coloniales se encuentran, también, en un desprestigio profundo. La Junta de Control Fiscal es rechazada por una mayoría de la población. Cada vez que se lleva a cabo una lucha contundente contra la Junta, esta sale derrotada, sea contra los camioneros o los alcaldes de Puerto Rico. Desde la primera mitad del siglo XX, el estatus colonial de Puerto Rico, y sus representantes en la isla, no se encontraba en un estado tan frágil.
Los sectores empresariales, por otro lado, continúan favoreciendo la misma receta que ha profundizado la crisis: la eliminación de derechos a la clase trabajadora, mecanismos para ampliar sus ganancias, maneras de apropiarse de fondos públicos a través de la contratación. Mientras buscan corroer la intervención del estado en la vida económica del país, buscan a la vez apropiarse de sus riquezas. La crisis económica ha llevado a que una gran cantidad del sector privado pueda sobrevivir solo a cuestas de fondos públicos. Por eso, entre otras cosas, favorecerán al partido (o al ente, como la Junta de Control Fiscal) que con mayor facilidad pueda aprobar e imponer sus políticas, independientemente de la manera poco democrática en que esto se haga. En su desesperada búsqueda por la ganancia, no reconocen las verdaderas raíces de la crisis, y, por eso, no pueden hacer más que agravarla. El que sectores empresariales favorezcan estructuras antidemocráticas, o, dicho de otro modo, que no tengan compromiso alguno con procesos democráticos, no debe sorprender a quienes día a día intentamos mejorar nuestras condiciones de laborales en el taller de trabajo.
Es, precisamente, ante este colapso de las fuerzas patronales tradicionales (el PPD y el PNP) y la necesidad de los sectores empresariales de continuar profundizando las políticas neoliberales en Puerto Rico que se fortalecen movimientos como el Proyecto Dignidad. Proyecto Dignidad no solo es un vehículo del fundamentalismo más extremo, reaccionario y punitivo, sino también otra herramienta patronal para golpear a la clase obrera. Si había dudas en algunos sectores sobre esto durante la campaña del 2020, la ejecutoria de sus legisladoras durante este cuatrienio las ha despejado. Son la nueva cara del neoliberalismo: sin el desprestigio de los partidos corruptos tradicionales, pero con mayor agresividad. Ante el argumento falso de que hablan en nombre de los pequeños comerciantes, repudian toda medida que busca, aunque fuera levemente, mejorar las condiciones de la clase asalariada del país. Para terminar la conocida frase de Antonio Gramsci, el viejo mundo muere, el nuevo no acaba de nacer, y en ese claroscuro salen los monstruos.
Queda claro que la clase patronal es incapaz de superar la crisis que vivimos en Puerto Rico. Solo la profundizan, y, en el proceso, se apropian de los fondos públicos para contrarrestar su fracaso privado y minan cualquier posible espacio de toma de decisiones democráticas. Los intereses del pueblo trabajador, capaces de revertir esta crisis del capitalismo neoliberal y colonial, solo los puede impulsar el mismo pueblo.
Ante este panorama que se ha presentado, ¿cómo se ha posicionado el sindicalismo puertorriqueño?
En todo este panorama, la intervención del sector sindical ha sido reducida. El Partido del Pueblo Trabajador, que intentó ser un vehículo de la clase obrera, no logró aglutinar suficiente apoyo de sectores sindicales. El sindicalismo optó, en su mayoría, por dos caminos: o continuar apoyando – directa o indirectamente – a sectores del Partido Popular Democrático y el Partido Nuevo Progresista, o continuar con posiciones “apolíticas”, diseñadas para preservar la independencia del sindicato ante la cooptación de los partidos patronales. La primera posición, que resultó en el apoyo de partidos que profundizaron sus políticas patronales, ha perdido arraigo con gran rapidez en la segunda década del siglo XXI. La segunda posición, que tiene la ventaja de no comprometer al sindicato con un partido, por otro lado, no ha ayudado a crear una alternativa política para contrarrestar las fuerzas patronales y la profundidad de la crisis que vivimos. Y la salida a esta crisis requiere una alternativa política.
Como tendencia general, el sindicalismo “tradicional” florece mejor en una economía saludable. Es decir, el sindicato es capaz de mejorar las condiciones laborales de su matrícula con mayor facilidad en una economía que crece con un ritmo regular. Cuando el crecimiento se presenta de manera desacelerada, la misma economía dificulta el arrebatarle conquistas y derechos al patrono.
