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El plebiscito "¿estadidad: sí o no?"



Plebiscito Estadidad Sí o No: Todos a votar NO

El próximo 3 de noviembre, el mismo día de las elecciones generales, tendrá lugar un plebiscito sobre el estatus de Puerto Rico. En ese plebiscito, se nos invita a votar: Estadidad, ¿SÍ o NO? Más que un plebiscito sobre el estatus, es una consulta sobre la estadidad. ¿Qué posición debemos asumir ante esta consulta? ¿Qué respuesta debemos dar a esa pregunta? Nuestra organización convoca a votar NO en la consulta y queremos explicar nuestras razones.

Es cierto que este ejercicio no es vinculante. Es decir, el Congreso de Estados Unidos no se compromete a tomar acción alguna. Por tanto, no va a resolver el problema del estatus. Como se sabe, este plebiscito es una maniobra oportunista del Partido Nuevo Progresista. No es un proyecto de consenso, que se haya discutido con las distintas agrupaciones políticas del país. No es, además, un proyecto que tome en cuenta la raquítica situación económica del país, dado que se estima que el costo del plebiscito ascendería a varios millones. Su propósito es alentar al elector estadista a movilizarse el día de las elecciones, y así posiblemente recuperar parte del apoyo perdido por el PNP luego de décadas de corrupción y medidas neoliberales.

Sin embargo, el plebiscito puede tener efectos reales. Su resultado fortalecerá o debilitará el apoyo en Puerto Rico y en Estados Unidos a distintas opciones de estatus. No tiene un impacto sobre el estatus pero sí sobre la opinión pública al respecto, dentro y fuera de la isla. Por tanto, no debemos ser indiferentes al resultado de la consulta, a pesar de sus limitaciones.

En Puerto Rico el debate sobre el estatus levanta grandes pasiones. Muchas personas tienen una posición y la defienden con más terquedad que argumentos. Es momento para que examinemos el tema serenamente.

Estadidad ¿para qué?

Se dice que la estadidad supondría grandes ventajas para Puerto Rico. La estadidad implica libre movimiento de mercancías, capitales y personas entre Puerto Rico y Estados Unidos, así como el uso del dólar como moneda en Puerto Rico. Daría al capital externo la garantía de estar protegido por las leyes y el gobierno de Estados Unidos. El problema con este argumento, por supuesto, es que Puerto Rico ya cuenta con estas disposiciones. No se necesita la estadidad para implantarlas. Esa visión del llamado “mercado común”, “moneda común” y “ciudadanía común” no es un proyecto futuro. Es la realidad que vivimos.

De hecho, estos elementos han existido desde hace más de un siglo. Y ¿cuál ha sido su resultado? Desde hace un siglo nuestra economía se ha caracterizado por la especialización unilateral (incluyendo primero el monocultivo y luego la destrucción de la agricultura); el control de sus sectores más importantes por el capital externo; la fuga de buena parte de las ganancias de esas empresas; el desempleo crónico de nuestra laboral; la migración en búsqueda de empleo de millones de personas, entre otras consecuencias.

No hay duda de que dentro de ese limitado marco se han logrado avances. Entre 1950 y 1970 los niveles de vida mejoraron considerablemente, aunque aún durante buena parte de ese periodo se redujo el número de empleos, pues la industria no era capaz de reemplazar los empleos que desaparecían en la agricultura.

Pero la realidad es que desde 1970 Puerto Rico exhibe la mitad del ingreso per cápita del estado más pobre de Estados Unidos. La tasa de desempleo siempre ha sido el triple o más alta que la de Estados Unidos. La tasa de participación laboral ha sido 30% más baja que la de Estados Unidos. La porción de la población bajo el nivel de pobreza ha sido dos y media o tres veces la de Estados Unidos. Más importante aún: nada de esto ha cambiado desde hace medio siglo. Nadie puede argumentar que estos problemas se pueden solucionar con el famoso flujo libre de mercancías, dinero y capitales que la estadidad garantizaría. Eso ya lo tenemos. Y la situación en que estamos, el tipo de economía unilateral, es decir, colonial, que tenemos es resultado de esas disposiciones.