Esto no se limita a distinguir entre sindicatos de servicio y sindicatos clasistas. La distinción, aunque importante, no abarca la complejidad del problema que tenemos ante nosotros. No es solo cuestión de ser más agresivos contra el patrono en el taller de trabajo. Si los patronos no pueden derrotarnos a la hora de negociar un convenio colectivo, lo harán utilizando las fuerzas del estado. Así, la Ley 7 provocó el despido de casi 30,000 trabajadores y trabajadoras del servicio público, lo que representó un golpe para el sindicalismo de las agencias del gobierno; y, luego, la Ley 66 representó lo mismo para el sindicalismo de las corporaciones públicas, cambiando sustancialmente las condiciones de empleo para las y los unionados, eliminando beneficios económicos y congelando convenios colectivos. Lo que los patronos no pudieron quitarnos en la mesa de negociación, lo hicieron a través de las legislaturas que controlan. Si a las restricciones de las negociaciones de los convenios colectivos le añadimos los efectos de las políticas de austeridad, que han diezmado nuestras matrículas en la medida en que se eliminan plazas y promueven la subcontratación, nos vemos con un debilitamiento del sindicato en el taller de trabajo.
Por otro lado, en el sector privado, donde los niveles de explotación y de extracción de ganancias ha ido en un aumento dramático, el movimiento obrero organizado se encuentra todavía demasiado raquítico, con niveles de sindicalización que no superan el 2%. Al estar desprovistas de un convenio colectivo, las personas asalariadas del sector privado son vulnerables a cualquier golpe legislativo que se haga desde el terreno político, sin que tengan representación capaz de oponerse y detener estos intentos.
Por todo lo dicho, y aunque suene paradójico, las crisis, en la medida en que dificultan el trabajo sindical en el taller, nos deberían obligar a, no solo arreciar la lucha en el taller, sino también salir del taller y llevar la lucha al plano político.
Esta participación no se puede limitar a cabildear dentro de las estructuras existentes. Esta política de inmersión tímida en la política llevará a que siempre se dependa de estructuras ajenas a la clase trabajadora. Lo que se requiere es un vehículo propio de la clase trabajadora, que pueda servir para adelantar los intereses de la mayoría del pueblo trabajador. Dicho de otro modo: para dejar de pedir migajas, se trata de que la clase trabajadora pueda, por fin, gobernarse a sí misma.
La importancia de la intervención del sindicalismo en el plano político es todavía mayor si consideramos que el 90% de las personas asalariadas en Puerto Rico no forman parte de sindicato u organización obrera alguna. Un vehículo político ayudaría a captar un número importante de estas personas asalariadas en un espacio que sale a la defensa de sus intereses de clase, cuando esa defensa en el taller les resulta imposible. Al salir del espacio estrecho de nuestro taller y entrar en el plano político, golpearemos no solo como movimiento sindical, sino que tendríamos la posibilidad de golpear como clase asalariada en su conjunto.
En la actualidad, no existe en Puerto Rico un partido de la clase trabajadora. Sí existen dos partidos que representan intereses afines al sindicalismo en la medida en que se han opuesto a las políticas neoliberales en Puerto Rico: el Partido Independentista Puertorriqueño y el Movimiento Victoria Ciudadana.
Ante este panorama, nos preguntamos: ¿qué deberá hacer el sindicalismo?
No hay contestación fácil, ni una necesariamente correcta. La alta fragmentación del sindicalismo puertorriqueño dificulta, quizás incluso imposibilita, que haya una respuesta contundente del sindicalismo puertorriqueño, ni tampoco de sectores importantes del sindicalismo. En la medida en que logremos superar esta fragmentación y actuar como un frente común de intereses de la clase trabajadora, se facilitará contestar esta pregunta. Pero, en el proceso, preguntamos nuevamente, ¿qué hacer? La indefinición es un producto de la inercia: demostraría solo la falta de creatividad de los sectores en lucha.
Las autoras de esta columna participan del Movimiento Victoria Ciudadana (MVC). Entendemos que, si bien no se concibe como un partido de la clase obrera, es el espacio que mayor voz le da a los sectores organizados de esta clase. Por lo mismo, entendemos que es el espacio político que, con mayor facilidad, pudiera tener una visión de los intereses de la clase asalariada en su conjunto. Además, su programa, claramente antineoliberal y que promueve la defensa de la clase trabajadora y sus espacios de autoorganización, se produjo con una influencia importante de sectores organizados del movimiento sindical y socialista. No es, por tanto, sorprendente que Victoria Ciudadana esté tan abierto a la participación sindical y obrera.
En la actualidad, Victoria Ciudadana cuenta con dos “redes” (comités de base) que agrupan a sindicalistas: la Red de Sindicalistas y la Red de Sindicatos y Colegiaciones. Cada una de estas redes cuenta con su propia estructura directiva, y, a su vez, con participación en los espacios decisionales del Movimiento Victoria Ciudadana. Esto nos ha permitido mantener una influencia importante en el programa de gobierno y en las políticas a asumir del movimiento a través de sus personas electas.
La presencia sindical, por tanto, es notable y reconocida por todo el movimiento, le incomode a quien le incomode, en un espacio tan heterogéneo como este. Cuando invitamos a compañerxs sindicalistas, compañerxs del movimiento obrero, a participar del movimiento, lo hacemos para que, precisamente, fortalezcan la tendencia obrera del movimiento y ayuden a ampliar su influencia y su alcance. En lo inmediato, entendemos que es la manera más eficaz de promover políticamente los intereses de los sectores sindicales y la clase trabajadora.
Nuestra participación como sindicalistas en el Movimiento Victoria Ciudadana se da en dos contextos muy distintos. El primero es el del Sindicato Puertorriqueño de Trabajadores y Trabajadoras (SPT), que, luego de más de 15 años de discusiones, debates y consultas, aprobó fomentar la creación de un vehículo político que pudiera retar al bipartidismo desde la perspectiva de la clase trabajadora. El proceso de formación política y sindical dentro del sindicato fue uno altamente participativo. Toda la matrícula fue impactada a través de distintos procesos de consulta, desde visitas a los talleres hasta asambleas y congresos. También, hubo innumerables procesos de consulta al interior de la unión y entre nuestros aliados y aliadas que lograron consensos para construir las alianzas que hoy conocemos como el Movimiento Victoria Ciudadana.
Mucho camino se ha andado desde entonces, incluyendo procesos legales cuyos resultados cambiaron drásticamente el panorama para la participación electoral y las organizaciones sindicales. Destacamos la victoria legal del año 2012 mediante la cual se impugnó la prohibición que contenía la Ley 45 sobre la participación en los procesos políticos por parte de los sindicatos bajo dicha ley.
Una parte importante de todo este proceso tuvo que ver, no solo con asumir posiciones de liderato en esta nueva colectividad, sino el fomentar que nuestros propios trabajadores y trabajadoras se postularan como candidatos, ejemplo de que la clase trabajadora tiene la capacidad de gobernar, de asumir el poder.
El otro caso es el de un militante de la Asociación Puertorriqueña de Profesores Universitarios (APPU) que fue, a su vez, fundador del Partido del Pueblo Trabajador y, por esa vía, del Movimiento Victoria Ciudadana. La APPU cuenta con una militancia diversa en términos políticos; debates como los que se dieron al interior del SPT para crear una nueva estructura política no se han dado. La participación de miembros APPU en el movimiento (como lo fue previamente la participación en el Partido del Pueblo Trabajador), por lo tanto, es puramente individual, aunque no deja de ser significativa en número e influencia. Además, se ha propiciado una relación saludable entre la delegación legislativa y la APPU, al igual que existe entre la delegación del Partido Independentista Puertorriqueño y la APPU.
No deja ser cierto, por otro lado, el que espacios como la Red de Sindicatos y Colegiaciones y la Red de Sindicalistas (esta última, abierta a la participación de sindicalistas que no forman parte del Movimiento Victoria Ciudadana) también han aportado a estrechar lazos entre sindicalistas. Esto no solo se ha dado con las personas que participan de lleno en el movimiento, o de su Red de Sindicalistas. Hemos auspiciado varios Encuentros Sindicales (el primero, sobre el estado actual del movimiento obrero en Puerto Rico; el segundo, sobre la participación del sindicalismo en la lucha política en Puerto Rico), a los que asistieron sindicalistas fuera del movimiento, pero que han podido establecer un diálogo afín con el movimiento. La enseñanza aquí puedese ser la siguiente: el intento de desarrollar un vehículo político de la clase trabajadora o, por lo menos, de fortalecer la base sindical de un movimiento político como el Movimiento Victoria Ciudadana, pudiera incluso ayudar a rebasar la fragmentación y la división que imperan en el movimiento sindical puerrtorriqueño.
Desde la Red de Sindicalistas, también nos encontramos promoviendo diálogos con los distintos sindicatos del país, para afianzar relaciones y formas de colaboración.
La discusión sobre qué deberá hacer el sindicalismo ante la coyuntura sigue abierta. Sin embargo, hay que contestarla. Ignorarla solo resultará en mayores golpes y sufrimientos, no exclusivamente para los talleres que representamos, sino para toda la clase trabajadora puertorriqueña.
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