Muchas personas piensan que la estadidad elevará el nivel de vida en Puerto Rico al nivel de vida de Estados Unidos por arte de magia. Pero como vemos, no hay magia. Las palancas que nos daría la estadidad ya existen. Sus resultados ya los conocemos. No son un argumento a favor de la estadidad. Son un argumento para votar NO.

¿Y los fondos federales?

Se plantea a menudo que con la estadidad aumentarían los fondos federales que Puerto Rico recibe. De nuevo, Puerto Rico ya recibe una cantidad considerable de fondos federales. Estos fondos federales permiten que muchos mantengamos un nivel de vida mínimamente adecuado, es decir, que no nos hundamos en la pobreza extrema. Por eso, rechazamos cualquier reducción de estos fondos, que nuestro pueblo necesita en el momento actual, como también los necesitan las poblaciones empobrecidas en Estados Unidos.

Pero estas transferencias, aunque evitan que caigamos al precipicio, no nos apartan del precipicio, es decir, no resuelven la falta de una base económica y productiva en Puerto Rico. Mitigan el problema, pero no lo han solucionado, ni lo solucionarán. Lo mismo ocurriría si aumentase la cantidad de fondos federales de darse la estadidad. Independiente de a cuánto llegaran, la realidad es que no resolverían la raíz del problema económico de Puerto Rico.

La estrecha economía colonial

Se dice que Puerto Rico no podría vivir sin esas aportaciones federales. Parecería que Puerto Rico es el único pueblo del mundo que no puede vivir de la riqueza que produce y que intercambia con otros pueblos. Antes se decía que Puerto Rico era pobre porque estaba “sobrepoblado”. Ahora se dice que el problema es que estamos perdiendo población. Pero el problema no es la población, es la estrecha economía colonial a la que esa población ha estado condenada. Los fondos federales son necesarios porque esa economía no funciona, no genera empleo y no permite superar la pobreza de buena parte de la población. Pero esos fondos no atienden la raíz del problema. Y tenemos que atenderla.

La estadidad nos ofrece perpetuar las disposiciones que nos han traído a la situación actual y el ofrecimiento de más fondos federales no hará otra cosa, como hasta ahora, que mitigar esa situación a la vez que la perpetúan. Nuestro objetivo debe ser reconstruir esa economía para que provea empleo e ingreso para su gente y no requiera por tanto un subsidio permanente. Esto también le conviene al pueblo de Estados Unidos, que ahora tiene que subsidiar una economía colonial que solo beneficia a un puñado de grandes intereses privados. Lo que necesitamos es una aportación federal para reconstruir nuestra economía, de manera tal que nuestro pueblo pueda trabajar y vivir de la riqueza que produce, sin depender de nadie y en estrecha colaboración con otros pueblos. Lo que necesitamos no es perpetuar la actual economía subsidiada con fondos federales. Eso es lo que ofrece la estadidad. Por tanto, para abrir paso a las opciones que necesitamos debemos votar NO.

Votar NO ¿es darle la espalda a Estados Unidos?

Rechazar la estadidad no implica dar la espalda a Estados Unidos. En Estados Unidos vive mitad de los puertorriqueños y puertorriqueñas. Lo que ocurra y ocurre en Estados Unidos, sus luchas sociales y políticas, nos afecta y afectará directa y profundamente. En Estados Unidos hay un pueblo trabajador y amplios sectores de la población que sufren diversas formas de opresión y que luchan contra ellas. En los días que redactamos este documento, hay cientos de miles en las calles de decenas de ciudades protestando por el asesinato de George Floyd por un policía en Minneapolis.

Desde hace mucho en Estados Unidos existen movimientos que luchan por legislación favorable a los pobres y trabajadores, por anular la deuda estudiantil, imponer contribuciones a las grandes empresas y reducir el gasto militar para financiar programas de empleo federales y estatales, para impulsar la transición acelerada a la energía renovable y que exigen la cancelación de la deuda de los países empobrecidos y reparaciones para superar el legado de la esclavitud y la conquista en la población negra y nativo-americana, entre muchas otras luchas. Con todas esas luchas nos solidarizamos. A todas esas luchas debemos unirnos los puertorriqueños y puertorriqueñas, en la isla y en la diáspora en la forma y medida que podamos.

A esos movimientos le solicitamos que como parte de su agenda incluyan el derecho de Puerto Rico a la autodeterminación y a una aportación considerable del Congreso para su reconstrucción económica.

¿Y la representación en el Congreso?

Pero si proponemos este vínculo con las luchas en Estados Unidos ¿por qué rechazamos la estadidad? ¿Por qué defendemos la independencia? Porque la situación económica, cultural, geográfica, ecológica y, por tanto, las necesidades de Puerto Rico son suficientemente distintas, específicas y particulares para justificar que sus habitantes se organicen como una república independiente. Se dice que como estado tendremos representación en el Congreso de Estados Unidos. Es cierto, pero dentro del sistema político vigente en Estados Unidos siempre estaríamos tratando de que la legislación y las políticas federales tomen en cuenta nuestra situación y necesidades particulares, a veces con éxito, a veces sin éxito, siempre con gran esfuerzo. Es más razonable, más sencillo y práctico que podamos adoptar la legislación y políticas que más nos convengan y que coordinemos del modo más estrecho posible con Estados Unidos todo lo que sea de mutuo beneficio.

Por supuesto, lograr que Estados Unidos adopte hacia nosotros una política justa y solidaria será algo que tenemos que luchar y lograr en alianza con las fuerzas y movimientos que en Estados Unidos promueven una sociedad más justa y solidaria.

Una perspectiva internacionalista

En este aspecto nuestra posición es distinta a la de algunos sectores o portavoces independentistas. Algunos defienden rechazan la estadidad y defienden la independencia planteando que Puerto Rico no debe ser estado pues “Estados Unidos es un país racista” y allí los puertorriqueños siempre serán “ciudadanos de segunda clase” (o planteamientos similares). Este argumento parte de la idea de que Estados Unidos es una realidad estática y además implica que los millones de puertorriqueños que allí residen (y otros sectores explotados y discriminados) están condenados a la opresión perpetua. Pero esto es falso. Estados Unidos está tan marcado por conflictos y luchas internas como cualquier otra sociedad. Alberga, por tanto, el potencial de un cambio social radical tanto como cualquier otro país.

Nuestra lucha por la independencia no se basa en la idea de que Estados Unidos sea fatalmente una sociedad racista. Al contrario, se basa en la convicción de que las luchas progresistas en ese país pueden transformar y han de transformar esa realidad. Vemos nuestra lucha por la independencia como hermana de esas luchas. No contamos con su derrota; contamos con su victoria para construir nuestra independencia en estrecha colaboración con esas fuerzas progresistas y democráticas. Votaremos y te invitamos a votar NO desde esa perspectiva internacionalista.

Más allá del plebiscito

Por supuesto, la lucha por el Puerto Rico que necesitamos no empieza ni termina con el plebiscito. Esa lucha tenemos que construirla día a día en la organización de los trabajadores y trabajadoras, de las mujeres, los estudiantes, la comunidad LGBTTQI, en defensa de sus derechos y en defensa del ambiente, contra la Junta de Control Fiscal y por la anulación de la deuda.

Puerto Rico no necesita subordinación a las reglas ciegas de la competencia capitalista, sino planificación democrática; no la reducción sino la ampliación del sector público; una economía que ponga la vida y el ambiente por encima de las ganancias de unos pocos. Algunos dirán que esto es una perspectiva pesimista, pues el cambio radical no parece estar cerca. Pero el cambio se construye paso a paso. La necesidad de ese cambio se aprende y la capacidad de realizarlo se adquiere a través de muchas luchas. La lucha contra el capitalismo empieza por la resistencia a sus consecuencias inmediatas. En todo caso, esta es una perspectiva realista, la única perspectiva realista. Nada más irrealista e ilusorio que pensar que el capitalismo y el colonialismo van a resolver ahora los problemas que no han resuelto en un siglo.

La independencia tampoco es una varita mágica. Tan sólo nos ofrece la oportunidad de construir nuestro futuro con nuestro esfuerzo. Pero eso ya es mucho. Es la base de una vida plena y digna. Y para eso, con mente clara y disposición de lucha, con la mano extendida a nuestros aliados en Estados Unidos, debemos votar NO en el plebiscito del 3 de noviembre.

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